Ray Loriga es un escritor de no demasiado éxito que parece querer hacer carrera también como guionista y, ya puestos, como director. En la primera de esas dos facetas cinematográficas ha colaborado con Almodóvar, Saura y Calparsoro, y en la segunda dirigió (es un decir…) en los años noventa la adaptación de su novela Caídos del cielo, bajo el título La pistola de mi hermano. Ya entonces dejaba claro que lo suyo no era precisamente la dirección cinematográfica (la literatura tampoco, para qué nos vamos a engañar, pero ésta no es una página de crítica literaria…), y ahora lo ratifica con esta infumable Teresa, el cuerpo de Cristo, que si no fuera española, y tener el respeto que le tenemos a nuestro cine, luciría un hermoso cero en la calificación.
¿A quién se le ocurre, a estas alturas, biografiar de nuevo la vida de Santa Teresa, cargando las tintas en la recurrente presunción de que los éxtasis de la creadora de las Carmelitas Descalzas eran trances eróticos en los que la santa experimentaba orgasmos? No se dice así en la película, claro está, porque Loriga será mal director y peor guionista, pero no es tonto, y sabe que se le echaría encima no ya la curia episcopal (que de todas formas se le ha echado: tampoco son tontos…), sino la sociedad cristiana española, que aún sigue siendo masivamente mayoritaria.
Teresa… tiene tres partes más o menos diferenciadas: en la primera, la santa busca su lugar en el convento, sin terminar de encontrarlo por la relajación que se vive en la Orden del Carmelo; en la segunda se enfrentará a la Inquisición por sus opiniones contrarias a la jerarquía; y en la tercera organizará y diseñará su nueva Orden. En la primera parte, sobre todo, es cuando las visiones de la santa tienen más de exhibicionismo de epidermis, queriendo dar a entender que los raptos místicos no eran otra cosa que delirios eróticos de una monja reprimida. Hombre, sólo los místicos como San Juan de la Cruz o la propia religiosa abulense podrían decir qué era realmente lo que sentían cuando entraban en trance, pero es cierto que lo que sobre ello dejaron escrito constituye una de las cumbres de la poesía española, de la poesía universal. Hacer una interpretación tan parcial puede que sea provocativa, pero no creo que tenga mucha relación con la realidad, y desde luego son ganas de ofender gratuitamente.
Porque, encima, resulta que la película es un pestiño de marca mayor: Loriga no tiene ni idea de conceptos tales como la narración cinematográfica, la estética escenográfica (pecado mortal teniendo en cuenta que el director de fotografía es José Luis Alcaine), no sabe donde poner una cámara, ni cómo dirigir a los actores (esa pobre Paz Vega, dejada de la mano de Dios… y nunca mejor dicho)… En definitiva, si fuera provocador pero al menos fuera creativo, tendría un pase: que ofenda sensibilidades de amplísimas capas sociales sin siquiera aportar arte, es como para condenarlo a no volver a dirigir una película para los restos. Pero no caerá esa breva…
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