¿Qué hicimos mal?

Liliana Torres (Vic, 1980) es una guionista y directora que se graduó en la prestigiosa ESCAC catalana y está especializada en documentales. Hasta ahora su carrera es todavía escasa, con un par de cortos, un largo documental, más bien docuficción, sobre su propia familia, titulado Family tour (2013), más una serie y un largometraje, ambos también de corte documental.

Parece que el experimento de Family tour le ha debido de gustar, porque ahora retoma el tema de su vida personal en esta ¿Qué  hicimos mal?, en la que la directora se filma en la actualidad, con su pareja, David, en la Galicia profunda, mientras se prepara para rodar este mismo film, que consistirá en entrevistas, más o menos relajadas, con sus anteriores novios, para conocer qué fue lo que pasó para que esas relaciones naufragaran. Así visitará a otros tantos ex, desde su primer novio, de nombre Kilian, hasta el mexicano con el que estuvo 7 años conviviendo, más un italiano, Manuel, que fue la pareja intermedia entre ambos. La filmación incluye algunos momentos en los distintos sitios que visita para recuperar los recuerdos de esos tiempos pretéritos, pero también instantes cotidianos con su actual relación, que nos hace ver pronto que ésta probablemente tampoco dure mucho...

La película es, entonces, una especie de autoficción que pudiera ser también docuficción: así, algún novio, como el llamado Kilian, se autointerpreta, con lo que lo que nos cuenta nos parece más real, aunque tampoco tenemos muchas certezas sobre ello. Otros, como el italiano, está interpretado por un actor al uso, como también el mexicano, al no acceder estos a aparecer en pantalla. La propia Liliana se autointerpreta.

No carece de interés la propuesta de la directora catalana, aunque también habrá que decir pronto que nos parece escasa en tema, o al menos alargada para llegar al metraje estándar de un largo. Porque escenas como la de las chicas italianas con las que se va de marcha discotequera mientras busca al novio itálico resultan manifiestamente prescindibles. También le falta vigor al ritmo narrativo, aun siendo conscientes de que, al estar ante una autoficción de corte documental, en el que se (re)crean situaciones vividas, no es una ficción pura y, por tanto, debe entenderse que puede ajustarse a otros cánones. Pero hay un canon, sea ficción, autoficción, documental, animación o el sursuncorda, que no debe faltar, y ese es el de mantener la atención del espectador, y eso no siempre se consigue aquí.

Estamos entonces ante un planteamiento interesante, aunque ciertamente no es nuevo: sin ir más lejos, recordemos a Jim Jarmusch y su Flores rotas, en la que Bill Murray hacía un periplo por sus exparejas, bien que por motivos distintos a los de Torres. Claro que en el film de Jarmusch había un humor socarrón que en este caso apenas si aparece, siendo la peli de Liliana bastante más solemne, probablemente sin proponérselo.

Nos gustaría ver a Torres en otros empeños que no fueran solo los relativos a ella, a sus parejas o su familia, porque nos parece que tiene buena mano para la puesta en escena (formación, desde luego, no le falta: licenciada por la ESCAC, casi ná...), incluso en estas autoficciones en las que no se sabe qué es real y qué es inventado para la pantalla. Filmar solo lo conocido, lo más próximo, puede tener su interés, pero llegará el momento en el que se puede convertir en redundante, en un ejercicio de ombliguismo que no es precisamente lo ideal para el cine.

(07-11-2021)