11-05-2025
Este séptimo y último capítulo de la serie con la que estamos homenajeando a Julio Verne en el 120 aniversario de su muerte lo vamos a dedicar a aquellas novelas suyas que, sin ser tan conocidas como 20.000 leguas de viaje submarino, el díptico de Viaje a la Luna, o La vuelta al mundo en 80 días (todas ellas de las más adaptadas a la pantalla, grande o pequeña), sí han sido versionadas esporádicamente, deteniéndonos someramente en esta miscelánea en aquellas que nos han parecido más significativas o relevantes.
La primera de ellas es una joyita del cine mudo: Georges Méliès, el mago del cinematógrafo, acomete en 1912 la filmación de A la conquista del Polo, versión bastante libre de la novela Las aventuras del capitán Hatteras, el texto verniano por excelencia centrado en las peripecias polares (con permiso de La esfinge de los hielos…); la película, de poco más de media hora de duración, está rebosante de la habitual fantasía desatada de Méliès, menudeando con desparpajo los decorados “art decó”, los dibujos geométricos, las maquetas, los astros antropomorfizados (como ya lo hizo en su deliciosa Viaje a la Luna): vamos, un auténtico festín para los sentidos del buen cinéfilo, con el propio Méliès como protagonista (para ver esta película, pinche en el enlace situado al final de este artículo).
Las indias negras es una novela de Verne ambientada en la Escocia minera, con irisaciones fantásticas procedentes de la mitología celta, tan presente en la vieja tierra de los escotos. Michel Verne, el tarambana único hijo varón de Julio (tenía también dos hijastras, aportadas por su esposa de su primer matrimonio), se encargaría de la dirección; antes Michel ya había escrito los guiones de algunas adaptaciones de textos de su padre, e incluso, tras la muerte de Julio, había escrito alguna novela, como La agencia Thompson y Cía., con el nombre de su progenitor pero en realidad escrita por él. La película de Michel se tituló Les indes noires (1917), ocupaba 4 bobinas y, ciertamente, confirmó que el hijo del gran Verne no había heredado el talento artístico de su padre…
Las tribulaciones de un chino en China es una novela sobre la vida, la muerte, y cómo la inminencia de ésta hace que el ser humano aprecie la existencia que, hasta un cuarto de hora antes, había despreciado. Sobre esa novela verniana se han hecho algunas adaptaciones, algunas de ellas significativas, como la primera de ellas, rodada en los primeros años del cine sonoro, con el título de Der Mann, der seinen Mörder sucht (1931) (literalmente, “El hombre que buscaba a su asesino”), una producción alemana, realizada todavía durante la República de Weimar, dos años antes del irresistible ascenso de Adolf Hitler a la cancillería germana. Dirige Robert Siodmak, que se vio obligado a huir de su país por su origen judío. La segunda adaptación de esta novela de Verne es la más famosa; la hizo el galo Philippe de Broca con el mismo título del texto original, Las tribulaciones de un chino en China (1965), con Jean Paul Belmondo al frente del reparto; la película, hecha en clave de farsa, se tomaba bastantes libertades, la primera de ellas hacer que el protagonista, en vez chino, fuera francés, aunque, eso sí, la mayor parte de la acción se desarrolla en tierras chinas (Hong Kong, concretamente: no estaba la cosa para pedirles favores a Mao y la Banda de los Cuatro, a punto de instaurar la -malamente- llamada Revolución Cultural…). Con Ursula Andress en su mejor época, la película se despegaba del tono más serio del original verniano, pero ciertamente resultó ser un producto nada despreciable. La tercera adaptación, muy propiamente, sí se acercó más al texto de Verne, hasta el punto de ser una producción… china, en compañía de la entonces todavía Alemania Occidental. Su título, en chino mandarín (o cantonés, que en esto no nos manejamos, ni mucho ni poco…) es Shao ye de mo nan (1987) (algo así como “Las tribulaciones del Maestro”), exótica producción de la época en la que la China post-Mao ya enfilaba hacia el perfil de gran potencia mundial que hoy es, casi medio siglo después. De la dirección se encargaron dos realizadores chinos, Yigong Wu y Jianya Zhang.
