Serie: Sucesor designado

La figura del “sucesor designado”, o “sobreviviente designado”, es relativamente reciente en la Historia de Estados Unidos; se instituyó en 1947 mediante la llamada Ley de Sucesión Presidencial, en plena Guerra Fría, bajo la espada de Damocles de una posible guerra nuclear que descabezara el gobierno del país. En esencia consiste en mantener en un lugar seguro a un miembro del gabinete cuando el presidente, vicepresidente y otras altas autoridades en la línea de sucesión, se encuentran reunidos juntos, como ocurre, por ejemplo, en el discurso del Estado de la Unión. En caso de que esas altas magistraturas resultaran físicamente eliminadas por algún tipo de acto violento, el sucesor designado se convertiría automáticamente en nuevo presidente interino del país.

Sobre ese tema, la cadena ABC lanzó a mediados de los años diez del siglo XXI esta serie, Sucesor designado, que planteaba precisamente la plasmación de ese hecho: durante la reunión conjunta de Congreso y Senado, una bomba destruye por completo el Capitolio, matando al presidente, vicepresidente, casi todo el gabinete y casi todos los congresistas y senadores, además de otras personas. El sucesor designado resulta ser Tom Kirkman, un arquitecto que varios meses antes había sido fichado por el presidente para ser el Consejero de Vivienda y Desarrollo Urbano. Kirkman se convierte de esta forma en el nuevo presidente de los Estados Unidos, teniendo que afrontar la más grave crisis del país desde los atentados del 11-S. Como presidente que no ha sido elegido, Kirkman será constantemente cuestionado tanto por la congresista superviviente (similar al concepto de “sucesor designado” del presidente), que se convierte ella sola en el Congreso, así como por los militares y los asesores de seguridad nacional, además de tener que indagar la responsabilidad de tan gravísimo atentado contra el país. Un hombre corriente como Kirkman, un Juan Nadie que no tenía vocación política y que llegó a la Casa Blanca un poco de carambola, se convierte entonces en el hombre más poderoso del mundo.

Sucesor designado es, ciertamente, una serie interesante: plantea precisamente eso, la posibilidad, sin duda remota pero existente, de que por los azares del destino alguien que no estaba llamado a ello se convierta en presidente de los Estados Unidos. No hablamos de alguien que no esté capacitado (el caso de Trump, por ejemplo, es flagrante), sino de alguien que, sin tener intención ni ambiciones políticas, se encuentra en el mejor sitio del mundo en el peor momento de la Historia.

La serie, inicialmente auspiciada por ABC, junto con otras compañías productoras independientes, entre ellas e-One, consta de tres temporadas, de 21, 22 y 10 episodios, respectivamente. Las dos primeras fueran producidas por ABC y sus socios, pero, una vez cancelada por ellos la serie, el proyecto lo retomó en solitario e-One para la tercera y última, con la distribución mundial asegurada a través de Netflix, en cuyo catálogo está disponible la serie al completo.

Sucesor designado funciona como una serie de corte transversal, como es habitual en este tipo de series familiares de temática adulta. En la línea de series relacionadas con los entresijos del poder, como House of cards o El lado Oeste de la Casa Blanca, mezcla con habilidad los elementos típicos de los rifirrafes políticos, ejemplificados en las continuas crisis que cualquier gobierno (y no digamos el de los Estados Unidos) tiene que resolver constantemente, con historias de corte más personal, más íntimo, en cuanto a las vidas y relaciones de los personajes del film, desde la familia del propio presidente, con la esposa, brillante profesional que se verá opacada por la nueva y alta responsabilidad del marido, hasta los hijos, el adolescente problemático y la niña que está empezando a tener uso de razón; pero también los propios miembros del gabinete, que tendrán entre ellos sus historias, amorosas o sexuales, con sus traiciones, infidelidades y pequeñas trifulcas, lo que de alguna forma también incidirá en su devenir en sus tareas en la Casa Blanca.

Los conflictos que se van sucediendo en cada episodio pueden guardar, o no, relación con temas de la vida real. A veces se utilizan países auténticos; otras, sin embargo, se opta por inventarse naciones para no pisar demasiados callos, aunque en esos casos no es difícil adivinar qué país inspiró el estado ficticio en cuestión. Todo ello se aliña de vez en cuando con escenas de acción y suspense, y el cóctel está razonablemente servido...

La serie, creada por David Guggenheim, es un entretenimiento adulto, como queda dicho: nos pone ante la gestión (ficticia, obviamente) de la administración estatal más grande del mundo, o al menos la más influyente, si consideramos que seguramente la de la República Popular China será más mastodóntica pero también con menos poder real. Los con frecuencia asqueantes entresijos de la lucha política chocan con el ejemplar sucesor designado, un hombre corriente, Tom Kirkman, que intentará en todo momento hacer lo correcto en su actuación presidencial, incluso en contra de sus propios intereses como político sobrevenido. Esa idealización de Juan Nadie como político no profesional que actúa con criterio propio y no al dictado de las élites gobernantes, quizá sea uno de los puntos fuertes de la serie; sin embargo, el pesimismo que se desprende de la última temporada y su conclusión, hace pensar que tampoco el hombre de la calle es incorruptible, que también él puede, con el tiempo, convertirse en lo que más detesta y quería evitar. Quizá esa última idea no deje de ser un sibilino capote a la clase política: todos nos convertimos en yonquis del poder, viene a decir la conclusión de la serie, tú también lo harías si tuvieras la oportunidad, tú también velarías antes por tus propios intereses que por los de la comunidad.

Cínica conclusión, sin duda, quizá no del todo afortunada, aunque en general la serie no va en esa línea, sino que resulta mucho más esperanzada. En cualquier caso, Sucesor designado resulta ser una más que apañada serie de suspense, política y acción, que mantiene perfectamente el tono durante las tres temporadas, aunque es cierto que la última resulta algo más endeble, ya con e-One y Netflix a los mandos del proyecto y haciendo más hincapié en las relaciones interpersonales de los protagonistas que en los conflictos políticos. El hecho de que se hayan sucedido hasta cinco “showrunners” (los creadores del estilo y tono de los proyectos televisivos, como el cinéfilo sabe), la figura fundamental en un producto como este, podría ser también una de las razones de la apreciable diferencia entre las dos primeras temporadas, que sí tienen una razonable cohesión entre ellas, y la tercera, que pareciera a ratos un esqueje, un “spin off”.

En cualquier caso, Sucesor designado es un más que digno producto que, ciertamente, merece la pena verse. Kiefer Sutherland, que ya estuvo al frente de un mítico serial televivo, 24, se embarca de nuevo en un proyecto en el que ahora será nada menos que presidente por accidente; el hijo del legendario Donald Sutherland se implicó tanto que incluso es uno de los productores ejecutivos de la serie. Del resto nos quedamos con la presencia de Natascha McElhone, una muy estimable Primera Dama, lejos del papel de florero que la Historia ha deparado generalmente a la esposa del presidente, pero también con algunos jóvenes valores que pueden dar mucho juego, como la italoamericana Italia Ricci y el hispano Adan Canto, a los que, es evidente, la cámara quiere, y además son intérpretes solventes y seguros. Como curiosidad, en la tercera temporada aparece, con un papel secundario pero relevante, Michael J. Fox, en el que son evidentes las huellas del Parkinson que padece desde hace décadas.


Sucesor designado - by , Aug 06, 2020
3 / 5 stars
Juan Nadie, presidente