Pelicula: El californiano Willis H. O’Brien es uno de esos genios semiocultos que el cine mantiene en una segunda fila, pero que han dado un resultado excelente a lo largo de su carrera cinematográfica. Para que nos hagamos una idea, O’Brien es el responsable (aunque curiosamente no figure en los créditos como tal) de la animación del gigantesco gorila de King Kong (hablamos por supuesto de la versión original, la de Ernest B. Schoedsack y Merian C. Cooper de 1933). La mítica imagen del gorila tamaño gigante encaramado en el Empire State Building, con la chica, Fay Wrey, en una mano, mientras da zarpazos a los aviones que le atacan, se debe a este cineasta modesto que fue un auténtico talento de la “stop motion”, como años más tarde lo sería el gran Ray Harryhausen, a la sazón discípulo suyo.

O’Brien empezó a hacer cine de animación en 1915, con un pequeño corto titulado The dinosaur and the missing link: A prehistoric tragedy, que causó tan honda impresión a Thomas Edison que le encargó varias películas, entre ellas esta divertida Prehistoric Poultry, que parte de la jocosa idea, a todas luces de cachondeo, de que los dinosaurios eran a modo de aves de corral de los hombres prehistóricos, aquellos tatarabuelos sin los que hoy no estaríamos aquí.

Así, vemos en primer lugar a uno de estos dinosaurios, que parece enteramente un pollo pero con cuello como de avestruz y patas como de flamenco (de los de pluma, no de los de sombrero cordobés…) mientras come, para después contemplar al que parece su dueño tirando de otro dinosaurio, este tamaño como vaca, aunque aspecto como de diplodoco (en pequeñito, se entiende); después vemos a otro de estos australopitecos (o lo que fueran) tirando un pedrusco con una especie de catapulta, que impacta en el coco del vecino, para después ser él mismo, con menos seso que un mosquito, el que se lanza mediante el rudimentario artefacto, momento en el que el primero de los cavernícolas, junto a su mujer, ven aquel objeto volante que surca el cielo y le dice a su costilla: mira, una estrella fugaz, pide un deseo…

Graciosa en su humildad y su desparpajo, desarmantemente naif, Prehistoric Poultry es una muestra de cómo el talento de O’Brien iba creciendo y su técnica perfeccionándose; por supuesto, hablamos de una técnica rudimentaria, cuando la palabra “digital” se utilizaba sólo como adjetivo relativo a los dedos, sin su actual acepción relacionada con la informática, cuando todo se hacía de forma artesanal, con una paciencia como de Job y echándole más horas que las Danaides intentando llenar la vasija sin fondo…

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Prehistoric poultry - by , Oct 11, 2013
3 / 5 stars
Una estrella fugaz (de plastilina)