En la extensa filmografía de Fernando Fernán-Gómez figura un título, El mundo sigue, cuya alicorta y deficitaria carrera comercial ha estado reñida con la calidad y el interés de la misma. Un guión del propio director, basado en la novela homónima de Juan Antonio de Zunzunegui, obligado a ejecutar las prohibiciones de la censura, pudo filmarse en 1963; al pasar, seguidamente, por la denominada Junta de Calificación, fue catalogada en “Segunda A”; ante los requerimientos de la productora, tras precisos recortes de planos y secuencias, obtuvo la clasificación de “Primera B”; su anodina distribución, sin estreno madrileño, unida a su circunstancial proyección en algún cine provinciano, la convirtieron en mercancía apaleada que ni siquiera pudo servir, como moneda de cambio, para importación de películas extranjeras.
En este 2015, a los cincuenta años de su clandestino estreno en 1965, ha sido recuperada tanto para ser reestrenada, con honores, en salas, como para su edición en “blu-ray”; en ambos casos, con las singulares ventajas técnicas de una copia restaurada y remasterizada desde un positivo del original. El pasado Festival de Málaga la acogió en su programación proyectándola en el Museo Picasso; un coloquio posterior reunió a los actores José Sacristán y Antonio Resines junto a la actriz Gemma Cuervo (Luisita en la película), al director Fernando Trueba y a representantes de producción y distribución. Del mismo modo, en la sede madrileña de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España se ha repetido presentación y mesa redonda con dichos participantes, así como en Sevilla, la Casa del Libro, dentro de la actividad denominada “La palabra y la imagen”, coordinada por Carmen Jiménez, ha dedicado una sesión extraordinaria, de “cine y literatura”, a la película de Fernán-Gómez, con sus planteamientos temáticos y técnicos, sin olvidar su relación con la homónima novela de Zunzunegui.
Veremos seguidamente características de esta película, desde la situación en el cine español de la época a la elección, por parte de su guionista y director, de la novela, con sus específicas peculiaridades, además de significativos elementos temáticos y estilísticos.
España y el cine español entre 1963 y 1965
La filmografía producida por el cine español entre 1963, rodaje de El mundo sigue, y 1965, año de su “estreno”, se enmarca en lo que, desde el punto de vista económico, se llamó en la España franquista, I Plan de Desarrollo; su comisario, Laureano López Rodó, debía iniciar una política económica que se orientara hacia el modelo europeo, tal como un año antes habían planteado los 118 participantes en el denominado “contubernio de Munich”; y ello sin olvidarse de que, en el mismo año, el dictador, jefe de estado y de gobierno, había impuesto el estado de excepción como contrapartida a las huelgas existentes en Cataluña, Asturias y Vascongadas. En relación a este asunto, un actor y director (nacido circunstancialmente en Lima/ Perú, el año 1921), afincado en España desde niño, Fernando Fernán-Gómez, perteneciente a la generación cinematográfica comandada por Berlanga y Bardem, había dirigido una interpelación a un ministro del gobierno acerca de si a los mineros asturianos en huelga se les había torturado; en aquellos tiempos, no era, al parecer, la pregunta más políticamente correcta formulada por un “personaje” que aún tenía por conceder la nacionalidad española.
Los novedosos aires aportados desde el Ministerio de Información y Turismo por el nuevo ministro Manuel Fraga Iribarne y la política cinematográfica orientada por la Dirección General de Cinematografía bajo el mandato de José María García Escudero, desde 1962, tendían a fomentar la existencia de un nuevo cine que, manufacturado por las nuevas generaciones salidas de la Escuela Oficial y con la segunda cadena de Televisión Española como lugar de experimentación, ofreciera una moderna visión del solar patrio.
Ello significará que, en la bianualidad señalada, coincidieran diversas tendencias en la cinematografía; por ejemplificar algunas modalidades: los consagrados Bardem, Berlanga y Fernán-Gómez ofrecían Nunca pasa nada (Bardem), El verdugo (Berlanga) y La venganza de Don Mendo (Fernán-Gómez); el cine popular podía estar representado por La ciudad no es para mí (Lazaga) o La familia y uno más (Palacios); y las producciones internacionales por Estambul 65 (Isasi Isasmendi), Por un puñado de dólares (Leone) o Campanadas a medianoche (Welles). Y en el “Nuevo Cine Español” destacaban Young Sánchez (Camus), La tía Tula (Picazo), Brandy (Borau), Llanto por un bandido (Saura), La niña de luto (Summers), Nueve cartas a Berta (Patino), etc.
La filmografía del director Fernán-Gómez cercana a El mundo sigue
Actor conocido y prestigiado en la profesión, debutó como director en 1953 con Manicomio (co-dirección con Luis M. Delgado), agrupando relatos de distintos autores, a la que seguirían otras adaptaciones literarias como El malvado Carabel (1955), novela de Fernández-Flórez, Solo para hombres (1960) y La venganza de Don Mendo (1961), basadas en obras teatrales de Mihura y Muñoz Seca respectivamente. Películas con argumento original serían El mensaje (1953) y, sus títulos de mayor reconocimiento, La vida por delante (1958) y La vida alrededor (1959).