El piloto del Danubio fue una novela póstuma de Verne, en la que “metió” la pluma su hijo Michel. La aventura se centra en el piloto del título, un pescador que lanza un desafío, navegar por el río hasta el Mar Negro alimentándose solo con la pesca, complicándose la cosa con una intriga policíaca. De este texto post-verniano citaremos un par de títulos relevantes: el primero, titulado Donauschiffer (1940) (literalmente, “Barqueros del Danubio”), resulta ser una película auspiciada por el… régimen nazi, nada menos, con dirección de Robert A. Stemmle y todos los parabienes del Tercer Reich, en una versión muy libre (y costeada) que presentaba estereotipos de la infame ideología, como alemanes valientes y vigorosos y el resto de las razas con tendencia a la criminalidad y a la molicie (en fin…). La segunda versión llevó el título A dunai hajós (1974) (literalmente, “El barquero del Danubio”), de nacionalidad húngara, en la época en la que el país de Bartók tenía gobierno comunista, con dirección de Miklós Markos, una versión en principio más cercana al original verniano, pero con implicaciones nacionalistas (búlgaros contra turcos, en este caso). (el lector puede visionar Donauschiffer pulsando en el enlace situado al final de este articulo).
Ante la bandera fue una novela en la que Verne expresó su preocupación por la cada vez más poderosa industria de los explosivos; se dice incluso que en ella el nantés prefiguró la llegada de la bomba atómica. Hay una versión realmente curiosa sobre este texto verniano, un film checoslovaco, Una invención diabólica (1958), del gran Karel Zeman, una película que, a la manera en la que este mago del cine solía hacer, mezclaba imágenes reales, decorados que recordaban poderosamente los de Méliès, maquetas, dibujos, virados de colores… una deliciosa explosión de creatividad que, aunque partía de la novela, se permitía hacer excursos hacia otros textos vernianos, como Robur el conquistador.
La jangada (también conocida como Ochocientas leguas por el Amazonas) es una novela de intriga y aventuras fluviales, que tiene como escenario en su mayor parte una balsa (la “jangada” del título) en el gran río sudamericano. Comentaremos dos títulos cinematográficos basados en esta (no demasiado) conocida novela verniana. El primero en términos cronológicos es una curiosidad, 800 leguas por el Amazonas (1959), una producción mexicana con Emilio Gómez Muriel (al que ya hemos visto en un capítulo anterior que había rodado una versión de Dos años de vacaciones) a los mandos, y con el entonces gran ídolo azteca Carlos López Moctezuma como protagonista. Y la segunda versión de La jangada, de nacionalidad peruano-estadounidense (sí, como el nuevo papa León XIV), se tituló Eight Hundred Leagues Down the Amazon (1993) (más o menos, “Ochocientas leguas de viaje por el Amazonas”), con dirección del entonces muy en boga Luis Llosa, primo del famoso escritor, en una versión producida por Roger Corman, el rey de la serie B (o Z…), y con estrellitas de medio pelo que habían conocido mejores tiempos, como Daphne Zuñiga, Barry Bostwick y Adam Baldwin. Las críticas fueron en general muy negativas (y es que Llosa nunca fue un exquisito, precisamente…). (para ver 800 leguas por el Amazonas pulse en el enlace situado al final del artículo).
