Master and Commander. Al otro lado del mundo

Como si fuera un nuevo Ahab, el capitán Jack Aubrey, interpretado por Russell Crowe, también persigue una pesadilla, en este caso un cuasi fantasmal buque de guerra napoleónico, en vez de la mítica ballena blanca de Moby Dick. Eso sí, el protagonista es bastante más razonable y sensato que el legendario iluminado imaginado por la pluma de Herman Melville. Pero también éste perseguirá, más allá de toda lógica, al navío enemigo, en el marco de las guerras entre Francia y la coalición de países europeos que, finalmente, derrotaría a Bonaparte.

Vuelve el australiano Peter Weir a la realización, después de cinco años desde su anterior película, El show de Truman, y la verdad es que ésta tiene menor interés. Es cierto que se trata de un apreciable producto de aventuras marinas, que tan agradables suelen ser, pero también lo es que parece montado todo para la batalla inicial y la final, plenas de fuerza y espectacularidad, pero entre medias lo que hay son segmentos casi autónomos: la tempestad con el correspondiente hombre al agua, el guardiamarina gafe, el médico de aficiones naturalistas, el oficial impúber manco por la batalla... parece relleno para completar las dos horas largas de metraje, aunque se deslizan algunas ideas de interés: el patriotismo como nostálgico amor hacia la propia tierra y sus habitantes, la eterna pugna entre autoridad y libertad... todo ello alrededor de la figura legendaria para la tripulación de un capitán que resulta casi un superhombre, con ideas de estrategia y simulación que a buen seguro habría envidiado el propio Napoleón; claro que el Emperador no tenía un guionista que le escribiera las tácticas de batalla...