Pelicula:

Esta película está disponible en el catálogo de Netflix, Plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).

Se suele decir aquello de “de casta le viene al galgo”. Con Gorô Miyazaki ese aforismo español se queda a medias, porque lo cierto es que, sin carecer totalmente de talento, no parece que haya heredado el genio de su padre, Hayao Miyazaki, el legendario creador de Studio Ghibli, el más importante (en términos de calidad) de los estudios cinematográficos japoneses dedicados a la animación tradicional (en dos dimensiones, para entendernos), siendo también el autor de buena parte de las mejores películas producidas por esa organización. Gorô debutó como director en Cuentos de Terramar (2006), cuando frisaba ya los cuarenta años, por lo que se no puede hablar en su caso de una vocación temprana, a pesar de (o quizá precisamente por...) contar en su familia con la sombra gigante de su padre, considerado desde hace casi cuarenta años como figura fundamental en el anime japonés de trascendencia internacional. De hecho, según cuentas las crónicas, las relaciones entre padre e hijo no fueron buenas a raíz de que el productor en jefe de Ghibli, Toshio Suzuki, encargara a Gorô la realización de la mentada Cuentos de Terramar, para la que Hayao consideraba que su vástago no estaba preparado.

La colina de las amapolas es el segundo (y último hasta la fecha) largometraje que ha realizado Gorô Miyazaki. Se basa libremente en el manga Desde la colina de las amapolas, original de Tetsurō Sayama y Chizuru Takahashi. Se ambienta en el año 1963, en Tokio, el año anterior a la celebración de los Juegos Olímpicos que tendrían lugar en ese país al año siguiente, y que significaría el despegue (en todos los órdenes: económico, político, social, de influencia internacional, etc.) del país tras la debacle de la Segunda Guerra Mundial. En ese contexto, conocemos a Umi, una adolescente que estudia enseñanza secundaria y tiene a su cargo a sus dos hermanas menores y la pensión que es el “modus vivendi” de la familia, todo ello en ausencia de la madre, que vive temporalmente en Estados Unidos. Umi conoce a Shun, otro compañero de estudios que está a cargo del periódico del colegio, y que lidera también la oposición de parte de los estudiantes a que se derribe el club cultural de la institución escolar, conocido como Quartier Latin, lo que se pretende hacer para construir un edificio moderno y con todos los adelantos, dentro del contexto de las obras y remodelaciones que se van a acometer para los Juegos Olímpicos. Umi y Shun aúnan esfuerzos para conseguir ese objetivo, a la vez que se sienten atraídos mutuamente. Sin embargo, pronto se enteran de algo relativo a sus familias que puede hacer inviable su posible relación...

Tiene La colina de las amapolas un dibujo claramente realista, antropomorfo, con vistoso y vívido colorido, solo modificado para imponer coloridos monocromáticos en el caso de las ensoñaciones o remembranzas infantiles, como es el caso del recuerdo de la muerte del padre, dado solo con colores de tonalidad gris, el color de la tristeza, de la melancolía. Pero la prevalencia de esos colores vivos y vistosos emparenta la película cromáticamente con la parte de la producción Ghibli ambientada en tiempos modernos y con historias de corte realista, no así las de temática fantástica, en la que los dibujantes y animadores se toman muchas (y lógicas) licencias artísticas.

Estamos ante un film de evidente temática de corte optimista, aunque trate uno de los temas recurrentes en la obra global de Studio Ghibli, la pérdida de elementos familiares que suponen una tragedia, cuando no un trauma permanente para los miembros supérstites del clan. Es interesante también, dentro de las características del Ghibli llamemos “realista” (por contraposición con el que podríamos llamar “fantástico”), la aparición de un movimiento social de corte rebelde como es el grupo estudiantil que lucha para que no sea derribado su querido club cultural Quartier Latin, cuyo nombre, que evoca el célebre barrio bohemio de París, pone de manifiesto el carácter rabiosamente libre de esta historia de rebeldía, pero también romántica, aunque inicialmente con visos de imposibilidad física, o, al menos, dentro de los actuales parámetros imperantes de moralidad, y más aún en una sociedad tan rígida socialmente como la nipona.

La sentida ausencia del padre de la protagonista, muerto en la guerra de Corea, se simbolizará con esas banderas que la chica iza cada día en la terraza de su hogar, esas banderas que juegan el papel de faro al que debería dirigirse el padre, que ya no vive, si viviera, manteniendo con ello una tradición no por más desesperanzada menos necesaria.

En nuestra opinión, La colina de las amapolas, sin ser un film deleznable, tiene un interés inferior al de la media de las producciones de Studio Ghibli. Su historia, un tanto evanescente, aunque conecta con los intereses y preocupaciones de los directores y productores de Ghibli (como la mentada nostalgia por la ausencia de progenitores), parece estirada, quizá no hubiera tema como para un largometraje. Tampoco ayuda mucho la tópica resolución de los amores imposibles de los medio hermanos, resuelta con una solución que parece más de telenovela barata que de las originales, imaginativas historias de uno de los estudios de animación más estimulantes del mundo.

(23-04-2020)


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91'

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La colina de las amapolas - by , Apr 23, 2020
2 / 5 stars
Muchacha que iza las banderas