Héctor Servadac fue una de las novelas vernianas que pueden considerarse, de una forma lata, como vinculadas a la ciencia ficción (como el díptico de Viaje a la Luna, por ejemplo), una historia que imagina un cometa que roza la Tierra y arrastra una pequeña parte de nuestro planeta, que se incorpora a ese otro nuevo meteoro. De esta (bastante) fantasiosa creación verniana hemos seleccionado un par de títulos que la han versionado en la pantalla; el primero es Valley of the dragons (1961) (literalmente, “El valle de los dragones”), una candorosa serie Z norteamericana que se tomaba muchas libertades, con civilizaciones prehistóricas al retortero; dirigía Edward Bernds, perito en este tipo de subproductos, con actores de efímera fama, como el italiano Cesare Danova; según las crónicas, le cabe a esta película el (dudoso) honor de ser la última que aprovechó los efectos especiales que se filmaron, dos décadas atrás, para Hace un millón de años (versión 1940…). La segunda versión de la novela tendrá bastante más interés: Na komete (1970) (literalmente “En el cometa”) estuvo dirigido por el checo Karel Zeman, ya citado (admirativamente) con anterioridad, en una nueva muestra de su ingenio, una historia recreada con personajes de carne y hueso, sí, pero en unos entornos como de sueño, con miniaturas, maquetas, transparencias, virados de color y decorados de una desarmante (y premeditada…) ingenuidad, además de un evidente tono irónico… Durante el rodaje se produjo la invasión de Checoslovaquia por parte del Pacto de Varsovia, lo que provocaría problemas para finalizarla (los torvos soviéticos no debían de ver con buenos ojos estas muestras de creatividad, que les debía parecer antiproletaria…) y, a la postre, acabó prácticamente con la carrera comercial de Zeman, que tuvo que recluirse en el formato cortometraje. (para ver la película Valley of the dragons, pulse en el enlace situado al final de este artículo).
Matías Sandorf es una novela que Verne escribió en clave política, aventurera y también, en alguna medida, deudora de la historia de El conde de Montecristo, con la que tiene algunos puntos de contacto; de hecho, la primera edición de la novela está dedicada a Dumas padre. En cine se han hecho un par de adaptaciones que vamos a citar: la primera, en estricto orden cronológico, es El conde Sandorf (1963), una coproducción europea entre España, Francia e Italia, con el galo Georges Lampin a los mandos, con un cosmopolita reparto de lo más apañado, con Louis Jourdan, nuestro Francisco Rabal y Serena Vergano, entre otros. El segundo audiovisual que vamos a comentar, basado en esta novela, es la miniserie Mathias Sandorf (1979), coproducción entre Francia, Alemania Occidental, Hungría e Italia, desarrollada en 6 episodios, con dirección de Jean-Pierre Decourt y con un elenco actoral de lo más variado, aportando cada una de las cuatro nacionalidades coproductoras sus propios intérpretes.
La estrella del sur es una novela en la que Verne contaba una historia inspirada en uno de los temas recurrentes de su época, la posibilidad de que se pudiera llegar a sintetizar un diamante a partir de materiales menos nobles… como se ve, no deja de ser una evolución más o menos (a)científica de la transmutación del plomo en oro que buscaban los alquimistas medievales… De esta novela se han hecho algunas versiones, de la que destacaremos la producción franco-británica La estrella del sur (1969), nominalmente dirigida solo por Sidney Hayers, aunque hay constancia de que Orson Welles, que participaba con un papel secundario, también metió mano (afortunadamente, claro…) en la realización. La historia de la película divergía notablemente de la original, hasta el punto de que incluso todos los personajes se llaman de manera distinta, e incluso la trama se convierte más en un thriller que en un drama de aventuras. Por supuesto, la mera presencia de Welles ya imprimía carácter al film, aunque Hayers, el director nominal, fuera un probo profesional de carrera mayormente televisiva. Protagonizaban una pareja entonces muy de moda, la gran Ursula Andress y George Segal.
