De todos es conocido que la industria cinematográfica hindú es la más importante del mundo en términos cuantitativos de producción. Las productoras indias, conocidas globalmente como Bollywood, ruedan anualmente más de mil películas, si bien es cierto que, en general, se trata de productos conservadores, tanto temática como estéticamente, productos que perpetúan los clichés perennemente machistas de una sociedad anclada aún en los peores tiempos en los que la mujer era subalterna del hombre y su vida dependía en todo y por todo del varón de turno, fuera padre, hermano, novio, marido o hijo.
La estación de las mujeres no es una gran película, pero sí tiene como importante valor el hecho de poner el acento precisamente en esos aspectos aberrantes de una sociedad que se tiene por humana, cuando posterga a la mitad de su población sólo por su sexo. Dirigida por una mujer, Leena Yadav, que procede del campo del montaje, y que con este filme hace su tercer largometraje como directora, La estación de las mujeres se diferencia entonces del resto de la produccion india en poner el acento en las desigualdades e injusticias que son consustanciales hogaño a la mujer en la sociedad india, antes que a tópicas historias románticas, fastuosos musicales y tremebundos melodramas, todos ellos contribuyentes netos a perpetuar la odiosa estructura abusivamente patriarcal del país.
Parched cuenta la historia de cuatro mujeres interconectadas: la madre del hijo adolescente que se entrampa para casarlo con una joven del poblado vecino; la muchacha con la que lo casa, enamorada desde la infancia de otro; la esposa supuestamente estéril que por ello soporta las diarias palizas de su marido borrachuzo y estúpido; y la bailarina de un espectáculo erótico, aherrojada al papel de puta del que parece no poder escapar. Todas ellas estarán enlazadas por la amistad, pero también por su creciente convencimiento de que su papel subordinado con respecto a los varones no hará sino perpetuar su sufrimiento, su desdicha, no hará sino impedir su realización como personas.
No es un filme exquisito: Leena Yadav narra con cierta solvencia y no comete faltas de ortografía apreciables en la puesta en escena, pero no se puede decir que vaya a pasar a ninguna Historia del Cine. Pero te gana la película por su (a nuestros descreídos ojos occidentales) moderada apuesta por la mujer, por su denuncia de una realidad atroz, que ya bien avanzado el siglo XXI sigue ocurriendo en demasiados lugares del mundo. Que, como dice en un momento dado uno de los personajes del filme, se pueda seguir considerando a la mujer como "una cabra inútil", da idea de lo necesarias que son películas como ésta en una sociedad tan brutalmente enraizada en un pasado de costumbres abyectas.
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