Pelicula:

Roberto Andò es un guionista y director que empezó en el cine como ayudante de gente tan importante como Fellini, Bellocchio o Coppola. Además de su faceta cinematográfica, es también director teatral y operístico. Quiere decirse que es un hombre de anchurosa base cultural, casi renacentista, un intelectual que, sin embargo, me temo que en cine no termina de redondear una carrera realmente interesante. Como director su filmografía es todavía relativamente corta (sobre todo si tenemos en cuenta que está próximo a cumplir los sesenta años cuando se escriben estas líneas), con solo seis largometrajes de ficción, aparte de algunos documentales y cortos. Su mayor momento de gloria, al menos hasta ahora, tuvo lugar hace unos años con el estreno de Viva la libertad (2013), que consiguió algún premio David de Donatello y tuvo cierta repercusión crítica y mediática, una farsa sobre un político que desaparece y es sustituido por su gemelo, que resulta ser todo lo contrario de su hermano.

En Las confesiones Andò nos cuenta una historia ficticia pero con ribetes que podrían ser reales. Estamos en una reunión de los ministros de Economía del G8, el grupo más poderoso del mundo en términos económicos; asiste también, como un miembro más de oficio, el director del Fondo Monetario Internacional, el (en muchos casos) temido FMI. Un monje italiano que ha sido invitado al evento es llamado de madrugada por el jefe del FMI para confesarse…

El problema del filme de Andò es, quizá, su impostación. Se nota que su director quiere hacer su “gran película”, sobre un gran tema, la forma en la que el sistema opera en su propio beneficio y maniobra impunemente contra la humanidad, mayormente contra los más desfavorecidos por la fortuna. Encomiable intención, sin duda, además tan ajustada a la realidad. Otra cosa es que en cine este tipo de tesis hay que canalizarla adecuadamente, hay que encontrar el tono y la forma de expresarlo. Aquí Andò parece más preocupado porque los diálogos de los personajes parezcan muy sesudos, muy sabios, porque todos los representantes del poder aparezcan como tipos infectos (que lo son, dicho sea de paso, pero no se puede usar la brocha gorda cuando lo que procede es el finísimo pincel), guardianes de mil y un arcanos, los amos del mundo, o los vicarios de los auténticos amos del mundo, que por supuesto no se sientan en las reuniones del G8, ni siquiera en el Despacho Oval.

Suena todo a artificial, entonces, como a falso, y no hay peor cosa para la verdad que suene a apócrifa. En cuanto a género, juega a ser a ratos un thriller, en otros momentos un drama, incluso parece ser a veces una experiencia religiosa (no, no hablamos de Enrique Iglesias…). En realidad, no se sabe muy bien qué cosa es Las confesiones. Por usar referencias de toda laya, incluso se cita a Hitchcock y su Yo confieso. Los personajes son hueros, vacíos, mera fachada de los supuestos poderosos; el único que tiene cierto peso es el rol del monje, a pesar de que también está dibujado como un personaje cuasi taumatúrgico, quizá el único capaz de oponerse al poder terrenal de los hombres y mujeres teóricamente más influyentes del mundo.

La envoltura formal es muy correcta: Andò no es un estilista, pero el filme está solventemente contado, y la historia se sigue con facilidad, a pesar de que el guionista y director pareciera que, de vez en cuando, busca hacer abstruso lo que podría ser límpido y claro: ya lo decía el clásico, ya que no somos profundos, al menos seamos oscuros… En cuanto a los personajes, llama la atención el del director del FMI, una institución cuyas tres últimas cabezas rectoras no se puede decir que hayan sido unos dechados de honestidad: Rodrigo Rato, encausado en España por varios delitos contra la Hacienda pública, además de otros de los denominados “de cuello duro”; Dominique Strauss-Kahn, juzgado hace unos años por un intento de violación en un hotel de Nueva York, que hizo salir a la luz el hecho (conocido, según parece, por sus pares, a los que parecía darle igual) de que era un sátiro redomado que abusaba de su poder; y Christine Lagarde, que cuando se escriben estas líneas también está siendo investigada por algunos oscuros asuntos de la época en la que fue ministra del gobierno de Francia. Así las cosas, el director del FMI que compone Daniel Auteuil es casi un bendito, una hermanita de la Caridad…

En cuanto a los intérpretes, Toni Servillo, como siempre, está excelente, un monje de hablar pausado y susurrante, quizá la voz de Dios en ese infierno con bellísimos paisajes donde se reúne el G8, ese círculo del averno que no hubiera sido capaz de imaginar el Dante. Del resto me quedo con Auteuil, siempre tan seguro y tan buen actor.

Lástima de oportunidad: está por hacer la película que revele la verdadera naturaleza del poder, del Poder. Claro que quien la ponga en una pantalla, de verdad, tendrá los días, los minutos, los segundos contados…


Dirigida por

Género

Nacionalidad

Duración

108'

Año de producción

Trailer

Las confesiones - by , May 28, 2017
1 / 5 stars
La verdadera naturaleza del poder