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Desde que Nanni Moretti consiguió su primer gran éxito cinematográfico con Ecce Bombo (1978), este director, guionista, actor y productor italiano (Brunico, 1953) se ha convertido en una de las más respetadas figuras del cine itálico; sus películas generalmente se suelen distribuir en otros países, donde se aprecia sobre todo el humor sardónico de este cineasta que dejó el wáter-polo de su juventud para abrazar la causa del cine, inicialmente lleno de referencias políticas (entonces era miembro del Partido Comunista Italiano, la formación eurocomunista de Enrico Berlinguer que apostaba por un comunismo de rostro humano, abjurando de la dictadura del proletariado), para después centrarse en ser un cómplice entomólogo de la vida y la sociedad italiana. En esa etapa, que llega hasta nuestros días, tuvo una época ciertamente brillante: La misa ha terminado (1985), Caro diario (1993), Abril (1998), La habitación del hijo (2001), fueron otros tantos hitos en su carrera, films atractivos, con independencia de que en algunos, sobre todo en los primeros, la forma no estuviera a la altura del fondo.

Pero lo cierto es que en este siglo XXI no le está yendo demasiado bien: parece que las musas le hubieran abandonado, o al menos se portaran con él a medio gas; el único éxito real que ha tenido en estos dos decenios que llevamos de centuria (cuando se escriben estas líneas) ha sido Habemus Papam (2011), con el gran Michel Piccoli, una inteligente sátira sobre el vaticanismo y sus servidumbres.

Ahora nos llega con un drama químicamente puro, referencia tonal no demasiada frecuentada por él (sí, lo era, y tan trágicamente, La habitación del hijo, pero no muchas más de sus pelis), esta Tres pisos, cuya traducción por cierto al español resulta algo confusa: el original Tre piani se podría haber traducido también como “tres plantas”, en la acepción de “planta” que el DRAE define como “cada uno de los pisos o altos de un edificio”, para no confundirlo con la acepción más habitual de la palabra “piso” en español, que no es otra que la de “conjunto de habitaciones que constituyen vivienda independiente en una casa de varias alturas”. Hecha esta precisión, puramente lingüística, comentaremos que la acción se desarrolla en Roma, en un barrio de clase media-alta; en ese contexto, la primera escena dibuja ya lo que será buena parte de la trama: de madrugada, y en los alrededores del condominio de las “tres plantas” del título, una de las vecinas del mismo, Monica, busca un taxi para ir al hospital a parir al hijo que está ya llamando, metafóricamente, a las puertas; un coche, conducido por el joven Andrea, borracho como una cuba, está a punto de atropellarla, pero sí lo hace mortalmente con otra mujer que pasaba por allí; Andrea es hijo de Vittorio, magistrado, y Dora, que viven en el mismo edificio; simultáneamente, Lucio y Sara, joven matrimonio, dejan a su hija pequeña, Francesca, de 7 años, al cuidado de un vecino matrimonio mayor, como suelen hacer con frecuencia, con gran placer por parte de estos, en especial del hombre, aunque este lleva ya algún tiempo dando señales de que está empezando a perder la cabeza por una incipiente senilidad.

Como suele suceder en las películas que presentan varias historias, que pueden tener intersecciones o no (en este caso las intersecciones son escasas, a pesar de vivir las tres familias en el mismo edificio), el conjunto es irregular, con alguna historia que nos ha parecido más endeble, como la de la madre con problemas psicológicos por la depresión postparto, agravada por la casi permanente ausencia del marido, siempre en viajes en países exóticos obligado por su profesión; esa historia resulta un tanto insustancial, aunque se entiende el interés de Moretti en hablar de la soledad como poderoso motor de psicopatías, y desde luego parece claro que tenía especialmente ganas de presentar una escena en la que esa soledad, pero también otras carencias afectivas y, por qué no, sexuales, pueden ser capaces de generar auténticos ectoplasmas en el magín que cubran las deficiencias de contacto humano real.

Pero ya decimos que nos parece la más endeble, sin carecer de interés. La más estimulante, por lo sutil, sería la de los padres de la  niña que dejan al cuidado de la pareja de viejecitos, y cómo la duda se instalará en la mente del padre cuando ocurre cierto suceso vidrioso que le hace sospechar alguna horrible obscenidad cometida sobre su pequeña; la historia se adensa con otro hecho posterior, en el que será ese marido que se teme lo peor el que incurrirá en un acto más que controvertido, con lo que todo se empieza a convertir en algo mucho más complejo. La tercera historia, por su parte, será la del juez y su mujer con un hijo como para echarle de comer aparte: egoísta, pendenciero, borrachuzo, un tipo del que solemos decir que, si su madre hubiera abortado, el mundo sería un poco mejor. Pero incluso este tipo abyecto, quién sabe, podría ser capaz de algo parecido a la redención...

Hay en la nueva propuesta de Moretti, o así nos lo parece, una mirada melancólica, dolorosa, sobre el ser humano, sobre su capacidad para la sospecha infundada, pero también para caer en la tentación del deseo, sobre su imperiosa necesidad de contacto, de afecto, de amor, sobre la (im)posibilidad de renunciar a lo más querido, sobre la dificultad de elegir cuando las opciones son antitéticas, lacerantemente opuestas. Hay una mirada inevitablemente cómplice sobre nuestras debilidades, sobre aquello que nos hace humanos, aunque pueda parecer que lo que nos hace es precisamente inhumanos. Hay, finalmente, una mirada comprensiva no con los actos, sino con los seres, hombres y mujeres, que, zarandeados por el destino, los ejecutan, con frecuencia sin más libro de instrucciones que la pulsión, el impulso, el mero arranque.

Película irregular, como decimos, no es de lo mejor de Moretti, sin duda, pero tampoco nos parece una obra fallida. Con algunos recursos más que interesantes (la viuda del juez hablando a éste a través del contestador telefónico con el mensaje grabado por su difunto marido), Tres pisos nos parece una obra valiosa, que no redonda, que nos habla de personas contemporáneas y sus cuitas, de sus acciones y cómo estas influirán tan poderosamente en sus vidas y en las de sus próximos.

Amplio y solvente reparto coral, con el propio Moretti como uno de ellos, en un personaje sobrio, un hombre estricto que, sin embargo, quizá lo fuera en exceso en la educación de un hijo que no sabía cómo estar a la altura de sus ejemplares progenitores. Del resto nos quedaríamos con un Riccardo Scamarcio que compone con tino su personaje, el hombre desaforado que teme por la indemnidad sexual de su pequeña hija, pero él mismo cometerá un acto más que reprobable.

(12-11-2021)


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119'

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Tres pisos - by , Jul 16, 2022
2 / 5 stars
Una mirada melancólica, dolorosa