Serie: Toy Boy

Con la serie Toy Boy se ha producido un fenómeno que se está dando con bastante frecuencia: concebida inicialmente para su emisión en televisión, en concreto a través de los canales de Atresmedia (que coproduce junto a Plano a Plano, la productora de El príncipe), su paso en “prime time” por Antena 3 se puede calificar como de fracaso, arrancando con un prometedor “share”, en torno al 13 %, pero decayendo a lo largo de las semanas de emisión hasta llegar a cifras por debajo de la mitad de ese porcentaje inicial. Sin embargo, comprada la serie para su exhibición mundial a través de Netflix, su inclusión en el catálogo de la poderosa plataforma de VoD se ha demostrado mucho más rentable, copando de inmediato los primeros puestos de audiencia de su sello desde que está disponible para su visionado.

Ello confirma, como ya sabemos, que el público de las televisiones generalistas, con frecuencia, poco tiene que ver con el de las plataformas, como de hecho poco tiene que ver tampoco con el de las salas de cine. Lógicamente también habrá influido en esa dispar audiencia el hecho de que Toy Boy se centra en el mundo del “strip-tease” (o estriptís, como acepta el DRAE) masculino, con las correspondientes e inevitables connotaciones eróticas de todo tipo, temática que en las muy familiares televisiones generalistas suele resultar incómoda, por obvias razones, mientras que en las plataformas de Vídeo bajo Demanda ese tema queda soslayado al ser la visualización de las series mucho más individuales que grupales, y ser sus espectadores con frecuencia gente joven que no viven en contextos familiares tradicionales.

Hecha esta exposición sobre tan curiosa y dispar audiencia de un mismo producto según el canal en el que se haya exhibido, diremos pronto que nos ha parecido que Toy Boy no alcanza los estándares mínimos necesarios para recomendar su visión, como desarrollaremos más adelante.

La acción se sitúa en nuestro tiempo, en la ciudad de Marbella, la cosmopolita urbe malagueña de la Costa del Sol famosa por su “jet set”, por sus ricos y famosos, pero también por haber sido durante muchos años un formidable nido de corrupción política, aunque parece que esa época ha finalizado, afortunadamente. En ese contexto, conocemos a Hugo Beltrán, un “stripper” veinteañero que se gana la vida haciendo espectáculos de “strip-tease” junto a otros compañeros y amigos en el club Inferno, del que es propietario Iván, que también baila con el grupo. Hugo mantiene una relación sexual más o menos permanente con Macarena Medina, perteneciente a la plutocracia local. Una noche, durante una orgía que mantiene con ella y con otras personas en un club privado, Hugo pierde el conocimiento y se despierta en su barco junto al cadáver calcinado de un hombre decapitado, cuya cabeza no aparece. Es detenido, se hacen las comprobaciones correspondientes, y el fiambre resulta ser Philip, el marido de Macarena. Hugo es enjuiciado y condenado a quince años de prisión. Siete años después, Triana es la joven estrella emergente de un prestigioso bufete en la ciudad; su jefa le encarga la defensa de un caso “pro bono” (benéfico, para entendernos), el de Hugo Beltrán, en el que se aprecia que la instrucción policial fue poco menos que calamitosa. El “stripper”, en principio receloso, finalmente acepta la defensa, y Triana consigue la libertad provisional de su cliente, a la espera de nuevo juicio. Hugo quiere saber quién fue el que le hizo cargar con el crimen que le ha costado siete años de cárcel, pero se verá envuelto en una compleja trama de criminalidad tanto de cuello duro como de baja estofa...

