En la cada vez más enconada lucha del cine europeo por conservar alguna parcela de poder frente a la omnipresencia del cine estadounidense, parece que se van decantando dos líneas: el cine minoritario, de autor y muy especializado (claramente protegido por los dineros públicos), y el cine de envergadura comercial, gran espectáculo y reparto internacional, que sepa jugarle a Hollywood en su terreno.
Esta opción, esta respuesta europea está perfectamente plasmada en La casa de los espíritus, una cinta de gran presupuesto, fruto de varios países del Viejo Continente, y que entra en el mercado internacional con rodaje y título en inglés, e incluso incorpora estrellas de Hollywood a su extenso y rutilante reparto. Planteada como película-río, como historia generacional que abarca desde las primeras décadas del siglo hasta los años setenta, el guión de Bille August adapta con flexibilidad la novela de Isabel Allende, podando sus muchos personajes, resumiendo algunos en uno solo o cambiando nieta por hija en su tramo final. Conserva, eso sí, la todopoderosa presencia de Esteban Trueba, el cacique contradictorio capaz de lo mejor y de lo peor, como esquema e hilo conductor del relato.
Y como en sus films anteriores, Pelle, el conquistador, o la excelente y bergmaniana Las mejores intenciones, Bille August se revela esencialmente como un buen, un gran ilustrador. El realizador danés acierta a recrear esta historia tan lejana a su geografía, esta historia chilena rodada en Portugal, introduciendo sus gotas de realismo mágico, su multiforme universo femenino o su mensaje revolucionario exigente de justicia social.
Con una primera mitad magnífica, La casa de los espíritus deviene hasta cauces más académicos y convencionales en todo el tramo final, cuando se nos cuenta el golpe militar de Chile, una de las vergüenzas históricas –entre tantas otras— de nuestra época. Y en todo momento la cinta utiliza y resalta la bondad y altura de su casting: un reparto que mezcla con habilidad a jóvenes y veteranos, europeos y norteamericanos, en brillante y eficaz crisol.
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