Esta película está disponible en el catálogo de Rakuten, plataforma de Vídeo Bajo Demanda (VoD), y en la sección Cine de la plataforma Movistar+.
La obra literaria de Agatha Christie tiene, como es sabido, multitud de seguidores. También es generalmente aceptado que sus novelas no tienen precisamente una gran altura artística, aunque desde luego sí son amenas y entretenidas. Rian Johnson (Silver Spring, Maryland, 1973) es un director y guionista norteamericano que hasta ahora había encauzado su carrera fundamentalmente dentro de la ciencia ficción y la fantasía, con algunos logros muy apreciables, como fue el caso de la intrigante y notable Looper (2012), o cómo jugar con el viaje en el tiempo con una perspectiva sutilmente distinta, pero también como empleado de alto rango a sueldo de Disney para manufacturar Star Wars. Episodio VIII. Los últimos jedi (2017), en la progresivamente bostezante y anodina saga galáctica.
Ahora da un cambio sustancial en su cine y acomete, con guion propio, este homenaje, aunque también consciente paráfrasis de la literatura agathiana y del cine inspirado en la autora británica. Puñales por la espalda, entonces, se plantea fundamentalmente como un tributo, como una historia “a la manera de”, que evoca perfectamente la atmósfera, el ambiente, las situaciones, los personajes de la novelística de Agatha. La acción se desarrolla en nuestros días; en un lugar no especificado de Estados Unidos (pero localizado geográficamente en el estado de Massachusetts), tras el fallecimiento (aparentemente por suicidio) de Harlan Thrombey, famoso escritor de best sellers, la Policía investiga el suceso, si bien tiene la convicción de que, efectivamente, se trata de un caso en el que el anciano novelista se ha quitado la vida. Sin embargo, un famoso detective privado, Benoit Blanc, contratado por alguien anónimamente, intuye que existe otra posibilidad más real, que el interfecto haya sido asesinado...
No deja de ser curioso que la mayor virtud de Puñales por la espalda, que no es otra que su voluntaria recreación de un universo agathiano (sin haber utilizado ninguna de sus novelas como base argumental), donde el espectador podrá rastrear las referencias solapadas a la obra de la escritora, sea también su mayor defecto. Y es que, efectivamente, Johnson consigue un brillante artefacto trufado de veladas alusiones, nunca plagios, hacia el mundo artístico de Christie, pero ese tono autorreferencial es, a su vez, su talón de Aquiles, como inevitablemente sucede con este tipo de juguetes manieristas, de un producto hecho para evocar deliberadamente el mundo criminal imaginado por Agatha. Pero, claro está, para hacer cine sobre Christie, ya está la escritora, ya está la autora de novelas relativas al “whodonit” (quién lo hizo) por excelencia, y cualquier otro que intente hacer algo similar no dejará de ser un epígono, cuando no un plagiario (lo que no es el caso).
Por supuesto, es agradable contemplar un producto como este, ameno, con una intriga razonablemente desplegada, para públicos medios que no tienen problema alguno en seguir los diversos giros de guion que son consustanciales a este tipo de productos. Por supuesto, cae simpático un film como este, que permite despellejar moderada y metafóricamente a esa clase de parásitos que medran alrededor de todo triunfador, viviendo a su costa aunque sean inútiles integrales (el hecho de que lleven su misma sangre, o sean familiares por afinidad, suele ser bastante frecuente en estos casos). Por supuesto también, agrada ver a una inmigrante hispana siendo el personaje más íntegro, más cabal, más humano, de la fauna que mora en la mansión del asesinado, como si Johnson apostara por esos inmigrantes en el punto de mira de un Trump que olvida que también sus ancestros emigraron a los Estados Unidos.
Pero también resulta una intriga demasiado artificial, donde no es difícil predecir cuál será la nueva vuelta de tuerca de la historia, donde los actores y actrices saben que están interpretando, conscientemente, a arquetipos de este tipo de intrigas eduardianas, y en más de un caso esa consciencia de su impostado papel actoral juega en su contra. Véase el caso de Jamie Lee Curtis y Toni Collette, que son buenas actrices pero a las que aquí se les ve la impostura, y no digamos Don Johnson, que nunca fue buen actor, y aquí, sin personaje con un mínimo de carne al que asirse, naufraga totalmente. Daniel Craig hace equilibrios para no parecerse demasiado a James Bond, al que por ahora está asociada su figura, y acercarse más a un Hercules Poirot, del que incluso su personaje (pero no su acento) toma un nombre afrancesado, Benoit Blanc, aunque afortunadamente sin la fatuidad del detective franchute agathiano.
Del resto del reparto nos quedaríamos con un Michael Shannon, que es tan bueno que, incluso cuando tiene un personaje como este, que no pasa del nivel de escoba vestida con ropa cara, lo hace creíble, le insufla verdad. Y, desde luego, la estupenda Ana de Armas, nuestra Ana de Armas, la actriz hispano-cubana que está partiendo la pana en Estados Unidos, a la que hemos visto ya en un papel notable en Blade Runner 2049 (2017) y a la que veremos también en el próximo 007, Sin tiempo para morir: carrerón; y es que la cámara la quiere, irremediablemente...
(05-12-2019)
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