Aunque en cine es bastante frecuente, no lo es tanto que de las series se hagan “remakes”. Con esta El nudo ocurre esa circunstancia, al tratarse de la versión española de la telenovela argentina Amar después de amar (2017), un culebrón de 70 episodios grabado en el país de Cortázar por Miguel Colom y Pablo Vásquez y emitido en su momento por la cadena Telefe. La adaptación española, es cierto, se toma bastantes libertades, como veremos, aparte de reducir el número de capítulos a solo 13.
La acción se desarrolla en Madrid y alrededores, en nuestro tiempo: un accidente de coche en el que se ve involucrado Daniel Bécker, rector y propietario de la Universidad privada Rafael Bécker, deja al descubierto que este prestigioso profesor mantenía una relación sentimental adúltera con Cristina, siendo esta amiga tanto de Daniel como de su esposa, Rebeca. Cristina y su marido, Sergio, obrero de la construcción, formaban efectivamente una curiosa pareja de amigos de Daniel y Rebeca, perteneciendo ambos matrimonios a estatus económicos y sociales muy distintos: clase media el primero de ellos, ricos millonetis el segundo. La relación surge de la antigua cualidad de condiscípulas estudiantiles de Cristina y Rebeca, lo que hace que esta última, una mujer con mucho poder, la capte para su universidad, convirtiéndose ambas (y los respectivos cónyuges) en grandes amigos. Pero el descubrimiento de que Rafael y Cristina eran amantes, la aparición del primero en el lugar del accidente de coche, en estado comatoso, y la desaparición de la segunda, abrirán una serie de interrogantes que habrán de ser investigados...
Como decimos, las diferencias entre el original argentino y el “remake” español son apreciables, no solo en la duración de la serie (en la que gana escandalosamente la porteña, aunque tenemos para nosotros que, en el fondo, la que gana es la española, al condensar una historia que en la gran República Argentina se debió hacer eterna con tanto capítulo...), sino también en la cualidad de los protagonistas, haciendo que lo que en Buenos Aires era una pareja de potentados de la industria pesquera, aquí sea una estilosa familia del sector de las universidades privadas. Tampoco el nexo de unión entre ambas parejas será el mismo, surgiendo en la versión bonaerense por el cambio de colegio de los adolescentes, lo que acercará a las tan dispares familias.
El nudo es una curiosa mezcla de thriller, drama erótico-romántico, historia de misterio y también, en segundo término, conflicto intergeneracional, con cierta denuncia hacia los oscuros manejos en las universidades privadas (por aquel entonces muy en solfa en España tras varios escándalos que se descubrieron unos años atrás en la Universidad Juan Carlos I). Funciona bastante bien la parte de thriller y la dramedia romántica, algo menos la parte de problemas entre generaciones (padres e hijos, se entiende), y mucho peor la que incluye elementos de misterio y casi del género fantástico, que termina siendo un pegote en una historia que no hubiera necesitado de esa línea argumental, que se podrían haber ahorrado sin mayor problema.
Pero la parte de thriller, como decimos, está razonablemente urdida, y el espectador la sigue con atención e interés, la historia de dos parejas tan disparejas y cómo surge el amor entre dos de los vértices de ese cuadrado, casi de ese cuadrilátero (en su acepción boxística...), e incluso propiciará otras derivaciones románticas quizá no tan fundadas. El típico “whodunit”, el “quién-lo-hizo”, se constituye así en el centro y eje de la trama, con independencia de que otras líneas colaterales, también confluyentes (como las de las relaciones entre los adolescentes hijos de los amantes), sean claramente inferiores. Se aprecia la peculiar forma de ir exponiendo los sucesos, con una especie de intermitente interrogatorio a las personas que conocieron a los protagonistas, escuchando, en su voz, algunas de las cuestiones relativas al “affaire” sentimental y criminal que paulatinamente se van descubriendo.
Interesante la figura del investigador público, aquí un teniente de la guardia civil más bien zarrapastroso, Enrique Villén, cuya particularidad física (padece de estrabismo, como el teniente Colombo era tuerto, con un ojo de cristal) le confiere un plus de peculiaridad, como sus maneras poco elegantes, un poco al modo de Torrente, aunque sin caer tan bajo...
Buen trabajo actoral, en general, con especial énfasis para las dos féminas protagonistas, la siempre estupenda Natalia Verbeke y, sobre todo, Cristina Plazas, quien tras su descubrimiento para el gran público en la serie Estoy vivo, nos sigue demostrando una pasmosa naturalidad y una variedad de registros ciertamente admirable. Del resto nos quedamos con la seguridad, el empaque y la solvencia de esa gran dama de la actuación que es Luisa Gavasa.