Pelicula:

La (hasta ahora) trilogía cinematográfica de X-Men ha recaudado, sólo en salas de cine, más de mil cien millones de dólares en todo el mundo. Estaba cantado que habría continuación, a pesar de que la tercera parte parecía cerrar la serie (aunque podría considerarse también que quedaba un portillo entreabierto); así surge este “spin-off”, o esqueje del tallo común, X-Men Orígenes: Lobezno, del que se anuncia ya una segunda parte, e incluso y otra emparentada, X-Men Orígenes: Magneto, que tiene, al menos “a priori”, buena pinta.


Se trata entonces de contarnos cómo los mutantes más famosos de la saga de Marvel se iniciaron en el conocimiento y utilización de sus poderes, en una suerte de “pre-cuela” que, al menos en principio, se antoja interesante. Lástima que esta primera entrega de ese nuevo venero no haya contado con un director más adecuado, pues el surafricano Gavin Hood, con nombre de actor mediocre de los años cincuenta y sesenta (John Gavin, quien, degenerando, degenerando, como el chiste del banderillero, llegó a embajador USA…) y apellido de ladrón de ricos, no es precisamente el profesional idóneo para llevar a buen puerto este empeño.


Es cierto que Hood ha dirigido algunos títulos de interés, fundamentalmente Tsotsi y Expediente Anwar; pero, a la vista del resultado de este Lobezno, parece claro que el bueno de Gavin se ha tomado “ad pedem litterae” lo de que el cómic es un entretenimiento superficial, cuando precisamente una de las características de los X-Men es que son, dentro de los superhéroes, unos de los más psicológicamente atribulados, interiormente torturados por sus poderes, pero sobre todo por cómo su posesión los hace diferentes del resto de seres humanos; su postura ante la renuencia que, generalmente, despiertan en éstos, será determinante en su forma de actuar: si buscan la cohabitación pacífica con los mortales sin facultades especiales, será porque han comprendido que sus atributos no los hacen superiores; si, por el contrario, se creen mejores que los hombres de a pie, entonces caerán en lo que, en términos “starwarsianos”, sería el Lado Oscuro de la Fuerza, y su furia no tendrá freno.


Lobezno, entonces, de la mano de un Gavin Hood que parece buscarse un lugar al sol del cine de artesanos de Hollywood, carece del impulso determinante de la trilogía de X-Men, la de los opuestos rabiosamente enfrentados, en la mentada tríada a través de los grupos comandados por los carismáticos Magneto y Xavier. Aquí hay un atisbo, con el enfrentamiento entre los hermanos Lobezno y Dientes de Sable, y de forma subsidiaria con la lucha entre el primero y su a modo de creador, Stryker, pero no llega a cuajar en el tema del filme, como merecía, sino que es un apunte más dentro del festival de efectos especiales al que, se columbra, ha dedicado demasiados esfuerzos el director, en lugar de aplicarlos a otras cuestiones de mayor enjundia.


Algunas cosas antes de terminar: Hugh Jackman se confirma como uno de los actores más carismáticos de su generación: no sólo porque sea envidiablemente guapo, que lo es, sino porque está dotado de esa rara virtud de atraer la mirada sobre él cuando hay varios actores en un mismo plano. Su personaje de Lobezno, a lo largo de las distintas entregas de la serie, le confiere ya el derecho a entrar en la Historia del Cine: un mutante lobuno de prodigiosa fuerza y garras inoxidables, de inevitables resonancias eréctiles, una variante del licántropo con un aullido como de trueno. Danny Huston, sin embargo, no da la talla como el archimalvado coronel Stryker, un personaje odioso que, por momentos, da más pena que animadversión: parece un pobre diablo. Muy bien Liev Schreiber, que compone un Dientes de Sable de inimaginable crueldad, un ser inescrupuloso, orgulloso de su vesánico poder.


En definitiva, estamos ante un estrambote, no precisamente afortunado, de la saga de los X-Men, donde los chicos de los F/X, en general, y de la infografía, en particular, se han puesto las botas, hurtando espacio al meollo de la historia de los mutantes. Por cierto, ¿no les parece que los efectos infográficos cada vez resultan menos verosímiles, por exagerados y por esa impresión como de imagen desdibujada que transmiten? Véase aquí la escena en la que se rebana como un queso una de las gigantescas torres de hormigón de la central nuclear de la isla de las Tres Millas, o aquella otra en la que un Cíclope adolescente hace trizas con su mirada de fuego la escuela donde estudia. Hace ya casi dos décadas que se viene utilizando este recurso de la infografía, y me temo que no se termina de conseguir la verosimilitud total, quizá por suerte, sobre todo para los actores, temerosos de que, alguna vez, clones virtuales realmente creíbles los manden al paro...



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107'

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X-Men Orígenes: Lobezno - by , Mar 05, 2016
1 / 5 stars
Falta el meollo