CINE EN SALAS
En 2022 se produjo en Irán un estallido social a resultas de la sospechosa (por decir algo...) muerte de Mahsa Amini, una joven de 22 años, que había sido arrestada en las calles de Teherán por “uso inadecuado” del hiyab, una de las diversas prendas con las que el islam (especialmente en sus vertientes más duras) obliga a las mujeres a cubrirse el pelo (las hay peores, como el burka, que tapa el cuerpo entero, hasta la cara y los ojos...). Aquella muerte/asesinato de una joven en la flor de la vida por, supuestamente, llevar mal puesto un trapo en la cabeza (las autoridades teocráticas arguyeron que el fallecimiento se debió a un infarto...), desató, y con cuánta razón, una oleada de disturbios populares que puso en jaque (pero, lamentablemente, no “en jaque mate”, siguiendo la analogía ajedrecística...) al régimen teocrático persa, ese que pone por encima de las leyes de los hombres la ley de su dios. A raíz de aquello hubo centenares de muertos y miles de detenidos, en una odiosa espiral de violencia que las autoridades iraníes (a las que Alá mande al infierno de los inicuos...) perpetraron contra su pueblo.
Ese paisaje histórico como fondo es el que utiliza el cineasta iraní Mohammad Rasoulof para hacer esta notable La semilla de la higuera sagrada, una película rodada en la clandestinidad, a lo largo de más de dos meses, y cuyos negativos tuvieron que ser sacados del país secretamente por uno de los coproductores europeos, mientras que el propio director (por otro asunto judicial anterior, por su supuesta “traición” a la patria al denunciar la falta de libertad en su país) tuvo que huir de Irán para evitar una condena de cárcel.
La historia, como decimos, se sitúa en 2022, en torno a los días del asesinato (llamemos a las cosas por su nombre...) de la joven Amini. Conocemos a Iman, un funcionario público que acaba de ser ascendido a juez de instrucción, paso previo para, en el futuro, posiblemente, llegar a convertirse en juez de los Tribunales de la Revolución, la cúspide del sistema judicial en la Persia jomeinista. Es un hombre del régimen, pero también un hombre justo, que siempre quiere administrar justicia conforme a Derecho; cuando sus superiores le instan a hacer paripés y firmar sentencias condenatorias sin haber estudiado los casos, se encontrará en un dilema moral. En su casa encuentra consuelo siempre en su mujer, Najmeh, firme puntal del hogar, fiel compañera; sus hijas, la veinteañera Rezvan y la aún menor de edad Sana, son bastante menos proclives a los rígidos dictados gubernamentales, pero quieren a sus padres. Cuando comienzan las revueltas por la muerte de Amini, las chicas llevan a casa a una amiga a la que han disparado una perdigonada en la cara; la madre, aunque la cura, hace que se marche cuanto antes para no implicar a su familia. Pero cuando la pistola que han entregado a Iman para su defensa personal, por su cargo, desaparece en su propia casa, las cosas empezarán a ponerse realmente feas...
Rasoulof es uno de los varios cineastas iraníes que están teniendo serios problemas en su país por hacer un cine que denuncia las injusticias e iniquidades de su gobierno; realmente es un clásico; en todo país con régimen dictatorial (Irán lo es, aunque haya una apariencia democrática con elecciones periódicas, pero a las que solo dejan presentarse a los que a ellos les parece bien) suele aparecer una generación de cineastas que luchan contra los desmanes de sus gobiernos con las escasas armas que dan una cámara, una claqueta y unos actores declamando sus papeles. Citar el nombre de Jafar Panahi vendría a cuento, el director, guionista y actor persa que lleva años luchando contra el régimen desde dentro del propio Irán, habiendo sufrido cárcel y otras vejaciones por mantener libre su palabra; Rasoulof, en esa misma línea, ha tenido que huir para no terminar en las siniestras prisiones iraníes por el “grave delito” de denunciar las barbaridades de las autoridades.
La semilla de la higuera sagrada es, o así nos lo parece, una metáfora de ese régimen teocrático que está asfixiando a su sociedad, en especial a las nuevas generaciones que no entienden las estúpidas restricciones religiosas (que deberían concernir solo a cada persona que quiera asumirlas, no a toda una colectividad, quiera o no quiera) y que se manifestaron en aquel 2022 bajo el hermoso, vibrante lema de “Mujeres, vida, libertad”. Y es que esa “higuera” que se cita en el título es, según nos aclara un rótulo inicial, un peculiar árbol cuyas ramas abrazan el tronco de tal manera que tienden a estrangularlo.