El faro del fin del mundo es una novela póstuma de Verne, por tanto publicada tras su muerte por su hijo Michel, que parece que introdujo algunos cambios sobre el texto escrito por su padre. Se trata de una historia muy aventurera, centrada temáticamente en la piratería en el Atlántico Sur, y con un faro aislado que será el eje de la trama. En cine la versión más significativa es, sin duda, La luz del fin del mundo (1971), una exótica coproducción entre España, Liechtenstein y Estados Unidos, con realización del director teatral, televisivo y cinematográfico Kevin Billington, y un reparto de lo más apañado: Kirk Douglas (que también coproducía a través de su Bryna Productions), Yul Brynner, Samantha Eggar y nuestro Fernando Rey, en su época más cosmopolita. Evidentemente, Douglas y Brynner, antes grandes estrellas de Hollywood, ya iban de retirada, pero por supuesto seguían manteniendo el magnetismo que los hizo grandes, a pesar de lo cual la película, con un elevado presupuesto (para la época) de 11 millones de dólares, fue un fracaso comercial. Los exteriores se grabaron en su mayoría en España, especialmente en la costa mediterránea, desde Almería a Cataluña.
El castillo de los Cárpatos es una (rara) novela gótica, hasta el punto de que se cree que Bram Stoker pudo inspirarse en ella para su Drácula. Habrá un castillo, lógicamente, rumores entre los aldeanos sobre el conde que allí mora, y un viajero que decide investigar qué hay de realidad y cuánto de fantasía en los rumores. Se han hecho varias versiones al cine de esta novela, destacando dos de ellas, curiosamente ambas hechas más allá del Telón de Acero (ya hemos visto lo que les gustaba a los soviéticos y países vasallos las historias vernianas…). Ambas, además, se rodaron el mismo año, en 1981. La primera que comentamos se tituló Castelul din Carpati (literalmente, “Castillo en los Cárpatos”), y era, muy apropiadamente, de nacionalidad rumana (ya que hablamos de inspiraciones vampíricas…), con dirección de Stere Gulea (quien, por cierto, sigue en activo en la actualidad, con 82 años), en una película que se tomó bastantes libertades con el texto original verniano; la segunda es de nacionalidad checoslovaca y llevó el título de Tajemství hradu v Karpatech (literalmente, “Secretos del castillo de los Cárpatos”), con dirección de uno de los más interesantes cineastas checos de la época comunista, Oldrich Lipský, cineasta que hizo toda su carrera dentro de la comedia, lo que aplicó también en este caso a esta historia que pareciera no ser muy apropiada para el género; fue una versión muy libre, por supuesto, y muy fantasiosa, con artilugios de lo más disparatado, como era común en el cine de Lipský.
Terminamos esta miscelánea con El secreto de Wilhelm Storitz, de nuevo una novela póstuma de Verne, publicada de hecho cinco años después de su muerte (de nuevo con su hijo Michel metiendo la pluma…), una historia a vueltas con la invisibilidad y sus posibilidades, aunque aquí esta prodigiosa facultad se aplicó mayormente a un conflicto relacionado con un amor rechazado. Hemos seleccionado una adaptación de nuevo de un país del este, aunque ya en el momento en el que se estaba liberando del yugo de Moscú: hablamos de la película checoslovaca (aún no se había producido la escisión que daría lugar a la Republica Checa y Eslovaquia) titulada Tajomstvo alchymistu Storitza (1991) (literalmente, “El secreto de Storitz el alquimista”), dirigida por el polaco Pawel Trzaska, cineasta fallecido prematuramente poco después, a los 36 años. Esta versión, eso sí, se ajustó bastante al texto verniano.
Ilustración: Cartel de la película La luz del fin del mundo (1971), de Kevin Bellington.
Enlace para ver A la conquista del Polo (1912), de Georges Méliès:
https://www.youtube.com/watch?v=Wj86LMST5xM
Enlace para ver Donauschiffer (1940), de Robert A. Stemmle:
https://www.youtube.com/watch?v=5YTKTqe-X7E
Enlace para ver 800 leguas por el Amazonas (1959), de Emilio Gómez Muriel:
https://www.youtube.com/watch?v=DHgpb9cEPPU
Enlace para ver Valley of the dragons (1961), de Edward Bernds:
https://www.youtube.com/watch?v=b8h7c6IGd28