Parece que el estado de gracia en el que se concibió y realizó El hijo de la novia ha tocado a su fin. Rodada esta Luna de Avellaneda una vez conocido el estrepitoso éxito de crítica y público del anterior filme, la impresión que da es que se ha querido hacer algo parecido, sólo que a mayor escala, más grande, un rizo más rizado... En estos casos, lo habitual es meter la pata. Y no es que la nueva película de Juan José Campanella, con gran parte del equipo de su gran éxito (entre otros el protagonista, Ricardo Darín, un auténtico fenómeno popular, al menos en España, donde se ha consolidado como un rostro famoso, al menos en ciertos niveles) sea un fiasco; no lo es, tiene sus apuntes interesantes, pero le falta la credibilidad, la naturalidad que tenía El hijo..., aquellos diálogos chispeantes, aquella gracia en las situaciones creadas. Aquí todo parece mucho más prefabricado, desde el propio protagonista, nacido literalmente en el Club Luna de Avellaneda del título, y por ello socio vitalicio, cuya vida, pareja con la del club (y con la de la propia Argentina, de la que la película es un trasunto apenas velado) es un desastre, hasta su mejor amigo, interpretado por Eduardo Blanco, aquí aún más zarrapastroso y tarambana que en El hijo.... Pero la propia historia tiene incoherencias no aclaradas, con varias líneas argumentales alrededor del personaje central, algunas de las cuales poco aportan, como el postizo romance (más bien sólo sexo) con su amiga separada. El final pretende ser ilusionante, tras un baño de realidad para el protagonista, el club y, crípticamente, la propia República Argentina. Pero ese final que pretende recordar que aún hay esperanza para ese gran pueblo, que todavía se puede volver a empezar, resulta también un tanto forzado, cuando ya parecía que estaba todo el pescado vendido... Así las cosas, Luna de Avellaneda es una película esforzada, no redonda ni probablemente atractiva, demasiado larga en sus ínfulas de agrandar el éxito de su anterior filme; pero, como toda obra que trata de sentimientos humanos, y lo hace a calzón quitado, no sería justo despacharla con una media estocada y un descabello, si me permiten el símil taurino. No es El hijo de la novia, pero la anima el mismo espíritu. No será lo ideal, pero quizá sea lo posible (otra lectura, y van..., sobre ese gran país que es Argentina).
Luna de Avellaneda -
by Enrique Colmena,
Nov 21, 2004
2 /
5 stars
Se acabó el estado de gracia
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