Pelicula:

María Rosa es uno de los dramas más interesantes del escritor catalán Àngel Guimerà, una de las figuras señeras de la Renaixença, y también su obra teatral que más veces ha sido llevada a la gran pantalla. La más famosa de esas adaptaciones quizá sea esta que hicieron a mediados de los años sesenta Armando Moreno y su mujer, Nuria Espert, que a la sazón habían creado una productora, MEMSA, que ciertamente tuvo poco recorrido: sólo produjo un título más.

Armando Moreno, actor y director de escena, se estrenó como director de cine en este único film que dirigiría, y ciertamente, aunque tiene algunos vicios teatralizantes, se puede convenir en que se trata de una más que digna obra cinematográfica, sobre todo teniendo en cuenta el momento histórico en el que se rodó, con el franquismo campando por sus respetos, si bien es cierto que desde la llegada de Fraga en 1962 al Ministerio de Información y Turismo se había producido una cierta apertura en el régimen, en cuanto a censura, que permitió algunas osadías impensables solo algunos años atrás.

La película se abre con la lucha de dos hombres en agrestes riscos montañosos. Son Marçal y un prestamista. Finalmente, el primero mata al segundo, sin testigos. A la mañana siguiente asistimos al careo que, junto al cadáver aún caliente, en pleno campo, un juez hace con Andrés, sospechoso de la muerte del prestamista, al haberse encontrado el pañuelo manchado de sangre de su mujer, María Rosa, en el cuerpo del asesinado. El hombre es enviado a prisión y Marçal inicia discretamente su cortejo de María Rosa. Los tres, Andrés y ellos dos, eran íntimos amigos, pero Marçal ama en secreto a María Rosa y no ha dudado en hacer recaer las sospechas del asesinato sobre su amigo para despejarse el camino. Tiempo después llega al pueblo Salvador, ex compañero de Andrés en la cárcel, que cuenta que su amigo se está muriendo porque no quiere vivir así, encerrado. Salvador se enrola en la tripulación del barco de pesca de Marçal, aunque este intuye que puede ser un elemento que le estorbe para conseguir los favores de María Rosa...

Tiene María Rosa un tono como de tragedia griega, incluso en la segunda escena, la del careo ante el juez, con un simbólico aunque silente coro; claro que ese silencio es precisamente su función en este caso, callar ostensiblemente ante la suplicante llamada de la mujer para que atestigüen a favor del marido. Tras esa escena habrá otra de notable interés cinematográfico, en la que Marçal camina por las calles del pueblo y al pasar por cada casa escucha las conversaciones de los moradores de cada vivienda, todos opinando sobre lo que ha pasado con la muerte del prestamista y la supuesta culpabilidad, o no, de Andrés, en lo que resulta ser un curiosísimo caleidoscopio, un recurso no demasiado alejado del citado coro griego.

Hay un tono ciertamente folclorista, costumbrista, en el que Moreno reivindica veladamente el carácter catalán del drama y de la historia, con insertos de sardanas bailadas en el pueblo con motivo de las fiestas grandes, o con canciones típicas como la popular “Baixant de la Font del Gat” en la celebración de la boda de María Rosa y Marçal.

Hay muy interesantes referencias culturales: así, el nombre de Andrés, el marido de María Rosa, significa “hombre” en griego; y así es, es “su hombre”, el hombre de la mujer al que no quiere traicionar, ni aun muerto, aunque su cuerpo le pide otra cosa; Marçal es en español Marcial, o lo que es lo mismo, “guerrero”, y como tal guerrero matará al inicio del film para obtener su objetivo; Salvador, el amigo de Andrés en presidio, jugará el papel de “salvador”, lógicamente, intentando ayudar a María Rosa para evitar su caída en las redes de Marçal, pero finalmente también enamorado de ella, intentará ser su “nuevo hombre”. También es relevante que, de alguna manera, se está haciendo una versión libérrima de la historia de Caín y Abel, pues Marçal y Andrés eran como hermanos, y la traición del primero hacia el segundo no deja de ser una forma de eliminarlo, aunque no sea con una quijada de burro, como en la historia bíblica.

El corte del film, evidentemente ajeno al franquismo dominante en la sociedad española, y también al cine español de la época, se aprecia en algunos diálogos de corte izquierdista que salpican veladamente la trama, dichos como de pasada, sin subrayar, para no levantar sospechas en el censor de turno.

Moreno como director de cine utiliza con buen tino algunos recursos puramente cinematográficos, a pesar de su origen teatral; así, utiliza con profusión el primer plano, sobre todo en las escenas más dramáticas, como la del pésame a María Rosa por la muerte en prisión de su marido, con una letanía de “lo siento, María Rosa”, que se repite una y otra vez sobre el rostro arrasado de la mujer

María Rosa, sobre todo en la versión de Moreno y Espert, es fundamentalmente la crónica de una obsesión sexual, algo infrecuente en el cine español de la época. Se dan todos los elementos, incluso con temas tan controvertidos (colados de rondón) como el fetichismo en la ropa de Marçal que María Rosa le lava, o escenas como el pretendiente acariciándose el pecho mientras la mujer, en su habitación, piensa en él con el rostro desencajado y la boca entreabierta, trémula de deseo.

El hecho de que la resolución se ajuste a las convenciones de la época, con el castigo correspondiente del culpable, etcétera, no empece el interés de este film de alguna forma maldito, de escasa repercusión comercial y al que el régimen, evidentemente, no miró precisamente con afabilidad, sino todo lo contrario.

Gran trabajo, como cabía esperar, de una de las divas indiscutibles del teatro catalán y español, Nuria Espert, quien sin embargo ha tenido una carrera en cine relativamente escasa, nada comparable con su esplendorosa trayectoria en las tablas. Rabal, como siempre, estupendo, en un personaje que le iba como anillo al dedo, y al que él aportó su cualidad de macho total, un hombre que apenas podía contener su deseo irrefrenable por la mujer a la que ama volcánicamente. Del resto nos quedamos con el papel de Antonio Vico, que hace una especie de Pepito Grillo dramático, que hará el trabajo sucio cuando nadie quiera hacerlo, cuando todos miren hacia otro lado para dar por bueno el crimen sin castigo.
 


María Rosa - by , Aug 30, 2019
3 / 5 stars
Obsesión sexual en la España de Franco