El film plantea una historia en clave sustancialmente dramática, aunque también evidentemente entreverada de códigos de thriller, en especial cuando la dichosa pistola desaparece y el padre (acorralado por la posibilidad más que cierta de que el régimen tome represalias contra él por haber descuidado el control de su arma) entra en una espiral de paranoia en la que pondrá en duda la fidelidad, el amor de su familia, achacando a alguna de las mujeres de su casa (incluso a las tres, por connivencia femenina) de su futura ruina.
La historia está llevada con mano de hierro por Rasoulof, un cineasta ya más que fogueado, con una más que apreciable filmografía en la que siempre ha intentando denunciar, generalmente con los ropajes de la metáfora, el inicuo régimen de los ayatolás, con películas como La isla de hierro y La vida de los demás. Aquí su planteamiento y nudo son impecables, con el matrimonio inicialmente ilusionado con el nuevo cargo del marido, que conllevará la mudanza a una vivienda más amplia, un incremento en el salario y, en general, una mejor consideración social; pero pronto el marido se da cuenta de que habrá que dejar de lado su ética si quiere hacer efectivo ese ascenso social, y el estallido popular a resultas de la muerte de Amina complicará la situación. Todo ello está contado con un ritmo intenso, poderoso, de tensión contenida pero creciente, en el que el temor sordo hacia las instituciones, incluso desde dentro de una familia afecta al régimen, es terrible, el miedo hacia lo que puede ocurrir, hacia la ominosa policía política, la de los interrogatorios mediante tortura, física, psicológica o combinando las dos. Así, esos dos primeros tramos son potentes, están hechos con una fuerza muy notable.
Pero (¡ay!, siempre tiene que haber un pero...) nos parece que el último tramo, el desenlace, cuando la familia, por instigación del paterfamilias, se marcha a la patria chica de Iman, al publicarse en las redes su domicilio e identidad como juez de instrucción (y consecuentemente, ser el responsable de haber firmado órdenes de ejecución sin juicios justos), no está a la misma altura. Ahí ya llegamos a un estado de las cosas en las que con la rampante paranoia de él, la evolución de su carácter del pacífico y amantísimo esposo y cariñoso padre tornará en un individuo agresivo que no parará en barras hasta descubrir quién le sustrajo la dichosa pistola, en una espiral que ya no tendrá la misma fuerza. Ahí ya entramos en una parte en la que lo que se pone en pantalla es casi una especie de juego del ratón y el gato que nos parece bastante más endeble que el resto del film.
Pero, claro está, habrá que entender también las circunstancias: rodada, como hemos dicho, en la clandestinidad, sacados los negativos de contrabando, montado lo que había en Alemania... demasiado bien ha salido el envite. Es cierto que el director tiene cierta tendencia a los metrajes excesivos (La vida de los demás duraba dos horas y media...), y eso habrá que reprochárselo, porque aquí también se podrían haber aligerado algunas escenas, en especial en su último tramo, para evitar que nos fuéramos casi a las tres horas. De todas formas, teniendo en cuenta las citadas circunstancias (y el hecho de que varias de las personas que han intervenido en la película y han permanecido en Irán han tenido posteriormente serios problemas con la justicia...), nos parece que demasiado bueno es el resultado...
Buena película, en cualquier caso, aunque flojee en sus últimos tres cuartos de hora. Como tal ha sido reconocida con premios de todo tipo, desde cinco galardones en Cannes (incluido el Premio Especial del Jurado, el segundo en importancia tras la Palma de Oro) hasta la nominación al Oscar a la Mejor Película Internacional, pasando por una miríada de laureles en todo tipo de festivales.
Muy ajustada la interpretación de los cuatro protagonistas; en especial nos gusta la actriz que interpreta a la madre, Soheila Golestani, ella misma arrestada en 2022 por manifestarse contra la muerte/asesinato de Amini por un velo mal puesto (que tiene cojones la cosa...). Soheila consigue una matizadísima interpretación, esposa amantísima y entregada a su marido, pero también madre coraje que, llegado el momento, no dudará en sacrificarse para salvar a sus hijas.
(25-01-2025)
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