He aquí un título que puede despistar, haciéndonos creer que es otro más de los productos eróticos, los blandipornos o “softcore”, que estuvieron de moda en España (y en el resto del mundo occidental, por supuesto) en el decenio que va entre 1975 y 1985, películas que en nuestro país llevaron la calificación “S”, porque, supuestamente, “podían herir la sensibilidad”. Y no es que Silvia ama a Raquel no contenga escenas tórridas, que las tiene, sino que, además, hay otras cuestiones que la alejan del mero entretenimiento para alegrar las pajarillas.
Y es que el director, Diego Santillán, es un cineasta español de nacimiento aunque argentino de adopción, que hizo la mayor parte de su carrera en el país porteño, donde tuvo que exiliarse de joven junto con su padre, Diego Abad de Santillán, importante militante, escritor y editor anarquista que llegó a ser conseller de la Generalitat durante la Guerra Civil. El propio Diego Santillán era también de ideología anarquista, y como tal dirigió, a su regreso a España, el documental Por qué perdimos la guerra (1979), ciertamente muy alejado temáticamente de esta Silvia ama a Raquel, rodada el mismo año.
La acción se desarrolla a principios de los años cincuenta, en la España del silencio, como reza el primer título de crédito que aparece en le cinta. Una joven de provincias es visitada en su pueblo por una pariente de su edad; al poco tiempo descubren que se aman e inician relaciones íntimas...
Como telón de fondo, Diego Santillán hace una reflexión sobre las consecuencias psicológicas de la postguerra, tomando claramente parte por los que perdieron. Pero si el tema es interesante y podía haber dado mucho más de sí, la cinta se encuentra con el hándicap de muchos planos de indudable belleza, en las escenas de amor, en los paseos a caballo, todos ellos filmados a camera lenta... pero que alargan en exceso la película, a la que estimamos le sobran bastantes metros.
Parece que Santillán se dejó llevar en estas escenas por el recuerdo del cine de David Hamilton, con el erotismo un tanto vacuo pero sin duda muy estético que puso de moda este fotógrafo y cineasta británico, olvidándose un tanto del relato que estaba contando. Aceptable la fotografía, aunque abusa quizá del flou, y excelente la banda sonora, con una música muy ajustada al tema de Alberto Vega. Al frente del reparto, Violeta Cela, actriz que gozó de cierta popularidad en la época del cine de “destape”, aunque después trabajó para gente del nivel de Saura, Trueba, Berlanga y Cuerda. Paola Morra, su “partenaire”, se especializó en este tipo de cine erótico “soft”, aunque también estuvo a las órdenes de Walerian Borowczyk en su recordable Interior de un convento (1978).
(24-09-2021)
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