Rambo

La segunda parte de Acorralado (1982) supuso en su momento todo un fenómeno social, e incluso político. Estados Unidos se encontraba en plena fase de relanzamiento militarista, en el apogeo de la era Reagan, y el filme auspiciado por Sylvester Stallone resolvía los problemas por el mismo expeditivo procedimiento que la Administración de la Casa Blanca hubiera puesto en marcha, si hubiera podido.

John Rambo, ex boina verde, héroe condecorado por el Congreso por su intervención en la guerra del Vietnam, recibe la oferta de redención de su condena a cambio de una misión muy especial en el mismo corazón del Sudeste asiático, allá donde combatió años atrás. En Vietnam tendrá que vérselas no sólo con los temibles “vietcong” (las guerrillas comunistas vietnamitas), sino también con medio ejército de instructores soviéticos...

Si en Acorralado había al menos una competente dirección de Ted Kotcheff, en Rambo se pierde esa única baza; George Pan Cosmatos es un negado para la puesta en escena. Por otro lado, ideológicamente el film es cuando menos lamentable: fomenta la especie del sadismo del enemigo hasta límites difícilmente tolerables.

Afortunadamente, la guerra fría tocó a su fin, y Rambo es hoy por hoy un exponente de un tipo de cine carente de sentido, hiperagresivo, ultrarreaccionario, un mero espectáculo de fuegos artificiales. La reciente realización de una cuarta parte, bajo el título de John Rambo (2008), no hace sino confirmar esta afirmación, a la vista de los malos resultados económicos cosechados.

(06-02-2008)