Enrique Colmena

En artículos precedentes hemos analizado los fenómenos denominados “lopezvazquismo” (término que hemos acuñado para referirnos a la comedieta española que encarnó, a lo largo de varios decenios, el gran José Luis López Vázquez) y “landismo” (término este que sí está en los libros de Historia del Cine, con el que se conoce el período en el que el no menos grande Alfredo Landa ejerció de macho carpetovetónico salido y/o facha), en esta tetralogía que intenta demostrar, como indica su título genérico, que la caspa, la comedieta española, se va transformando conforme a los tiempos.

En plena eclosión del explícito landismo, pero también del implícito (pues no llegó a denominarse así, ni de ninguna otra manera, en la Historia del Cine) lopezvazquismo, surge un tercer fenómeno de similares características, aprovechando el rebufo del éxito de ambas fórmulas. Hemos dado en llamar este nuevo fenómeno, también a los efectos que nos interesan, como “pajarestesismo”, fundiendo así, de esta forma, los nombres de los dos actores, Andrés Pajares y Fernando Esteso que, juntos o por separado, dieron vida a esta forma de comedia casposa.

Fernando Esteso (Zaragoza, 1945) ejerció en su juventud oficios tales como payaso y actor de teatro. Sus apariciones en televisión le granjearon gran popularidad que él empezó a explotar pronto en cine. Tras su debut como secundario en Celos, amor y Mercado Común (1973), con Onofre (1974) inicia (todavía en solitario) lo que hemos dado en llamar “pajarestesismo”, un tipo de comedieta española que buscaba reeditar los éxitos que ya por entonces cosechaban Landa y López Vázquez en sus respectivas astracanadas. Por supuesto, como suele ocurrir en estos casos, y conforme al famoso dicho español de “de mis imitadores serán mis defectos”, las películas con Esteso como protagonista (y luego con él y con Pajares) bajarán varios peldaños sobre los niveles ya cuasi freáticos de las comedietas con Alfredo Landa y José Luis López Vázquez.

Onofre, con el impersonal Luis María Delgado a los mandos, tiene una apreciable acogida comercial, lo que hace que el cómico reincida en fórmulas similares (con españolito en permanente tensión sexual) en films como Virilidad a la española (1977), que jugaba a parodiar la entonces popular Virilidad a la italiana (1974), de Paolo Cavara, y en Pepito Piscina (1978), que se puede considerar la peor de las películas de Esteso en solitario (y eso ya es decir mucho...).

Por su parte, Andrés Pajares (Madrid, 1940) se inició como actor cómico, de revista y café-teatro. Pronto apareció en televisión, donde su humor hizo fortuna, haciéndose muy popular. En sus primeros films sus personajes eran secundarios chistosos, curiosamente casi siempre en biopics de estrellitas (en muy diversos campos) del momento: El marino de los puños de oro (1968), a mayor gloria del boxeador Pedro Carrasco, La vida sigue igual (1968), sobre Julio Iglesias, y En un mundo nuevo (1972), con la cantante Karina. Durante los primeros años setenta seguirá haciendo algunos secundarios graciosos en pelis inscribibles en el landismo o sus aledaños, como Los novios de mi mujer (1972), con el propio Alfredo al frente del reparto, y Cómo matar a papá... sin hacerle daño (1975).

A partir de 1979, cuando tanto el landismo como el lopezvazquismo flaqueaban, bien por el progresivo desestimiento de Landa de seguir por esa senda, interesado cada vez más en el cine de calidad que le ofrecían, bien por la caída en taquilla de la fórmula de la comedieta franquista, en el caso de López Vázquez, Esteso y Pajares unen sus líneas cinematográficas para protagonizar un total de nueve películas en las que ambos fueron cabeceras de cartel, en todos los casos con Mariano Ozores como director, y también con fórmulas guionísticas no precisamente brillantes ni imaginativas: se usaba el “nonsense” o humor tonto, el “slapstick” o humor de tartazo en la cara o patada en el culo, o bien se tiraba de picaresca, aunque por supuesto sin el nivel, ni por asomo, de los clásicos del Siglo de Oro; ello aparte de la habitual rijosidad que animaba a todos los personajes centrales de este tipo de cine, en una España que aún se estaba desperezando de la noche franquista, que se estaba intentando quitar de encima una represión sexual de décadas.

Los nueve títulos que Pajares y Esteso protagonizaron juntos fueron: Los bingueros (1979), cuyo éxito en taquilla (más de 1,5 millones de espectadores; fuente: web del Ministerio de Educación y Cultura) dio pie a pensar que había una veta comercial importante, como así fue durante varios años; a esta, y con fórmulas similares (y tan elementales), siguieron Los energéticos (1979), Yo hice a Roque III (1980), parodia sobre la saga de Rocky Balboa, entonces en alza; Los chulos (1981), que jugaba en el título con el recuerdo para el espectador rijoso de El chulo (1974), de Pedro Lazaga, primer film comercial español que exhibió varios desnudos pectorales femeninos; Los liantes (1981), Todos al suelo (1982), que jugaba en el título con la famosa frase dicha un año antes por el teniente coronel Tejero en el fallido golpe de Estado del 23-F, aunque después nada tuviera que ver con esa historia; Padre no hay más que dos (1982), Agítese antes de usarla (1983) y, finalmente, La Lola nos lleva al huerto (1984).

