Tras la vistosa e impactante "Speed", el cineasta holandés afincado en Hollywood Jan de Bont ha pretendido rizar el rizo de aquel filme que gustó por su peculiar forma de tensar la cuerda del suspense. Pero ha equivocado el camino, creyendo que el éxito de la primera parte residía sólo en esa tensión, y ha engarzado algunos balbuceantes retazos argumentales, que no merecen el nombre de guión, para poner en escena la que se advierte es la única escena que le ha interesado, el encallamiento de un transatlántico a toda potencia contra una pequeña población turística caribeña.
Todo el resto de la acción gira en torno a ese momento, alargado hasta la extenuación, buscando con ello el más difícil todavía, en esta carrera desenfrenada en que parece inmerso el cine comercial yanqui de los últimos años, a ver quién es el que destruye más cosas, quien consigue la más grande catástrofe jamás filmada. Y "Speed 2" consigue su objetivo de ser una película catastrófica, pero de puro mala que es, una historia sin pies ni cabeza, con los pasajeros más estúpidos que han poblado barco alguno (incluidos los botarates que navegaban en la serie televisiva "Vacaciones en el mar") y unos héroes de opereta, donde sólo se salva el villano, y ello gracias al carisma de su intérprete, el siempre estupendo Willem Dafoe. El resto es una aparatosa demostración de la nada, una reconfortante comprobación de que el dinero no lo puede todo, al menos en el cine.
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