Pelicula:

Esta película forma parte de la programación del 19 Festival de Cine Africano (FCAT). Disponible en Filmin por tiempo limitado.

Un rótulo inicial en el film afirma: “décadas de cobertura mediática sobre la guerra, la corrupción y la extrema pobreza en la República Democrática del Congo (en lo sucesivo RDC, para abreviar) han ocultado la verdadera esencia del pueblo congoleño”. Un entrevistado, músico de profesión, dice también: “se habla mucho de las riquezas naturales del Congo: oro, diamantes, coltán... pero tenemos otra gran riqueza en el país, la música...”.

Ese es el eje sobre el que fundamentalmente pivota este sólido documental, The rumba kings, que historía la música conocida como “rumba congoleña”, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2021, y traza un paralelismo entre este tipo de música y los incipientes anhelos de independencia del pueblo congolés a mediados del siglo pasado.

El director, el peruano Alan Brain Delgado (Lima, 1971), procede del departamento de montaje, profesión en la que debutó a finales de los años noventa, pasando más tarde, sin abandonar la edición cinematográfica, a la dirección audiovisual, con varias series documentales, una de ficción y este largometraje documental, The rumba kings, cuyo proceso de pre-producción, filmación y postproducción ha llevado la friolera de 9 años. Su génesis parte de los 7 años en los que Brain fue responsable de montar y dirigir para la ONU una serie de documentales filmados en la RDC, tras las dos brutales guerras que devastaron el país. Allí Brain se enamoró de la rumba congoleña, y de ese amor a primera vista surge este muy estimable documental, que nos habla, sobre todo a través de expertos musicales, pero también de los propios músicos supervivientes, sobre ese género musical, la rumba congoleña, y cómo su nacimiento iría parejo al surgimiento de su identidad como nación.

Conocemos así cómo la rumba congoleña puede definirse como una música “de ida y vuelta”, en tanto que su génesis en Cuba, de donde llegaría la influencia para su prendimiento en la RDC cuando aún era una colonia belga, estuvo determinada por el comercio de esclavos africanos, particularmente del Congo, que fueron transportados contra su voluntad a, entre otros lugares, la bella isla cubana, donde nació la rumba con ritmos negros fusionados con criollos, y de allí, en los años treinta del siglo XX, volvería a través de discos de vinilo que llevaban los marineros cubanos que pasaban por el Congo en los barcos en los que estaban enrolados. Esos vinilos tuvieron tan gran éxito entre la población congolesa que algunos pequeños empresarios europeos concibieron la idea de crear tiendas de discos y, posteriormente, editoras fonográficas que empezaron a editar “singles” de artistas locales.

Tras los pioneros artistas musicales, como Paul Mwanga, surgirían otros que le conferirían a la rumba congolesa su auténtica carta de naturaleza, en especial el que sería conocido artísticamente como Grand Kallé y su orquesta African Jazz. A partir de ahí se irían sucediendo los éxitos no solo de este artista, sino de otros muchos, como Jhimmy, Dr. Nico o Franco Luambo, éste con su orquesta OK Jazz. Se fue creando, a partir del inicial patrón “rumba cubana o caribeña”, una nueva música que, con acordes en principio deudores de esos sones, fueron buscando sus propios caminos, siendo cantados además en una de las lenguas vernáculas más extendidas en el país, el lingala. Así, lo que fue un cante de ida y vuelta terminó siendo una genuina muestra del arte y la cultura congoleña, a la vez que un símbolo nacional, hasta el punto de que, cuando en 1960 una delegación de políticos congoleses viajó a Bruselas para discutir los términos de la independencia del nuevo país, se hizo acompañar por una representación de músicos de su rumba, a cuyos sones bailaban por las noches entre sesión y sesión de negociación, y en cuyo contexto se creó la emblemática canción “Independence Chachacha”, que se convertiría, “de facto”, en el himno de la independencia, pero no solo para el Congo, sino para toda África. De hecho, de 1940 a 1980 en toda África se conocía y reconocía la rumba congoleña, y fue inspiración para otras músicas aborígenes del continente.

El documental, clásico en las formas, se articula en torno a tres grandes ideas-fuerza, que van desgranándose a lo largo del metraje: inicialmente, como una aproximación histórica, pero también una denuncia, sobre la inicua colonización llevada a cabo por los belgas, primero a finales del siglo XIX como propiedad particular (sic...) del rey Leopoldo II de Bélgica, que en el infierno esté, responsable directo del trato absolutamente inhumano hacia los aborígenes congoleses: más de diez millones de muertos de forma violenta, miles de hombres y mujeres a los que se les amputaban las manos si no eran suficientemente dóciles, siendo tratados peor que a las bestias... después, cuando pasó a ser colonia del reino de Bélgica, la cosa algo mejoró, pero siguió existiendo una aberrante discriminación de hecho, despreciando el blanco al negro al considerarlo como un ser inferior. El segundo factor en el que incide la película es la glosa de la rumba congolesa y de sus estrellas, esos “reyes de la rumba” del título, ampliamente desarrollado tanto por los entrevistados, muy solventes, elocuentes y buenos conocedores de lo que hablan, como por un extenso archivo tanto fotográfico como videográfico y fonográfico. El tercer elemento esencial del documental, a nuestro entender, sería la simbolización de la rumba como parte fundamental del proceso de concienciación nacional que llevaría, a comienzos de la década de los sesenta, a la independencia del país. En este sentido, se insiste en varias ocasiones en la película en que la historia de la rumba congoleña es una historia de libertad, y también que fue la lucha del pueblo contra la opresión a través de la música. La articulación de esos tres grandes temas se hace con naturalidad, sin forzar en ningún momento.

Se explica en el film que el contexto colonial fue un contexto de degradación, de negación del hombre negro; el surgimiento de una potente música propia permitió que el congolés fuera consciente de sí mismo, le devolvió la autoestima que décadas de sometimiento al hombre blanco le había arrebatado. De igual forma, el lingala, uno de los principales idiomas del país, se convirtió en la lengua oficial de la rumba congoleña, y ello le confirió un carácter “nacional” a esta música, le infundió un tono “nacionalista”.

Estamos entonces ante un documental muy completo en todos los aspectos, un trabajo muy sólido, tanto histórica como musicalmente, ameno, reivindicativo e instructivo, en absoluto peñazo, muy bien narrado, alternando y dosificando las entrevistas y las hermosas actuaciones de las estrellas de la rumba.

Si tuviéramos que poner un pero, quizá fuera que se echa en falta también una mirada hacia el Congo contemporáneo, el Congo posterior a la independencia, que como sabemos fue un completo desastre: caos inicial, posterior brutal dictadura de Mobutu Sese Seko, y después dos de las más sangrientas guerras que se hayan dirimido en el continente negro. En cualquier caso, parece claro que no era la intención de Brain Delgado hablar de esa época, tan lacerante, sino del papel troncal que jugó, en su momento, la rumba congoleña como motor de la incipiente conciencia nacional de los naturales del país, y la divulgación de una música que, ciertamente, en nuestros días, es escasamente conocida en el mundo.

(04-06-2022)


 


Dirigida por

Interpretada por

Género

Nacionalidad

Duración

94'

Año de producción

Trailer

The Rumba Kings - by , Jun 05, 2022
3 / 5 stars
La música como motor de la conciencia nacional