La progresiva caída en los últimos títulos citados sobre las inicialmente apreciables taquillas precipita el final de la fórmula de ambos cómicos en comandita, que, a partir de ese último título, tomarán caminos distintos. Mientras trabajaban juntos también hicieron algunos films por separado, sin demasiada diferencia con respecto a sus proyectos conjuntos: así, Pajares hizo en solitario films como El liguero mágico (1980), Qué gozada de divorcio (1981), añadiendo así otro título al cine franquista al que tanto le repelían las nuevas libertades y derechos de la población; y Cristóbal Colón, de oficio descubridor (1982), que buscó la fórmula del anacronismo histórico para intentar, sin demasiado éxito, hacer reír a públicos fáciles. Por su parte, Esteso, durante esos años en los que trabajaron juntos, también hizo cosas en solitario, como El soplagaitas (1981), Caray con el divorcio (1982), otro “palito” más del cine criptofranquista a la democracia; y Al este del oeste (1984), parodia del espagueti-western a cuyo lado Le llamaban Trinidad era una obra maestra.

A partir de 1985 los caminos de Pajares y Esteso divergen. El primero, con buen criterio, empieza a encaminar sus pasos por otros derroteros más serios. Aunque todavía incide en la comedieta de baja estofa en algún título como El donante (1985), comienza a hacer cine que, sin dejar de lado la intencionalidad comercial y cómica, al menos tiene buena factura: es el caso de La hoz y el Martínez (1985), dirigida por el sólido profesional que es Álvaro Sáenz de Heredia (sobrino del veterano José Luis: de casta le viene al galgo); con aires de comedia de enredo, su nivel profesional era sustancialmente superior a las anteriores memeces de Ozores, Delgado y Lara Palop, entre otros directores de su anterior etapa. Cuando hace para Berlanga Moros y cristianos (1987), es evidente que Pajares está ya en otra onda, nada que ver con las mamarrachadas pajarestesistas. Ese cambio culmina con su espléndida interpretación en ¡Ay, Carmela! (1990), de Carlos Saura, por la que consigue el Goya al Mejor Actor Protagonista, entre otros merecidos premios, algo ciertamente impensable cuando, unos años atrás, hacía cosas como Los energéticos o La Lola nos lleva al huerto.

Posteriormente la carrera de Pajares, en cuanto al cine, se moverá dentro de un tono de comedia de cierto nivel, sin volver a caer en los infiernos pajarestesistas: hace el díptico de Makinavaja, el personaje inventado por el dibujante Ivá, con Makinavaja, el último choriso (1992) y ¡¡Semos peligrosos!! (úsease, Makinavaja 2) (1993), ambas dirigidas por Carlos Suárez, y en 1996 rueda para Imanol Uribe el drama antirracista Bwana. Tras ello su carrera en cine y televisión se va distanciando, con algún título de relieve, como Tio Vivo c. 1950 (2004), de Garci, pero también algunas comedias sin mayor interés, como El oro de Moscú (2003).

Por su parte, Fernando Esteso, tras la ruptura artística con Andrés Pajarés, se mantuvo dentro de la órbita del cine cómico casposo. Títulos como ¡Qué tía la C.I.A.! (1985), El recomendado (1985) o Cuatro mujeres y un lío (1985), intentaron mantener, sin mucho éxito, anteriores niveles de recaudación, hasta que, tras El amor sí tiene cura (1991), Esteso deja prácticamente de hacer cine, salgo algunas incursiones posteriores, generalmente episódicas y en papeles en los que el factor autorreferencial será importante.

Curiosamente también, ambos, Esteso y Pajares, serán llamados por Santiago Segura para su saga del detective José Luis Torrente. En concreto, Esteso estará en Torrente 4: Lethal crisis (Crisis letal) (2011) y ambos, Fernando y Andrés, en Torrente 5: Operación Eurovegas (2014), canto del cisne del “torrentismo”. Quizá con ello Segura quiso homenajear a dos actores que, en su momento, hicieron un tipo de cine similar al que él haría con esa saga (ya finiquitada, o al menos eso parece...) del detective privado que concitaba en él todas las “virtudes”: guarro, machista, racista y del Atleti... Pero eso será ya materia del próximo capítulo...

Ilustración: Andrés Pajares, Fernando Esteso y Antonio Ozores, en una escena de Yo hice a Roque III.


Próximo capítulo: Comedieta española: La caspa ni se crea ni se destruye... (y IV). El torrentismo (1998-2014)