En 1963 Robert Wise conseguiría una de sus mejores películas con la terrorífica The haunting, basada en un relato de Shirley Jackson. Aquel notable filme ha sido ahora versionado de nuevo en esta película de Jan de Bont que, sin llegar ni mucho menos a la altura de su original, no está carente de atractivos. Lo mejor, es, sin duda, los momentos de inquietud, logrados curiosamente no con el Malo, el espectral pero tópico ogro de la función, sino con los niños muertos y aterrorizados por no poder escapar de su maldición, que toman formas sinuosas y aportan un elemento de desasosiego no despreciable.
Menos afortunado es el guión, al que le hubiera hecho falta una revisión a fondo para eliminar tópicos y sustos innecesarios y previsibles. Pero el conjunto, sin ser nada del otro jueves, mantiene razonablemente el interés del público y, por una vez, no cae en la lamentable tendencia del cine de terror moderno, que identifica dar miedo con provocar repugnancia.
El director Jan de Bont se recupera algo de su anterior patinazo, Speed 2, aunque confirma que lo suyo no es precisamente el cine sutil. Buen trabajo actoral de Lily Taylor, una espléndida actriz que hace bien cualquier papel; por debajo de ella, Liam Neeson, que no se cree demasiado su personaje, y Catherine Zeta-Jones, tan carnal como siempre pero que no convence en su supuesto rol de bisexual.
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