Man on the moon

Hay cineastas que tienen una época de gloria y que después parecen diluirse como el azúcar en el café. El checo Milos Forman tuvo su edad de oro entre 1975 y 1984, años en los que ganó dos Oscars por Alguien voló sobre el nido del cuco y Amadeus, brillantes aproximaciones a temas tan distintos (tal vez no tanto) como la locura y la envidia, con otras películas también apreciables como Hair y Ragtime. Pero desde entonces el hombre no levanta cabeza: ni Valmont era más que una desvaída adaptación del clásico de Choderlos de Laclos, ni El escándalo Larry Flynt era otra cosa que una superficial provocación al puritanismo USA.

Con Man on the moon se confirma lo que ya intuíamos: Forman hace tiempo que perdió el norte, y tal vez por necesidades alimenticias (el hombre tendrá la costumbre de comer todos los días, como todo quisque), se ha lanzado a esta biografía de un cómico norteamericano, Andy Kaufman, de un humor más que dudoso, especializado en montar numeritos (allí los llaman "happennings") con supuestos enfrentamientos verbales e incluso físicos ante las cámaras, que resultaban ser siempre patrañas. Encontrar el humor en semejantes tonterías es labor digna de un Premio Nobel, pero al parecer se reían con él. Claro que el público americano es muy agradecido; si no, no se entiende cómo se carcajean con las gracias de tipos como Bob Hope, Chevy Chase o el propio Jim Carrey.

El problema de Man on the moon es que no te cuenta nada, salvo la vida anárquica y tempestuosa de este cómico que se especializó en hacer como el pastorcillo del cuento, aquel del ¡que viene el lobo!, hasta que cuando vino nadie le hizo caso, como no se creyó nadie que Kaufman enfermara de cáncer, aunque ésa vez el lobo sí había llegado. Sólo un comienzo ciertamente original y un final inteligente que deja una sugerente puerta abierta salvan una historia bostezante, a la que Carrey aporta toda su galería de gesticulaciones, aunque el hecho de que sea él quien interprete al comicastro de los "happenings" resulta finalmente perjudicial, porque vemos "a Carrey haciendo de...", y no nos terminamos de creer su identificación con el personaje biografiado.