Lo curioso es que Toy Boy tenía, en principio, todas las bazas para poder ser una serie interesante, incluso notable, siempre dentro de los esquemas en los que juega, que no son otros que los del entretenimiento. Producida por el veterano César Benítez, habrá que recordar que este productor de ya larga carrera estuvo en sus orígenes como tal muy vinculado a las exitosas comedias que rodó durante los años noventa Manuel Gómez Pereira, como Salsa rosa, Boca a boca y Todos los hombres sois iguales. Ya en el siglo XXI, y tras no conseguir reeditar en cine los éxitos de la centuria anterior, Benítez comenzó a producir series televisivas, algunas tan populares como Al salir de clase (que descubrió a un gran número de nuevos valores que posteriormente se consolidaron como intérpretes solventes: Félix Gómez, Víctor Clavijo, Rodolfo Sancho, Alejo Sauras, Leticia Dolera, Pilar López de Ayala, Hugo Silva...), El comisario, la mentada El príncipe, y Allí abajo, entre otras. Queremos decir que Benítez es hombre de buen olfato, y en principio la idea era interesante, un thriller que combinara alta sociedad, corrupción policial, cuerpos esculturales, ciertas dosis de erotismo “soft-core” y una generosa ración de suspense, tensión e intriga.

Pero nos tememos que en su contra han jugado, por un lado, el hecho de emitirse inicialmente en una televisión generalista, como queda apuntado, lo que la ha hecho constreñirse en el apartado erótico, que se apunta pero en el que no se llega demasiado lejos, resultando a ratos incluso algo timorata; tampoco ha sido buena para la serie la impuesta duración de cada uno de los 10 episodios que han compuesto la primera temporada, alrededor de 80 minutos cada uno, justificados para su emisión en “prime time” en una televisión al uso, duración que, con la inclusión de los correspondientes anuncios, daría un total aproximado de 100 minutos, con lo que se cubre totalmente ese apartado de la parrilla. Por otro lado, la necesidad de contar con un grupo de buenos bailarines de “strip-tease”, capaces de desarrollar las complejas coreografías creadas por Fidel Buika, ha obligado a los encargados de casting a tirar de especialistas en el tema o, al menos, de cuerpos esculturales, por lo que los cinco componentes del cuerpo de baile del Inferno, protagonistas o coprotagonistas de la historia, carecen de experiencia en el campo de la interpretación, lo que se nota, y mucho, en especial en el caso de Jesús Mosquera, el protagonista absoluto, al que le queda mucho por aprender como actor. Aquí resulta soso, monocorde, inexpresivo...


Pero es que tampoco algunos otros de los intérpretes principales, que sí son profesionales de la actuación, se puede decir que hayan estado eximios: María Pedraza, la joven que encarna a la abogada Triana, resulta a ratos inaudible, con dificultades para declamar correctamente: no me imagino a esta chica intentando interpretar en un teatro y que se enteren en el gallinero... Juanjo Almeida, que interpreta al atormentado hijo de la empresaria Macarena Medina, al menos tiene como justificación para su pobre actuación que no es profesional del tema, sino del baile clásico, con lo que empezamos a entenderlo mejor. Cómo será la cosa que Cristina Castaño, que no es precisamente Anna Magnani, por comparación con sus compañeros de reparto, parece una actriz notable... Los mejores en este apartado, como casi siempre, los veteranos, con un Pedro Casablanc que compone un impagable policía corrupto, de maneras melifluas pero con más mala leche que la madrastra de Cenicienta; también estupenda la malagueña Adelfa Calvo, en el personaje de una magnate empresarial de gran poderío (y no solo económico...). Otros secundarios, como José Manuel Seda y Álex Gadea, tienen personajes poco perfilados, en especial el primero, lo que sin duda ha debido dificultar su composición.

En general, Toy Boy interesa por la tensión argumental que se crea en torno a la resolución del crimen ocurrido siete años atrás (y de otro posterior, que no desvelaremos para no incurrir en “spoiler”), en una historia típica de “falso culpable”, si bien el guion nos parece excesivamente estirado, intentando que la situación se alargue para cubrir el largo minutado de cada capítulo. La deficiente actuación de la mayoría de los personajes protagónicos reduce también la capacidad de atención que la serie tiene para el público. En general, en nuestra opinión, se puede considerar que es una serie fallida; otra cosa será que, a la vista del éxito en su emisión en Netflix, tenga segunda temporada; para ello ya se encargaron los creadores de dejar el último capítulo resuelto pero con un final “en punta”. ¡Ah, qué sería de una serie actual sin un buen “cliffhanger”!



Toy Boy - by , Apr 26, 2020
1 / 5 stars
Falso culpable