Open range

Parece que Kevin Costner es el único adalid que le queda al western; como actor ha interpretado cuatro títulos catalogables como tal, dos para Lawrence Kasdan: Silverado y Wyatt Earp; y los otros dos además también los ha dirigido: su gran éxito, Bailando con lobos, y este Open Range. Pero no parece que Costner termine de encontrar la senda adecuada. Esta su nueva película ha tenido una acogida comercial bastante aceptable en Estados Unidos, si tenemos en cuenta que partía de un presupuesto modesto, en el que se intuye que el propio Costner debió rebajar sustancialmente sus haberes como actor y director.

Dejando el billete verde aparte, lo cierto es que este western recuerda demasiado a otros muchos clásicos del género: se puede ir haciendo el recuento conforme transcurre el metraje, desde Dos cabalgan juntos a Solo ante el peligro, desde Río Bravo a Raíces profundas, por no citar otros títulos igual de evidentes. Puede argumentarse que no es copia sino tributo, y sería correcto. Pero la impresión que da es que se trata de un montón de homenajes que el guionista ha ido cosiendo entre sí, sin que exista detrás una historia mínimamente sólida: no nos terminamos de creer, probablemente porque no hay tal, las dos existencias supuestamente azarosas de la pareja protagonista, ese casi "matrimonio" que forman los dos vaqueros, según dicen ellos mismos en una escena. El presunto pasado tenebroso de Costner no es más que algo que él cuenta, pero sin verosimilitud, sin convicción.

Es verdad que se agradece volver a encontrarse con los paisajes que acunaron nuestra niñez en cines de barrio, con balaceras interminables, en las que los protagonistas apenas si sufren heridas (o, si las sufren, parecen sanar milagrosamente, como la del Jefe, al que pegan un tiro en el tórax y se queda tan pancho el tío), mientras que los numerosos enemigos caen como chinches; es cierto que la herencia del espagueti-western hace que ello hoy no sorprenda, pero en éste que se reputa western clásico, lamentablemente, rechina.

A pesar de todo, estamos ante una película hermosa, quizá en exceso lánguida y discursiva y con diálogos no precisamente afortunados. Tampoco ha sido un acierto, aunque eso es achacable al distribuidor, mantener el título original, cuando se podría haber traducido muy adecuadamente como "Campo abierto"; y es que, por lo visto, no hay forma de acabar con esta peste de títulos ingleses en España.