Pelicula:

El cine marroquí, o marrueco, gentilicio que también se aplica a los naturales del bello país del Magreb (recuérdense las Cartas marruecas de Cadalso), llega poco a España, a pesar de que nos separan apenas 15 kilómetros. No tiene una producción audiovisual muy numerosa, pero de vez en cuando rueda films de interés (es cierto que generalmente con el apoyo de cinematografías occidentales) que sería bueno ver en Europa: es el caso. Esta Razzia es un hermoso drama a cinco bandas, con otras tantas historias que se entrecruzan, a veces levísimamente; cuatro de ellas se desarrollan en la Casablanca de 2015, en el contexto de las revueltas estudiantiles que pusieron en jaque al país por la falta de futuro de las nuevas generaciones, nunca mejor preparadas, pero también como siempre destinadas al desempleo o a la emigración ilegal, cuando no a la delincuencia. Aunque el germen de esas cuatro historias que se desarrollan en la Casablanca actual estará en las agrestes, impresionantes montañas del Atlas, hacia 1980, cuando Abdalláh, un maestro que ama su profesión, sea víctima de la incuria burocrática del gobierno que le obliga a enseñar en árabe a niños que solo hablan bereber, y a desarrollar toda su tarea docente invariablemente desde el punto de vista de la religión, sea cual fuere la disciplina que imparta.

De aquel maestro que huirá horrorizado de semejante infierno de aborregamiento al que le querían someter partirán, de alguna manera, las otras cuatro historias hodiernas: Salima, la mujer que se siente asfixiada como tal, en un matrimonio en el que el marido supuestamente liberal la reprime con mano suave pero firme de cualquier otra aspiración que no sea esperarlo en casa, guapa y deseable, con la mesa puesta, pero también cansada de una sociedad progresivamente intolerante que no acepta que una mujer pueda pasear su belleza sin falsos pudores ni estupideces; Hakim, el chico que admira profundamente a Freddie Mercury y quiere ser músico como el mítico líder de Queen, y por ello repudiado por su padre, un rígido musulmán para el que la norma coránica lo es todo; Joe, el judío cuarentón, descreído y nada religioso, que se verá sin embargo rechazado por su etnia en un territorio, el islámico, que no le es precisamente propicio; e Inés, la adolescente indolente (uy, perdón por el pleonasmo...), una chica de clase alta que lo tiene todo menos el cariño de su madre; y el que tiene de verdad, el de su tata, lo desprecia por su falta de consanguinidad y de estatus social.

Un caleidoscopio marrueco que, como es inevitable, resulta irregular en sus cinco historias; para nuestro gusto, la mejor es precisamente la troncal, la que da lugar a todas las demás, la de ese maestro bereber que se ve obligado a dejar lo mejor, casi lo único que sabe hacer, por esa atrabiliaria costumbre del estado, de todos los estados, de destrozar la vida de algunos de sus ciudadanos, no digamos si son súbditos, como es el caso. Esa historia, preñada de sensibilidad, hermosa y lánguida, bañada en la melancólica música de Guillaume Poncelet, justifica por sí misma toda la película, aunque su duración dentro del film, en su conjunto, no alcance, quizá, la media hora. Del resto de historias nos quedamos con la del judío que no ejercía como tal, una mirada hacia la difícil convivencia de los hebreos en contextos hostiles, aunque el sujeto no se sea ortodoxo, ni siquiera profese en puridad la religión mosaica. También interesante nos parece el segmento del chico que quería ser músico como Freddie Mercury, estimulante visión sobre el deseo de vivir una vida propia pero también la necesidad de contar con el apoyo, con el amor, con el reconocimiento de los suyos, singularmente de su padre como figura en la que mirarse, en la que reflejarse.

Algo menos entonadas nos parecen las partes dedicadas a la mujer asfixiada en su matrimonio, más simplista, aunque ciertamente reivindicativa del difícil papel de la mujer en el mundo árabe, y el de la adolescente “high-class”, apenas esbozada, con demasiadas líneas de comportamiento poco desarrolladas.

Nabil Ayouch, el director, guionista y productor del film, tiene, aunque todavía es relativamente joven (no ha cumplido los 50 años cuando se escriben estas líneas), una carrera bastante amplia en esas tres facetas. En España se han visto algunos de sus films, como Los caballos de Dios (2012). Es un cineasta seguro, sensible, bien dotado para la narración de corte lírico, y su película, aunque irregular, como decimos, tiene empaque, fuste, interesa por lo que cuenta (una visión caleidoscópica de la sociedad marroquí de nuestros días) y por cómo lo cuenta.

Al frente del reparto aparece la coautora del guion, Maryam Touzani, que hace un trabajo aceptable teniendo en cuenta que se estrena como actriz, habiéndose hasta ahora desempeñado solo como guionista. Más nos gusta la seguridad y buen hacer de Arieh Worthalter, que hace el papel del judío descreído, notable en su capacidad de transmitir emociones con gran economía gestual. Quizá el mejor de todos sea Amine Ennaji, el maestro que tuvo que dejar de serlo para no traicionarse a sí mismo, en una interpretación emocionante que hace al espectador sentir la vocación por la enseñanza, el amor por llevar a los niños esas cosas sin las que todavía estaríamos en lo alto de los árboles comiendo cocos: sabiduría, ciencia, educación, poesía, arte, cultura.


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119'

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Razzia - by , Jan 09, 2019
3 / 5 stars
Caleidoscopio marrueco