Ya está aquí la trienal entrega de la saga de Spider-Man, en lo que parece se va a convertir en una larga, muy larga serie de películas costeadísimas pero que también dan pingües beneficios en taquilla. Así las cosas, debe entenderse que estamos ante cine comercial y que no se trata de otra cosa más que de entretener durante dos horas y pico, dar tiempo a que la chiquillería se zampe el paquetón de palomitas y el refresco de cola, y después si te he visto no me acuerdo. Entendido de esta forma, lo cierto es que esta tercera parte de la saga cumple razonablemente su cometido; incluso podría decirse que lo hace de forma más holgada que la segunda, que se entretenía demasiado en las dudas metafísicas del protagonista. Ahora las dudas han sido sustituidas por dos sentimientos a cual más humano: los celos y la venganza, en especial esta última, por mor de cierto elemento venido del espacio, una especie de parásito simbiótico que acelera los instintos más agresivos del hombre, y que colocado como segunda piel de nuestro protagonista, le convertirá en una especie de monstruo con leotardos negros (con lo que al menos gana en glamour, es verdad…), propiciando, eso sí, algunos de los momentos más divertidos, en las secuencias en las que el pánfilo descubre que sin su disfraz puede ser sexy a pesar de su cara de acelga, y cuando le espeta, casi le esputa, al fotógrafo rival un “mamón” que, en los bondadosos labios de Spider-Man suena como un latigazo. De esta forma, no deja de ser curioso que esta tercia entrega sea quizá la más humana de las tres, no ya la del patito feo o el héroe lastimoso que fue, sucesivamente, en los dos capítulos anteriores, sino que aquí Peter Parker, bajo la piel sinuosa, simbiótica y postiza de un alien venido del espacio, resulta que es tan ruin como cualquiera de nosotros…
Al margen de ello, el nuevo Spider-Man resulta ser un vistoso, carísimo juguete de entretenimiento, una especie de videojuego a tamaño gigante, en el que, es cierto, Raimi siente la tentación (y, con frecuencia, cae en ella) de filmar las escenas de acción con esa tendencia hacia el embarullamiento que parece el último grito en el género, aturdiendo a fuerza de vertiginosos movimientos y un montaje rapidísimo que apenas permite al ojo humano aprehender las imágenes. Es un truco que cada vez me parece más tramposo, un intento de colapsar la mente del público a base de un bombardeo inmisericorde de planos, en lo que tiene todos los visos de ser una sencilla cuestión de incapacidad profesional. Claro que eso, en un cineasta como Sam Raimi, perito en filmes fantásticos y de terror, y en la que ya es reconocida como la producción más costosa de la Historia del Cine (hasta hoy: mañana habrá otra), no deja de ser chocante. Es posible que lo que haya sea un cansancio del director, en esta tercera entrega que, en contra de lo que propuse en mi crítica de la anterior entrega, no se ha encargado a otro cineasta, lo que habría permitido “refrescar” la serie, como ha ocurrido, con excelentes resultados, en otras franquicias exitosas, como la de 007 o la de Harry Potter.
A reseñar algunas curiosidades: los villanos tienen su punto; aparte del amigo/enemigo que hace James Franco, que tan pronto quiere matar a Peter Parker como echarse unas canastas con él, el Hombre de Arena es un ser desmoleculizado (jo, qué palabro…) en un arenal, de donde le viene su peculiar poder (esperemos que no fuera de las personas que les molesta la arena de la playa en los pies…). El otro, el fotógrafo rival recauchutado mediante el parásito simbiótico, parece el monstruo de Alien enfundado en una malla, con lo que obviamente resulta bastante más sexy, pero también mucho menos letal… Y es que, puestos a quedarnos con un villano de la saga, lo haríamos con el Doctor Octopuss de la segunda entrega, un malo con todos sus avíos, y desde luego con unas facultades (esos cuatro tentáculos metálicos cuasi omnipotentes) francamente inspiradas.
Coda o estrambote: ¿no sería posible que, con lo que se han gastado en esta superproducción, el guión no incurriera en el lugar común del meteorito que vino del espacio para explicar la aparición del parásito simbiótico? ¿Y que para justificar la desmoleculización (¡arfff…!) del Hombre de Arena haya que hacerlo entrar en el tópico campo de pruebas científicas, donde justo en ese momento se está haciendo el típico experimento importantísimo? Hombre, un poco más de seriedad: ya se sabe que la pasta no da el talento, pero sí ayuda a buscar un guionista que haga algo más sutil que esas mamarrachadas…
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