De ésta me echan del club de los críticos exquisitos… Siento disentir (qué carajo: NO siento disentir) de la corriente de opinión mayoritaria en la clase crítica, tan adocenada y acomodada, tan proclive a la molicie del caletre a la hora de comentar cualquier producto comercial norteamericano, despachándolo con la sarta de tópicos de siempre.
Wanted no es El séptimo sello, ni Gertrud, ni La emperatriz Yang Kwei Fei, ni siquiera Viaje a la felicidad de Mamá Kusters. Pero hay cine dentro de ella, no una mera concatenación de naderías, como nos tiene acostumbrado, lamentablemente, el cine de acción del Hollywood hodierno.
Timur Bekmambetov, de obvio origen ruso (con ese nombre, desde luego, no puede ser de Bollullos de la Mitación…), llamó la atención poderosamente en Occidente (ya se sabe que el cine ruso apenas llega, y el que lo hace suele ser, actualmente, una plasta: qué lejos aquellos inolvidables tiempos de Klimov, de Guerman, de Panfilov, del primer Mijalkov, del Konchalovski propiamente ruso) con dos títulos, Guardianes de la noche y Guardianes del día, curiosos artefactos de acción con irisaciones del género fantástico, con dos grandes ejércitos secretos que luchan por la victoria, trasuntos de la eterna batalla entre el Bien y el Mal, etcétera.
Pero con Wanted, el director ruso de apellido trabalenguas da un salto cualitativo importante: toma como base el cómic de Mark Millar y J.G. Jones, uno de los más imaginativos de los últimos tiempos, y nos presenta la vida gris de este veinteañero con trabajo muermo, jefa que le machaca, novia que le desprecia y le pone los cuernos con su mejor amigo, todo en una existencia en permanente estado de estrés, que tomará un inesperado giro cuando esté a punto de morir a manos de un asesino que, sin saber por qué, va a por él; salvado (en una antológica persecución de coche, de lo mejor que se ha hecho en el género de acción) por una mujer de armas tomar (a veces las frases hechas no son inocentes…), el pipiolo descubrirá que es hijo de un hombre perteneciente a una extraña Hermandad de Asesinos, él mismo muerto recientemente por quien ha intentado liquidar al joven poco antes. A partir de ahí será reclutado para la causa, con el no tan secreto objetivo de acabar con el asesino de su padre.
Pero la creatividad es la norma en esta brillante película de acción: además de la impresionante persecución por las calles de Chicago, enseguida llama la atención el brutal entrenamiento del neófito, con escenas impactantes como el aprendizaje a disparar balas con efecto, una de las sorpresas del filme que la propaganda previa se ha encargado de amortizar, pero que tendrá una inopinada traca final, tan imprevisible, y que no desvelaremos… La secuencia del tren sigue a esa misma altura, si no más, en un ejercicio que, de puro inverosímil, consigue unas dosis de adrenalina en el espectador difícilmente igualables.
Paralelamente, el guión va enredándose, con temas tan graves como el dedo del destino, la asunción de la propia responsabilidad, la corrupción del sistema, incluso la irrupción de Edipo, hasta llegar al tema final, la necesidad de poner bajo control un poder omnipotente. Todo ello sin que dé la impresión de que nos están largando un rollo filosófico, sino en el contexto de una historia de pura acción, rematada en una doble secuencia impresionante, iniciada cuando el protagonista asalta la sede de la Hermandad, en lo que podría entenderse, en su increíble puesta en escena, como un homenaje al “spaghetti-western” más abstracto, ése donde lo taumatúrgico tiene un sitio privilegiado, y a la violencia coreografiada de John Woo, cuyo espíritu iconoclasta también sobrevuela la película.
James McAvoy confirma que, además de ser el joven galán de moda (Expiación, La joven Jane Austen), tiene cualidades para ser también un electrizante protagonista de cine de acción; Angelina Jolie, la parte femenina de ese poderoso dúo rebautizado como “Brangelina”, aporta su rostro hierático y de raros ángulos al de la asesina sin escrúpulos que será la sombra del protagonista; Morgan Freeman, por fin, sigue siendo el actor imprescindible cuando se necesita alguien que transmita serenidad, aplomo, confortabilidad, aunque en el fondo sea un marrajo…
Así que, ¿me expulsan por fin del club de los críticos exquisitos (pero muertos) por elogiar esta película que los demás han enviado al averno del cine que da dinero, como si eso fuera un pecado mortal? ¡Uy, qué pena me da…!
110'