Madeleine Collins

Estreno en Filmin.

Antoine Barraud es un cineasta francés que cuando se escriben estas líneas va a cumplir 50 años. Empezó como guionista todavía en el siglo XX, para, ya en el XXI, pasarse también a la dirección. No es demasiado prolífico: este Madeleine Collins es su cuarto largometraje de ficción en una carrera como director que ya se acerca a las dos décadas. Esta es la primera película suya que se estrena en España, y lo cierto es que, viéndola, se entiende el por qué...

La acción se desarrolla en nuestros días. En Suiza, conocemos a Judith, una mujer francesa de algo más de cuarenta años, y al que parece su pareja, Abdel, algo más joven, y su hija Ninon, como de 5 años. Judith es traductora en eventos internacionales y, por ello, viaja con frecuencia. Pronto nos enteramos de que Judith tiene otra familia, formada por Melvil, su marido, y dos niños, uno adolescente y el otro más pequeño. La mujer lleva una doble vida entre ambas familias: Abdel sabe que Judith está casada con Melvil, y este, a su vez, conoce a Abdel, pero no que su mujer mantiene una relación de pareja y madre con la pequeña Ninon. Pero una situación como ésta difícilmente podrá tener mucho recorrido...

Barraud es un cineasta que, por lo que vemos en esta Madeleine Collins, confunde lo que es la profundidad y la intensidad dramática con el enrevesamiento, con el planteamiento truculento, que presenta mediante artificiales explosiones emocionales a las que aboca a sus personajes. Porque lo peor del caso es que el director ha contado con algunos de los mimbres indispensables para armar una película interesante: buenos intérpretes, entregados a sus papeles; una materia argumental curiosa, con una mujer demediada entre dos hogares, entre dos familias, entre dos amores, a ninguno de los cuales quiere renunciar; y un presupuesto aceptable, adecuado a las necesidades de la producción. Entonces, ¿dónde está el error? En nuestra opinión, en un guion manifiestamente mejorable, un guion que lo fía todo a la dicotomía de la protagonista yendo de una familia a otra, con azares, carambolas y chiripas con las que con frecuencia se va salvando “in extremis”, pero sin conferir a sus personajes auténtica carne, auténtica sangre. No nos terminamos de creer a esta mujer de mediana edad, con vida económicamente resuelta, cuyos actos resultan por lo general poco fundamentados, actos creados por el guionista (el propio Barraud) en su libreto cinematográfico, pero sin que se apoyen en la lógica y la coherencia, esas hermanas gemelas sin cuya presencia toda historia fílmica resulta inverosímil.

Una parte final en la que Barraud, arrastrado por las pasiones de los personajes (mayormente el principal, el de Judith, también conocido como Margot y al final como Madeleine Collins, para justificar el título...), se deja llevar a terrenos de la psicopatología desenfrenada, con tonos de chafarrinón, no mejora precisamente un film que en su primera parte, al menos, mantenía una cierta mesura, un toque de thriller emocional que, como pronto descubriremos, se pierde en el desenlace entre torpes gritos destemplados y fatuas escenas de acción de andar por casa.

Lástima de empeño, y lástima de intérpretes, con la siempre estupenda Virginie Efira, una de las mejores de su generación, aquí haciendo denodados esfuerzos para que su personaje pueda parecer una persona, palabras que tienen la misma raíz pero que es obvio no son la misma cosa... Nuestro Quim Gutiérrez está bien en su rol de inmigrante español en la idílica Suiza, y además aparece con un pequeño papel, que ella borda, como siempre, la gran Jacqueline Bisset.

Alguien ha osado mentar el sacro nombre de Hitchcock para aludir a esta Madeleine Collins; como castigo, nos conformamos con que en el infierno al que sin duda irá el interfecto, proyecten en sesión continua todas las películas de Mariano Ozores, Paco Martínez Soria y Esteso...

(19-01-2022)