Pedro Masó fue un habilidoso productor español que empezó en esta faceta profesional en los años cincuenta, y que a partir de los años setenta comenzó también una carrera como director. Como productor tuvo buen olfato comercial, y ha de reconocérsele que produjera algunos títulos de interés como el thriller 091, Policía al habla (1960), aunque en general su cine fue de corte popular y de poca entidad.
En su faceta como director, tras algunas comedietas, dio el campanazo comercial con Experiencia prematrimonial (1972), muy conservadora en lo sexual a pesar del llamativo título, abriéndole una veta que Masó, siempre tan atento a estas señales, no desaprovecharía. Así, tras el éxito comercial (y estruendoso fracaso crítico) de la muy tramposa Las adolescentes, que era pornografía “soft” aunque se vistiera de gazmoñería biempensante, y el fiasco (en todos los campos) de la aún más endeble La menor, el avispado Pedro Masó lleva a la gran pantalla La Coquito, la biografía camuflada de la Bella Charito, una popularísima cantante de cabaret que en los años diez y veinte del siglo XX convulsionó la vida alegre y disoluta (dentro de lo que cabe...) de la capital de España.
Pedro Masó y su coguionista Antonio Vich se basaron en la novela homónima del escritor de humor erótico Joaquín Belda, que rebautizó en su texto como La Coquito a la famosa diva para evitarse problemas, dado que la publicó en 1915, en la misma época en la que la exuberante cantante era todo un fenómeno en el Madrid de principios de siglo
Se cuenta la azarosa existencia de esta mujer de bandera, su vida disipada y la tutela mercenaria que le hacía su madre. Por supuesto, lo que realmente le interesaba a Masó como productor y director era hacer un producto erótico pero fino, con su nuevo descubrimiento, Iliana Ross, una chiquita hispanoamericana de voluptuosidad desarmante (o quizá justamente lo contrario, para ser más exactos...), que tuvo una cortísima carrera cinematográfica, interpretando, además de este título, otro para Masó, Puente aéreo (1981), también manifiestamente prescindible. Lo mejor, por supuesto, la aparición de la gran Amparo Rivelles en un papel para lucirse, y que ella, desde luego, no desaprovechó.
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