Pelicula: No me imagino a Carlos Sorín dirigiendo “Lo que el viento se llevo”, con sus cuatro horas de duración; y eso es porque este cineasta argentino de tardía vocación (su primer largo lo hizo a la provecta edad de cuarenta y dos años, cuando otros tienen ya una larga carrera tras de sí), a lo que se ve, donde se siente a gusto es en películas de metraje reducido, o, en su defecto, en largometrajes que combinan microhistorias en un contenedor más amplio. Algo así sucedía en “La película del rey”, donde coexistían dos líneas argumentales, la del equipo de rodaje que rodaba esa película, y la de la historia de ficción rodada, entre las que nunca habían intersección, más allá de que los actores en la primera de las líneas argumentales fueran los personajes en la segunda. En “Historias mínimas” hacía un filme con tres episodios de corta duración, donde Sorín daba lo mejor de sí mismo. Incluso en “Bombón (el perro)”, estábamos otra vez ante una historia argumentalmente mínima.
Parece que Sorín, con buen criterio, ha decidido explotar esa veta, que tan bien se le da, de cine hecho con pocos materiales argumentales, de escenario e incluso de diálogo, cine más de imagen que de palabra. Pero en el caso de este “La ventana” no parece que la jugada le haya salido demasiado bien.
Tiene dicho Sorín que su nueva película, de alguna manera, es deudora de la espléndida “Fresas salvajes” de Bergman. Hombre, es cierto que aquí hay un anciano al final de su vida, como en la historia bergmaniana, pero también que el tono es bien distinto: en Bergman había todo un universo filosófico, casi metafísico, y no se recurría a la emoción en ningún momento, cosa que sí hace Sorín, aunque con mucha sutileza, en su filme. Tampoco la materia argumental daba para mucho: aquí se trata del último día de un viejo atado a la cama, en la inmensa Patagonia, cuando su hijo, con el que está distanciado, acude a visitar a su progenitor, tal vez presintiendo que será el último encuentro.
Pero el cine apenas surge a ráfagas. Lo hay, y muy hermoso, en la secuencia en la que el viejo abandona, a hurtadillas, la casa, un enclenque esqueleto humano que se tambalea con un soplo de aire, pero que consigue dar un paseo, en soledad, por la infinita pradera patagónica, gozando por última vez del sol de mediodía, del viento en el rostro, del arrullo de las flores con la nostálgica brisa; bucólica estampa, es también una endecha, un canto fúnebre bellísimo que, sin embargo, no se compadece con el resto de la trama, que resulta ser de lo más vulgar: lo es el personaje del afinador de piano, claro relleno para llegar a un metraje más o menos comercial; lo son las vulgares tribulaciones de la recién conocida nuera del protagonista, a vueltas con su móvil de última generación en el culo del mundo, donde la palabra “cobertura” tiene que ver más con las mantas con las que cubrirse de un frío polar en invierno que con la existencia de señal de línea telefónica inalámbrica.
Un final sorprendentemente en anticlímax, pero muy hermoso (ese momento de la muerte tan temida, tan esperada, reflejado en las caras de los prójimos –en su sentido más etimológico, el cercano, el próximo-- ), vuelve a levantar el tono de un filme que da menos de lo que parece, el canto elegíaco de un hombre al final de su vida, estragado por la vejez, por la enfermedad, cuando sólo queda un recodo en el camino tras el que espera quien sabe si la vida eterna o simplemente la nada.
Nota a pie de página: decíamos que “La ventana” dista mucho de ser “Fresas salvajes”, lo cual seguramente es una obviedad; sin embargo, hay algunas concomitancias; por ejemplo, el hecho de que en ambos casos sus protagonistas sean hombres vinculados al cine que descollaron en facetas no estrictamente interpretativas: Victor Sjöström, el personaje central del filme de Bergman, fue, ante todo, un gran director del cine mudo sueco, con una obra maestra en su haber, “El viento”; es cierto que también tuvo una andadura como actor, pero su fama y su prestigio se lo debió, fundamentalmente, a su feraz carrera como director; Antonio Larreta, el protagonista de “La ventana”, es un novelista y dramaturgo uruguayo que vivió durante años en España, donde consiguió el premio Planeta con “Volavérunt”, y donde mantuvo una estrecha colaboración con Pilar Miró, de la que fue guionista habitual; hasta ahora, Larreta no tenía experiencia como actor, y hay que decir pronto que se nota, porque a este (también) anciano estragado se le aprecia la falta de experiencia y, con frecuencia, parece el actor aficionado que es, por más que en su juventud ejerciera como aguerrido crítico de cine en su país natal.

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75'

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La ventana - by , Dec 13, 2009
2 / 5 stars
Historia (demasiado) mínima