La cuarta novela escrita por Stephen King bajo el seudónimo de Richard Bachman fue la primera que este heterónimo vio llevada a la pantalla. Se trata de una utopía negativa, una antiutopía en la línea que le rechazó cierto editor cuando King era un Don Nadie y aún no había publicado “Carrie”. La versión cinematográfica corrió a cargo de un cineasta novato, Paul Michael Glaser, quien diez años antes gozaba de una extraordinaria popularidad como coprotagonista (era el policía moreno) de la serie televisiva “Starsky y Hutch”. Glaser afrontó este “Perseguido” con tres perspectivas: la primera, la de cine de acción, usando al máximo las dotes para el género de Schwarzenegger; la segunda, evidentemente subordinada a ésta, la denuncia de la televisión como fenómeno de entontecimiento y manipulación de masas; y la tercera, la más diluida, una lectura política en la que un estado policial, de alguna forma deudor de todos los estados fascistas que en el mundo han sido, pero también de los ficticios (no es difícil rastrear huellas de “1984” o “Un mundo feliz”), lucha con ventaja sobre un grupo de partisanos, unos combatientes de la libertad.
Pero una cosa es predicar y otra dar trigo, y si bien la parte meramente de acción funciona razonablemente, dentro de los parámetros del género, los otros dos niveles se revelan pronto tratados de forma muy superficial, sin apenas ahondar en asuntos graves que hubieran precisado una mano más firme y una tendencia menor al efectismo gratuito del que hace gala Glaser, un cineasta profesionalmente solvente pero que demuestra una clara falta de ideas. Sólo algunos atisbos de lucidez, como la manipulación de los audiovisuales para dar a la masa justamente la información contraria a lo realmente acontecido, indican por dónde podrían haber ido los tiros si se hubiera dedicado más atención a los temas principales de alienación y represión, aquí subsidiarios del garrotazo y tente tieso al que se dedica con fruición Glaser y su equipo.
El conjunto no termina de funcionar. Esta utopía negativa resulta demasiado "light", a pesar de su supuesta dureza. Parece como si Glaser, a pesar de tener claro que lo que estaba haciendo era un filme de acción, no hubiera querido llevar hasta las últimas consecuencias el eje central de la película, la monstruosa caza del hombre para solaz de la masa, en un ejercicio que recuerda al pan y circo de los romanos o sus sucedáneos contemporáneos, pan y toros o pan y fútbol. Todo resulta poco verosímil, desde el personaje principal, un correoso policía que evidentemente no era la primera misión que realizaba al servicio del represor Estado del que era lacayo, y al que de buenas a primeras le entran escrúpulos para disparar contra una manifestación de personas desarmadas. ¿Cómo había llegado este buen hombre, con tales escrúpulos, a dirigir las fuerzas policiales? No es creíble, como otras cuestiones argumentales posteriores.
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