CINE EN SALAS
[El lector interesado en este tema puede consultar en Criticalia los tres artículos genéricamente titulados El universo Oz en la pantalla, pulsando en los siguientes enlaces: I, II y III]
Pues ya tenemos aquí la segunda parte de Wicked, que hace ahora un año nos defraudó considerablemente (aunque en taquilla funcionó muy bien, con 756 millones de recaudación mundial. Fuente: The-numbers.com), la adaptación del exitoso musical de Broadway que, sin embargo, en su traslación a la gran pantalla, nos pareció, en aquella primera parte, bastante aburrida (el peor de los pecados posibles para una peli, por supuesto). Pero hétenos aquí que esta segunda parte nos parece bastante más entonada y, ya de entrada, no resulta bostezante sino bastante amena (aunque igualmente pastelosa…), lo que ya es un salto cualitativo importante. A ver, no es Cantando bajo la lluvia, ni Siete novias para siete hermanos, ni Cabaret (perdón por la obviedad…). Pero Wicked: Parte II es lo que debería ser la primera, una historia resultona, que interesa al espectador, aunque por supuesto sepa cómo va a terminar (aunque aquí, eso sí, juegan una última carta un tanto pillada por los pelos…).
Como es una segunda parte, aquí se comienza por donde terminaba la primera, con Elphaba convertida ya en la Enemiga Pública número 1 (un clásico de los gobernantes totalitarios, tener un enemigo -real o imaginario- al que echarle las culpas de todo…). Simultáneamente Glinda (antes Galinda…), el Hada Buena, prepara sus esponsales con Fiyero (el príncipe que se lee “Fiero”, pero a lo mejor también “Fullero”…), aunque éste de quien está enamorado realmente es de Elphaba, aunque no se atreve a decirlo. La llamada Bruja Mala, Elphaba, boicotea cuanto puede las acciones del Mago, intentando que éste reconozca ante el pueblo que es un farsante y que carece de poderes mágicos, pero, como venganza, Oz lleva a cabo una política de hostilidad contra los aliados de Elphaba, los animales, a los que ordena desterrar “manu militari” del país…
Pues en nuestra opinión, esta segunda parte, como decíamos, es bastante más estimable que la primera: aquí hay una historia en sentido estricto, no solo un proceso de beatificación (entiéndase la metáfora, porfa…) de la malísima Bruja Mala, presentándola como una niña, joven, adulta víctima del sistema, etcétera (qué cosa más aburrida…), en uno de esos procesos tan típicos de nuestro siglo, de darle la vuelta a todo y hacer que los malos sean buenos (o, al menos, los “entendamos”: estoy deseando saber cómo “entendemos” a Hitler, Stalin, Pol Pot y Pinochet, entre otros “angelitos”) y los buenos, malos. Aquí se dejan de esa fanfarria “woke”, que explicaría perfectamente, como decíamos en la anterior crítica, el castañazo de Kamala Harris en las presidenciales que le dieron todo el poder a Trump, y se dedican, ¡oh, sorpresa!, a hacer cine, y no les queda mal, sin que, como decimos, sea tampoco para tirar cohetes (o para que vuelen escobas, que viene más al pelo…).
La historia se sigue con interés, los cantables y bailables (estos más bien pocos…) resultan agradables y están bien traídos con la trama, y, en general, se pasan dos horas largas en un clima benévolo en el que nos dejamos arrullar por las andanzas de Elphaba y Glinda, con sus idas y venidas en su amistad, con la lucha de Elphaba contra el Mago y su valida Mme. Morrible (la china más mala desde Jian Qing, la esposa de Mao que -dentro de la canallesca Banda de los Cuatro- sumió a China en el terror cuando murió su marido, allá a finales de los años sesenta…), con su amor con Fiyero y el consiguiente chasco de Glinda, finalmente con la asunción por parte de Elphaba de su destino, que no ha de destriparse; aunque quien haya visto El mago de Oz sabe cómo acaba la historia, aquí hay un estrambote que parece dejar abierta la puerta a una ¿tercera parte? Ya veremos, pero las magníficas recaudaciones del primer fin de semana pudieran abonar la tesis de que es posible una nueva entrega en el futuro…
Hablando de El mago de Oz, la estupenda peli de Victor Fleming (y otros directores que también ”metieron mano” en su puesta en escena), nos parece que la confluencia de la historia narrada en Wicked, en sus dos partes, con la que conocemos de la peli clásica, con su Dorothy (que aparece pero sin que se le vea nunca la cara), el León sin valor, el Hombre de Hojalata sin corazón y el Espantapájaros sin cerebro, resulta plausible, sin darle demasiada relevancia a su aparición, como un elemento colateral que, sin embargo, será decisorio para las cosas que pasarán a Glinda y, sobre todo, a Elphaba, que marcará su destino (que ya conocemos, como decíamos…).
Mejor entonces la segunda parte que la primera, contradiciendo con ello (ya se sabe que toda regla tiene su excepción…) aquello de “nunca segundas partes fueron buenas”. Pues en este caso, sí…
Apreciable trabajo actoral, teniendo en cuenta que los personajes son fantásticos y con pocos asideros con la realidad. Cynthia Erivo es, sin duda, la mejor Elphaba imaginable, tras verla durante casi cinco horas de duración del díptico; Ariana Grande resulta muy convincente como esa especie de muñequita Nancy, o Barbie, una pija evidentemente imbécil, de las que, como decía mi madre, “parece que está oliendo mierda en un palito”, pero una pija a la que la poderosa fuerza de la amistad redimirá (más o menos) de su idiotez congénita, de su egoísmo a ultranza, de su ombliguismo de nacimiento.
Eso sí, Cynthia Erivo y Jonathan Bailey tienen entre sí menos química que el agua y el aceite… y no, no es porque la primera sea bisexual y el segundo gay, porque para eso ambos son intérpretes, y buenos… Simplemente, si no hay química, no hay química…
(28/11/2025)
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