El sacro nombre de Eric Rohmer es invocado inevitablemente a la hora de hablar sobre esta pequeña pieza, que ha tenido cierta repercusión por su estudiada espontaneidad, innata virtud en la filmografía rohmeriana. Pero está claro que para un realizador no basta con mimetizar la creatividad de otros: ha de metabolizar influencias y a partir de ahí hacer algo distinto, suyo, propio. Christian Vincent, el director de "La discreta", lo consigue a medias. Aunque el relato se deja ver con la naturalidad de las comedias ligeras de Rohmer, le falta esa enjundia oculta que abunda en las obras del maestro de "La rodilla de Claire".
El argumento gira en torno a los sentimientos: un hombre cree enamorarse de la mujer equivocada. El tiempo tal vez dirá lo contrario. Cine europeo al ciento por ciento, "La discreta" es agradable de ver, y la presencia del rohmeriano Fabrice Luchini acentúa su cuidado parecido.
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