Pelicula:

Como la historia se repite, la crisis mundial cuyo comienzo se suele datar en 2008, coincidiendo con la quiebra del banco Lehman Brothers (aunque no fue esa su causa, ni mucho menos, como es sabido), propició en España una emigración cualitativamente distinta de la que existió en los años setenta; aunque entonces se exportó mano de obra barata y sin cualificar, y ahora licenciados universitarios, sin embargo con frecuencia han terminado haciendo trabajos de inferior entidad a su titulación. Como también sucedió en los años setenta, el cine se ha fijado en ese fenómeno, y si entonces se hizo ¡Vente a Alemania, Pepe! (1971), con Pedro Lazaga a los mandos y Alfredo Landa como protagonista absoluto, ya en la senda del landismo que fue su santo y seña durante casi toda la década, ahora lo hace de nuevo con esta Perdiendo el Norte, donde aquellos catetos con boina han sido sustituidos por jóvenes sobradamente preparados que creen que en la tierra de los germanos se atan los perros con longaniza (o con salchichas de Frankfurt, que es más propio), para encontrarse que, como era de prever, en todos lados cuecen habas (ya que estamos con los dichos gastronómicos…).

Hugo y Braulio, jóvenes licenciados españoles, pierden sus trabajos por mor de la crisis y los recortes; dan entonces en emigrar a Alemania, donde todo parece tan fácil y donde creen que encontrarán trabajo de nuevo sin problemas y esperan poder llegar a cumplir sus sueños y aspiraciones. Pero cuando llegan al país teutón, verán que las cosas no son tan sencillas, ni mucho menos…

El problema de Perdiendo el Norte es que su director, Nacho G. Velilla, no es precisamente un genio en su oficio; procede del guion, faceta en la que se curtió en series televisivas como Médico de familia, 7 vidas y su spin-off (que terminó siendo más famosa que su original) Aida, y como tal tiene buena mano para enhebrar historias curiosas y divertidas; otra cosa es cuando tiene que poner en imágenes esas historias, en cuyo momento demuestra que ese oficio no es el suyo: carece de la gracia alada que requiere la dirección de comedias, como ya demostró en títulos anteriores como Fuera de carta (2008) y Que se mueran los feos (2010). Así las cosas, más de la mitad del filme resulta de lo más soso y sin gracia, aunque en el último tramo, también al tomar aire un guion más bien esclerótico, la película alza un poco el vuelo y se termina de ver con benevolencia y algunas sonrisas. Poco bagaje, sin duda, para un tema lacerante: que una sociedad prepare –y se gaste unos recursos que no tiene— a su juventud, para que esta se frustre en trabajos sin cualificar en otro país, debería producir otro tipo de película que no fuera esta comedieta que solo pretende reventar las taquillas (lo que, dicho sea de paso, ha conseguido…).

Yon González no parece haber sido llamado para la comedia. Julián López, que sin embargo sí es un actor cómico, aquí no parece estar en su mejor momento, lastrado por un personaje en el que no está a gusto nunca, y con unos diálogos tirando a espantosos. Blanca Suárez, aparte de lucir palmito, también parece confirmar su poco apego a los papeles de comedia. Nos quedamos, en todo caso, con un José Sacristán, tan sabio como siempre, y que constituye, quizá sin pretenderlo el director, el nexo de unión con ¡Vente a Alemania, Pepe!, en la que también trabajaba como actor. En cuanto a Javier Cámara, decir que está espléndido no es nada nuevo, ¿verdad?


Perdiendo el Norte - by , May 13, 2017
1 / 5 stars
¡Vente a Alemania, Hugo!