Pelicula:

Esta película se pudo ver en la Sección Las Nuevas Olas del Sevilla Festival de Cine Europeo (SEFF'2015).


El cine iraní sigue con fuerza. Pasado ya el tiempo en el que se esperaba con mucho interés las obras de directores como Abbas Kiarostami o Yafar Pahani (quien por cierto ha pasado por un auténtico quinario en su país por su intento de hacer un cine algo más libre del que allí permiten), ahora son otros los cineastas de esa nacionalidad los que concitan expectación, como el estupendo Asghar Farhadi, pero también nuevas hornadas de directores, como Sina Ataeian Dena, que se estrena en el largometraje (antes había hecho un par de cortos) con esta película rodada en su país, sin permiso de las autoridades iraníes, y que resulta ciertamente muy estimulante.

El tema del film es, por supuesto, la asfixia de la mujer en el Irán de los ayatolás. Algunos amigos de la crítica, que han estado en aquella tierra, me cuentan que la situación de las féminas en el país persa es bastante mejor de lo que aparece en el film, pero me temo que hay dos cuestiones a tener en cuenta: por un lado, estos queridos amigos estuvieron en Irán en las épocas regidas por los reformistas Ransafyani y Rohaní (que es el actual presidente), mientras que la acción en el film, por lo que se puede vislumbrar en un noticiario que aparece incidentalmente, se desarrolla durante la etapa que gobernó el país con mano de hierro el ultraconservador Ahmadineyad. Pero además, en esto de la libertad me temo que no hay medidas: no se puede ser medio libre, o tres cuartos libre. Si existe algún tipo de restricción sobre cuestiones tan obvias como de qué forma quiere uno (una, más bien) vestirse, o si le place, o no, pintarse la uñas, o llevar el pelo al aire, eso es ya denunciable. Por supuesto que hay otras muchas cosas denunciables en nuestra sociedad occidental, donde no atamos los perros con longanizas. Pero, ¿quiere eso decir que tenemos que disculpar las represiones de otros? Me temo que no.


Con independencia del tema del film, lo cierto es que Paradise es, sobre todo, un brillantísimo ejercicio de estilo. Citar a Robert Bresson, el maestro de las elipsis, no es ocioso, pues el director iraní, que pareciera haber aprendido cine viendo las películas del maestro francés, hace todo un ejercicio de austeridad, de sobriedad. Comienza con una declaración de intenciones, y la primera escena está dada exclusivamente con sonido, sin imagen, sólo el diálogo de la protagonista con la funcionaria que la entrevista para autorizar, o no, su solicitud de traslado de su plaza de maestra de un colegio a otro más cercano a su domicilio, dado que la profesora vive muy lejos de su centro de trabajo y se lleva varias horas al día en diversos medios de transporte, in itinere, como dice la prosa laboralista. El diálogo con la funcionaria se centra abrumadoramente en cómo se debe llevar el hiyab, el velo obligatorio para las mujeres en Irán desde la llegada de los ayatolás al poder; al parecer eso es lo importante, no si la maestra es buena en el desempeño de su función. A partir de ahí conoceremos algo mejor a la protagonista, aunque la directora nos va dando la información a cuenta gotas, con pequeños detalles, con escenas que nos van rellenando, y no completamente, el perfil de esta mujer, ahogada por las restricciones públicas, cansada de la mojigata moral de un régimen teocrático que vela por el alma de sus ciudadanos, cuando haría mejor velando por su felicidad.

Es cierto que el director, aún neófito, no ha sabido podar el film de ciertas reiteraciones, como las continuas soflamas que la abadesa, digo la directora del colegio, lanza a sus pequeñas aprendizas de mujeres recatadas hasta la náusea. Pero aún así, Paradise, me parece un film valiente, inteligente, muy cinematográfico, honesto a carta cabal, incluso osado en los pasajes en los que la protagonista traba una amistad que pudiera parecer non sancta con un hombre maduro, un outsider, alguien tan distinto del gris, cetrino paisaje que la rodea permanentemente.


Sin ser una obra totalmente conseguida, Paradise es una película muy estimulante, con notable utilización de recursos puramente cinematográficos, cerrándose además con una poderosa, devastadora elipsis que hubiera firmado el mismísimo Bresson.


Eso sí: ¿había necesidad de sacrificar, en vivo y en directo, un cordero delante de las cámaras? ¿Cuándo llegará a Irán, también, la certeza de que maltratar animales para una película -- ni fuera de ellas tampoco, por supuesto-- es algo no sólo innecesario, sino cruel y que nos hace menos humanos? Las bondades del film, que son muchas, se ensombrecen con este manifiestamente prescindible degollamiento “ad hoc” de un ser vivo, inocente, ajeno a los manejos de los seres humanos.


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100'

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Paradise (2015) - by , Sep 24, 2019
3 / 5 stars
Bresson en Teherán