Esta película está disponible en el catálogo de Filmin, plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD).
El tema del exorcismo está ampliamente tocado por el cine, si bien sobre todo en su vertiente de ficción, mayormente dentro del género del terror. El film del tema por antonomasia es, lógicamente, El exorcista (1973), dirigida por William Friedkin, sobre la novela homónima de William Peter Blatty, que años más tarde llegó a ponerse él mismo tras las cámaras para rodar su particular aportación al asunto, El exorcista III (1990). En el género del documental los films sobre esta temática son bastante menos frecuentes. Uno de ellos es este Libéranos, que nos muestra varios rituales de exorcismo en la isla de Sicilia, bajo la batuta de varios curas, aunque fundamentalmente el de mayor presencia en pantalla (podríamos decir también el más carismático, aunque las razones de ese carisma sean un tanto peculiares…) es el Padre Cataldo.
El film se inicia con un exorcismo que se realiza en un templo católico sobre una mujer de cierta edad, que grita como una posesa (lógicamente…) cuando el sacerdote invoca a Dios y a toda su corte celestial poniéndole una mano en la cabeza. A partir de ahí asistiremos a muy diversos momentos de personas relacionadas con los exorcismos, desde los creyentes que acuden desde muy lejos para que los atienda el Padre Cataldo, hasta el punto de tener que hacer una cola para cada día, hasta fragmentos de exorcismos realizados sobre hombres y mujeres, bien en la soledad del templo, bien con la iglesia abarrotada, momentos que son, seguramente, los más impactantes, cuando varios de estos presuntos poseídos se revuelcan por los suelos con grandes aspavientos, entre el estupor general.
Hay otras escenas que se apartan de los sitios sagrados donde tienen lugar los exorcismos, como las casas de algunos de los supuestos endemoniados, donde sus familiares proceden a rituales esotéricos que pretenden ayudar en la tarea de expulsar a los demonios del sujeto, o el vehículo en el que se desplazan los exorcistas y hablan sobre sus tareas en esta llamativa área del sacerdocio.
Pero lo cierto es que se echa en falta algún tipo de intencionalidad en el film. No parece que la directora, Federica di Giacomo, ni su coguionista, Andrea Osvaldo Sanguigni, tengan ninguna opinión al respecto, o si la tienen, no nos la muestran. Así las cosas, tenemos más la mirada del entomólogo que la del artista: la directora nos muestra escenas de estas cotidianas tareas eclesiales, o de los poseídos en sus momentos buenos, cuando parecen almas benditas que fuman, beben y despotrican (como seres humanos, no como endemoniados), pero no hay ningún aliento ni crítico ni de apoyo a este fenómeno que, ciertamente, aunque parezca de otra época, está teniendo ahora un extraño “revival”: quizá en tiempos en los que la angustia de vivir se hace cada vez más patente y la ciencia se muestra impotente ante tanto problema psicológico, la tentación a la religión, a creerse poseído para explicar lo inexplicable, es plausible (no digo razonable: eso estaría fuera de cuestión…).
Sin que Di Giacomo apunte nada, sin embargo se puede intuir, incluso a su pesar, que los supuestos posesos son, en buena medida, personas que necesitan llamar la atención, personas que se sienten olvidadas, o preteridas, o dejadas de lado, y cuyas psicopatologías, seguramente ciertas, les sirven para, con un tono un tanto exhibicionista, concitar sobre ellas la mirada de los demás. Es posible que haya otras explicaciones, pero la tendencia al “numerito” que con tanta frecuencia ejecutan (y más teniendo en cuenta que son plenamente conscientes de que están siendo grabadas por el equipo del documental), alienta la impresión de que se está ante una impostura, un fingimiento: todos queremos ser queridos, o al menos ser el centro de atención de los demás. Cada cual tiene su forma de lograrlo. No diré que la de estas personas sea mala: las hay mucho peores, y en su caso no hacen daño a nadie. Pero parece que los tiros van por ahí. También cabría apuntar como motivación de estas presuntas posesiones la atribución a ellas de los comportamientos nefastos de ciertos individuos; así, uno de los que acude al Padre Cataldo en busca de remedio para sus males, un tipo tatuado, con gorra hip-hop y medio kilo de hierro en la cara, al que uno no le gustaría encontrárselo a la vuelta de la esquina a las dos de la mañana, justifica por teléfono ante su ¿madre? ¿novia? ¿mujer? los malos tratos que le inflige aduciendo que no es él, que es el demonio que le posee...
Llama la atención el tono cutre de muchos de estos exorcismos y, sin embargo, por contraposición, resulta chocante el adelanto tecnológico que supone ver al Padre Cataldo exorcizar… ¡por móvil! Para que luego digan que la Iglesia (y no digamos el demonio, que le contesta entre lo que se adivinan espumarajos virtuales…) no se ponen al día…
Film interesante aunque quizá insuficiente, se echa en falta algún tipo de posicionamiento por parte de sus autores; lo que nos aporta es atractivo, pero hubiera sido necesario ahondar más en las causas de que, en pleno siglo XXI, la superstición del exorcismo, lejos de batirse en franca retirada, como parecería lógico, esté cada vez más en boga. Seguramente será una consecuencia de la creciente estulticia de la gente, de la cada vez más alarmante aculturización del pueblo llano, ese que, por supuesto, no interesa al Poder que piense por sí mismo. En cualquier caso, Libéranos es una estimable aportación al vidrioso, telúrico, con frecuencia casposo universo de los exorcismos.
Al comienzo del film aparecen unos versículos de la Biblia, en concreto del Libro de Job: le pregunta Yahvé al demonio: “¿De dónde vienes, Satanás?”, y el diablo le contesta “De vagar por la tierra de un lado a otro”… Pues todavía está vagando, a lo que se ve…
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