Los fracasos comerciales de El mundo sigue y El extraño viaje (rodadas en 1963 y 1964), reconocidas por la historiografía posterior como dos obras maestras, conformarían seguidamente una etapa filmográfica más acomodaticia donde la autoría de dramaturgos tan celebrados como Mihura, Paso y Alonso Millán orientarían la brújula hacia temáticas y formatos más populares y, consecuentemente, hacia una taquilla más ambiciosa; tal es el caso de Los palomos (1964), Ninette y un señor de Murcia (1965), Mayores con reparos (1966), Cómo casarse en 7 días (1970) y Crimen imperfecto (1970).
El mundo sigue: guión, producción, censura, exhibición
El guión de El mundo sigue partía, como ya hemos dicho, de la novela homónima de Juan Antonio de Zunzunegui. Al guionista le interesó el retrato de la vida madrileña que la obra ofrecía junto a los planteamientos sociales relativos a la España de postguerra representados en las clases medias, con su problemática cotidiana, las cuales pronto empezarían a conocer el desarrollismo; a ello se unía tanto la riqueza de situaciones como la diversidad de caracteres.
Financiada por el propio director, la producción la ejecutó, en 1963, Ada Films (empresa creada en 1957); en ella intervinieron dos personas, el jefe de producción, Tibor Révesz Delrez y el director de producción, Juan Estelrich, que fueron decisivas por saber acomodarse a una paupérrima economía (algo más de cinco millones de pesetas).
El primero, hijo de un novelista húngaro y padre de la actriz Marta Révesz, es figura digna de documentada investigación; además de políglota (hablaba seis lenguas), dominaba varios oficios cinematográficos tal como doblador, dialoguista y actor. Su verdadero nombre se escondía bajo el pseudónimo Peko como autor de los crucigramas publicados en el periódico “El País” a lo largo de treinta años. El segundo, yerno del anterior, dirigiría a Fernán-Gómez en El anacoreta (1976), según el guión de Azcona y Estelrich, que le permitiría ganar al actor el Oso de plata en el Festival de Berlín.
El trío Fernán-Gómez / Révesz / Estelrich luchó contra esa mermada economía por la cual las vías para el travelling se veían obligados a alquilarlas por días y por metros; el papel de Faustino no pudo hacerlo Paco Rabal por razón de fechas (lo interpretaría el propio director) pero Aurora Bautista, para el papel de Eloísa, no pudo contratarse por caché inalcanzable, de modo que lo asumiría Lina Canalejas; la pretensión de filmar en color se quedó en mero deseo por lo que se recurrió al más económico blanco y negro (afortunada solución por otra parte).
Presentado el guión a censura, una vez que se había levantado la “veda del suicidio”, se elaboró el preceptivo informe (junio de 1963) en el que se anotaban cuantos momentos y circunstancias debían ser “cuidados” o “suprimidos”. A pesar de que el guionista había sido bastante fiel a los diálogos originales de la novela, se aconsejaba “suavizarlos” de manera que el lenguaje de la calle, con palabras malsonantes y tacos usuales, debían sustituirse por los correspondientes eufemismos; incluso, ofender a alguien con el termino “ladilla” quedaría en la película con, al parecer, el más digno de “piojo”. Para otras referencias que supusieran un mínimo deshonor nacional, como decir que “han convertido el país en una casa de juego”, la tachadura o la enmienda estaba asegurada.
Ejecutados los consejos censores y filmada la película, se presentó para ser calificada a efectos del Sistema de Protección mediante el cual, según la clasificación conseguida, obtendría la cuantificación económica establecida. Al ser catalogada como “Segunda A” quedaba en catastrófica situación. Ante ello, la productora “retocó” algunos planos y específicas secuencias relativas a la intimidad del matrimonio Faustino-Eloísa, al acoso del dueño del bar a la mujer de su empleado, al embarazoso tema del aborto según agria discusión entre Luisita y Rafa.
La nueva revisión la situaba en “Primera B”; como en este momento, 1964, ya estaba comprada la película por la distribuidora Nueva Films, ésta podría iniciar su comercialización. Sin embargo, las propias dificultades de dicha empresa, que pronto desaparecería, unida a la dificultad de vender un fatalista melodrama, dificultaron un estreno madrileño que nunca llegaría a hacerse; mandaron la mercancía a un cine bilbaíno donde, en el verano de 1965, se proyectó sin pena ni gloria. Hace, ahora, medio siglo. Desde entonces, la exhibición más o menos ocasional en sesiones de filmoteca o cine-club así como un ocasional pase por TVE, allá por 1982, han hecho de ella un film maldito, incluso con menor fortuna que su fraterno El extraño viaje; ello no ha impedido que la historiografía la haya valorado en función de sus muchos méritos.
(Puede verse el trailer oficial del 50º aniversario pinchando aquí).
Próximo artículo:
El mundo sigue, según Fernando Fernán-Gómez, cincuenta años después (II)