Con un montaje inicial que rondaba las cuatro horas de duración, esta película tuvo que ser remontada por su director hasta los 117 minutos que dura en su actual versión, lo cual se nota sin duda en el desequilibrio de su narración, en algunos saltos argumentales o en personajes que han perdido gran parte de su importancia, como los que encarnan Bruce Dern como juez o Rubén Blades como patrón. Todo ello ha contribuido a que All the pretty horses (traducida demasiado literalmente en su título en castellano) resulte una cinta fallida, con algunos momentos buenos, pero en la que no se sabe muy bien qué nos ha querido decir su principal responsable, el actor y realizador Billy Bob Thornton.
Lanzado a la fama en 1996 con su primera cinta, El otro lado de la vida (1996), un sensible relato en torno a un disminuido psíquico, en esta ocasión Thornton se centra en un western moderno, crepuscular, que gira en torno a dos vaqueros amigos que traspasan la frontera mexicana en busca de trabajo, acompañados por un chico muy joven que acabará trágicamente. Y es en la hacienda mexicana cuando la narración se pierde, con la aparición del personaje de Penélope Cruz, una subtrama sentimental mal resuelta, y el amplio fragmento que lleva a los dos protagonistas a la cárcel.
La excelente fotografía de la película es una de sus bazas positivas, en tanto el trabajo interpretativo resulta muy irregular, llevando ventaja los secundarios frente a los protagonistas, evidenciando también en esto el desequilibrio que lastra el resultado final.
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