Del director parisino Benoît Jacquot únicamente hemos visto “La escuela de la carne” (1998), una de las cinco películas que ha hecho con Isabelle Huppert como actriz protagonista y al igual que ésta también estaba basada en una novela.
En este caso la elegida es la de Pascal Quignard, el autor de “Todas las mañanas del mundo”, que igualmente fue llevada al cine.
“Villa Amalia” es la historia de Ann, una compositora y famosa concertista de piano, que modifica su vida el día que ve a su esposo besando a otra mujer. Anula los conciertos que tenía programados, vende su casa y cambia su existencia, teniendo como único confidente a Georges, un antiguo conocido, un personaje tierno que se enamora de ella.
El nombre de este film es el de una casa con vistas al mar, situada en lo alto de una montaña, en Italia, que no tiene electricidad, ni agua corriente, aislada del mundo, a donde va a parar Ann tras hacer varios viajes, abandonar al marido, a la familia, tirar el móvil y tratar de olvidar su pasado. El guión pone como excusa el beso que ella ve, pero no acaba de apuntar si hay otros motivos que originen ese rompimiento con todo de esa manera tan rápida.
El problema de la cinta está en lo que plantea, que no interesa, ya que los dos tercios primeros los emplea en encontrar compradores para vender su casa, sus pianos, quemar partituras, discos y fotos y confiar en Georges, al que no ve desde la infancia, para que le ayude.
La cuestión es cómo llenar ese vacío, cuya acción va caminando a base de elipsis, para no prolongar demasiado el metraje, que originan preguntas que quedan en el aire, e insinúan cosas, en esa búsqueda de una nueva identidad cuyos motivos no llegamos a saber, que deja insatisfecho al espectador, si no se ha aburrido antes. En este aspecto recuerda el vacío de las protagonistas de las películas de Michelangelo Antonioni, salvando las distancias, en las que no pasaba casi nada, lo que ocasiona austeridad de diálogos y silencios en muchas ocasiones.
En el último tercio Ann se relaciona con otras personas y con la familia, cuando ya había hallado el lugar ideal para vivir aislada, lo que se contradice con la primera mitad. Ese rompimiento, bastante irreal, lo lleva a cabo gracias a que tiene dinero y se puede permitir viajar, cambiar de vestuario y vivir sin problemas, aunque termine dejando atrás las comodidades ya que en Villa Amalia ha de llevar una vida casi ascética sin luz, agua corriente, y casi ni muebles. Es una mujer de un carácter ambiguo y complejo, que no da explicaciones, que vive tan al límite del precipicio como la casa que da título al film.
Un relato poco interesante de un personaje que no encuentra la felicidad y el cariño en los demás, cuya existencia no tiene mucho sentido, prefiriendo la soledad.
La puesta en escena es lenta, a tono con el vacío argumental. La música de Bruno Coulais la creemos poco adecuada a lo que cuenta.
Isabelle Huppert es la actriz ideal para esta clase de personaje, con su expresión perdida y sin reflejar emoción ni sentimientos en su cara.
Villa Amalia -
by Francisco Casado López,
Jun 24, 2010
1 /
5 stars
Loca evasión
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