Oslo, 31 de agosto

Sobre la novela de Pierre Drieu la Rochelle, El fuego fatuo, el cineasta danés Joachim Trier (nada que ver con su casi homónimo Lars Von Trier) ha realizado su segunda película, un descenso a los infiernos de un drogadicto en rehabilitación, cuando, próximo a volver al mundo que lo corrompió, se da cuenta de hasta qué punto carece de asideros ahí afuera.

El filme comienza con un intento de suicidio (patético en su desesperanza, es cierto), con el protagonista intentando ahogarse en un río mediante el bastante descabellado procedimiento de llenarse los bolsillos de piedras y tomar en brazos él mismo un gran pedrusco, que supuestamente debería retenerle en el fondo (a condición de que no lo soltara, claro…). A partir de ahí, vivo aún y quizá espoleado por esa muerte frustrada, el joven intentará encontrar en el exterior, inicialmente a través de una entrevista de trabajo, las motivaciones que le mantengan en este mundo, una vez erradicada (en principio) su adicción a la droga, paraíso e infierno a un tiempo, su única razón de existir hasta meses antes, pero también la más segura forma de irse al otro barrio.

Pero esos asideros a los que el muchacho busca agarrarse se tornarán enseguida sumamente resbaladizos. Cuando ni el trabajo, ni la amistad, ni la familia, ni siquiera el amor, sean lazos que le retengan, quizá sea el momento de confirmar que no hay salida.

Realizada con una austeridad sin embargo no exenta de elegancia, la película del (casi) novato Trier está llena de buenos diálogos, una rara ave cada vez más infrecuente, en un cine, el europeo, que con demasiada asiduidad confunde los silencios vacíos con el súmmum de la trascendencia. Aquí, sin embargo, la densidad dramática, la tensión narrativa, la progresiva decadencia anímica del protagonista está preñada de palabras que nunca suenan a huecas.

Obra obviamente deprimente en su temática, planteamiento y resolución, confirma la dificultad del ser humano para encontrar su lugar bajo el sol, especialmente si han estado de por medio aquellas sustancias que producen una restallante dicha a corto plazo pero un seguro de muerte, o de infelicidad, a medio y largo plazo. Notable el protagonista, un Anders Danielsen Lie de aún corta pero ciertamente provechosa carrera.