Pelicula:

Esta película se ha podido ver en la Sección Oficial del 15º Festival de Cine Europeo de Sevilla (SEFF’2018).

Uno de los temas más lacerantes de nuestro tiempo es el descubrimiento de que una organización que, teóricamente, predica el amor a la Humanidad y el fomento de los valores positivos de la persona, como es la Iglesia Católica, sin embargo durante muchos años ha sido el ámbito en el que muchos de sus representantes han cometido graves delitos (y pecados, que para ellos debería ser incluso peor) abusando de los niños que una confiada sociedad ponía en sus manos. Esa lacra de la pederastia en el seno de la Iglesia, que nos bombardea un día sí y el otro también con nuevos casos generalizados en distintos países, tiene como estrambote no sé si aún peor el hecho de que por parte de las jerarquías de la confesión papista se optara por el silencio cómplice, por el encubrimiento para no perjudicar a la entidad, aunque ello supusiera no solo dejar impunes a los felones abusadores, sino también que estos pudieran seguir haciendo de las suyas en otros lugares donde sus infamias no eran conocidas.

Pues M, este documental de la directora francesa Yolande Zauberman, nos cuenta que esa abominación de la violación de niños por parte de miembros de una determinada religión no es, ni mucho menos, exclusivo de la Iglesia Católica. Centrándose en uno de los niños abusados, Menahem Lang, ahora ya adulto y con 35 años, Zauberman se sumerge en un mundo de pesadilla, el que, según nos cuenta Lang, pero también otros testigos que aparecen en el film (a veces sin dar la cara, otras prestándose a ello sin problema, tal vez sin darse cuenta de la barbaridad que están confesando), ha sido una corrupción generalizada dentro del judaísmo ortodoxo, en las comunidades hasídicas que supuestamente guardan las esencias de la religión mosaica. Según descubrimos aquí, además de leer la Torá, en las sinagogas del más estricto rito judío también se dedicaban a violar niños, con una generalización más que sospechosa.

Zauberman tiene ya una larga trayectoria como directora, tanto de documentales, como es el caso, como de films de ficción. Sus películas giran con frecuencia en torno a temas sociales, y en especial sobre el lacerante tema de las relaciones judío/palestinas, con algunos títulos tan llamativos y provocativos como Would you have sex with an arab? (2011). Zauberman se formó junto a Amos Gitai, uno de los grandes, si no el que más, de los realizadores israelíes. Aquí la directora opta por un tratamiento formal con aspecto casi amateur, con fotografía de mucho grano y dispositivo de filmación que aparenta ser no profesional (o está trucado para que así lo parezca), rodando cámara en mano y con un desaliño formal evidentemente buscado; con ello Zauberman quiere centrar su tiro en las palabras de Menahem Lang, el protagonista absoluto, un hombre que pasó las de Caín (nunca mejor dicho...) en su infancia en una comunidad hasídica, siendo violado por tres hombres distintos. Esos hechos le marcaron y le condicionaron en su vida como adulto, hasta que, según él mismo cuenta, ha sido capaz de superarlo, no sin graves dificultades. Utilizándolo como hilo conductor, Zauberman pone su cámara delante de otros adultos que fueron también violados en su infancia, algunos de los cuales confiesan que, ya de mayores, ellos también cayeron en lo que llaman “el círculo vicioso”, niños violados que de adultos se convierten en violadores de niños, y así sucesivamente.

Devastador en su mensaje, sin aspavientos, solo con la fuerza de lo que se nos cuenta como si fuera en conversaciones privadas que los participantes en el film tuvieran en la intimidad de sus reuniones de amigos, M resulta ser una película que nos vuelve a situar en esa posición en la que, con tanta frecuencia, uno abjura de su condición de humano y desea que Trump, o Putin, le dé al botón y todos nos vayamos al magma inicial del que seguramente no debimos salir. Si aquellos supuestamente ungidos por Dios, o por Yahveh, que debieran de velar por hacer personas cabales de los hijos de sus prójimos, de sus amigos, resulta que los lastiman gravemente hasta convertirlos en seres con heridas psíquicas de imposible cicatrización, ¿no deberíamos reconsiderar nuestra primacía sobre la Tierra? ¿Cómo se puede predicar ningún tipo de moral si pisoteamos abyectamente lo más puro que tenemos?

Zauberman va dosificando las declaraciones de las personas que van interviniendo, de tal forma que tras los primeros que van narrando las forzosas experiencias de sexo a las que fueron sometidos de niño, otros van también contando cómo ellos cometieron tales crímenes, e incluso aparecerá el padre de Lang, con el que este se enemistó a raíz de no concederle credibilidad a su denuncia de abusos en su infancia.

Lástima que, quizá como peaje para que la poderosa comunidad ultraortodoxa haya dejado que se filme en su seno y que algunos de sus miembros aparezcan en pantalla haciendo contrición por sus pecados, Zauberman termine el film con cinco minutos que parecen un pegote, una apostilla más falsa de Judas (ya que estamos....), en la que, supuestamente, se nos dice que cosas como las aquí delatadas ya no suceden en las sinagogas, y que Lang se ha reconciliado con su padre (y fueron felices y comieron perdices...). Lástima que la directora haya tenido que (metafóricamente) bajarse los pantalones en ese final que suena a apócrifo. Tal vez pensó, quizá no equivocadamente, que el espectador apreciaría que, efectivamente, esos últimos cinco minutos es el precio a pagar por los anteriores cien minutos, y que sabría, como sabemos, que “el círculo vicioso” sigue, y seguirá por los siglos de los siglos. Porque, según parece, la atracción del mal, incluso por los supuestos hombres de bien, es, y será, irresistible.

Putin, dale al botón...


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Duración

105'

Año de producción

M - by , Nov 18, 2018
3 / 5 stars
Abyección en la sinagoga