Enrique Colmena

Estrenan “El desafío: Frost contra Nixon”, y eso nos recuerda lo dados que son los norteamericanos (con buen criterio, apostillo) a poner su Historia en imágenes. Rastrea uno los dos siglos y treinta y tantos años de existencia de los USA (desde el 4 de julio de 1776 hasta hoy), y se aprecia hasta qué punto gustan los estadounidenses de llevar sus hechos históricos a la pantalla, grande o pequeña. La Guerra de la Independencia que llevaron a cabo contra los británicos durante los años setenta del siglo XVIII ha sido llevada al cine en muchas ocasiones; entre las más recientes podrían citarse títulos como “El patriota” o “El último mohicano”, y algo más atrás, “Revolución”. La ampliación del territorio USA durante el siglo XIX hacia el Oeste dio lugar a todo un género, el “western”, con cientos de títulos que tocaron de muchas formas la aventura de colonizar miles de kilómetros cuadrados de extensión virgen; entre la multitud de títulos que han glosado esa epopeya (con sus puntos más que oscuros: léase el genocidio infligido al pueblo indio) se podría citar quizá “La conquista del Oeste” como el filme que mejor ejemplifica esa aventura de dimensiones hercúleas.
La Guerra de Secesión, o Guerra Civil Americana, es seguramente uno de los momentos históricos de mayor relevancia en la Historia de Estados Unidos. Fue provocada, como es sabido, por la decisión de varios Estados del Sur de segregarse de la Unión, tras la llegada al poder del presidente abolicionista Abraham Lincoln, uno de los grandes padres de la patria, al que ahora Obama rinde culto cuantas veces puede (que son bastantes… no es mala referencia, desde luego). Lincoln tiene, por supuesto, varias películas, telefilmes y series televisivas en su honor; la mejor quizá sea “El joven Lincoln”, del gran John Ford. La posterior Guerra Civil ha sido profusamente llevada a la pantalla; destacaríamos, en televisión, las costeadas series “Centennial” y “Norte y Sur”, y en cine la popularísima “Lo que el viento se llevó”.
Tras la Guerra de Secesión, el país comienza a crecer para convertirse en la gran potencia económica, política y militar que dominará el mundo a partir de los comienzos del siglo XX; antes, la intrahistoria de ese país que estaba gestando su primacía mundial puede contemplarse en títulos tan distintos (en cuanto a la clase que retrata) como “La edad de la inocencia” y “Gangs of New York”, ambos de Scorsese, y ambos sobre la llamada Gran Manzana en la segunda mitad de ese siglo.
La centuria vigésima será la del encumbramiento definitivo del país, y también la de su constitución como nuevo imperio que sustituiría al hasta entonces vigente, el británico, bien que sus modos fueron distintos: no se ocuparon países (bueno, salvo algunas excepciones: Nicaragua, Granada…), sino que se les manipuló por muy diversos medios; pero ésa es otra historia que no toca hoy. El primer gran hecho del siglo fue, sin duda, la entonces llamada Gran Guerra, aunque la existencia de una posterior le endosara un ominoso ordinal. Aquella Primera Guerra Mundial ha sido profusamente llevada el cine desde muchas perspectivas: títulos como “Senderos de gloria”, “Sin novedad en el frente”, “Johnny cogió su fusil”, entre otras, llevaron al cine aquel conflicto crudelísimo. En la década de los años veinte se impuso por la puritana administración republicana la llamada Ley Seca, que tuvo funestas consecuencias: entre otras, el auge de la mafia italoamericana, que dio jugosos réditos en cine: recuérdense títulos como “Los violentos años veinte”, entre otros muchos, que combinaron la mojigata legislación anti-alcohol y el emergente negocio del tráfico clandestino del crimen organizado. En 1929 estalla el “crack” bursátil (ahora, ochenta años después, estamos en las mismas, o peor…), y con ella la Gran Depresión: títulos como “Las uvas de la ira”, “El emperador del Norte” o “Tallo de hierro” hablan de aquellos años de miseria. En los años cuarenta el tema principal será la Segunda Guerra Mundial: títulos como “Pearl Harbor”, “Salvad al soldado Ryan”, “Los cañones de Navarone”, “La delgada línea roja”, “Uno rojo, división de choque”, entre otros muchos, ofrecieron distintas aristas de aquella conflagración que hizo temblar al mundo.
Llegaría después la Guerra Fría, tras el avance teóricamente incontenible del comunismo en la Europa del Este: esa época en la que el planeta estuvo a punto de irse al garete fue llevada a la pantalla en títulos como “El Telón de Acero” o, en una perspectiva muy distinta, en “Dr. Strangelove”. La Caza de Brujas que se desató en los años cincuenta, de la mano del ultraconservador senador McCarthy, ha aparecido en diversas formas, desde “La tapadera/El testaferro”, de Martin Ritt, con un impensable Woody Allen en un papel “serio”, hasta el reciente “Buenas noches, y buena suerte”, de y con George Clooney. En los años sesenta el magnicidio del presidente Kennedy conmociona al país, y el cine lo refleja en títulos como “JFK”; el asesinato de su hermano, el candidato presidencial Robert Kennedy, aparecerá en “Bobby”. La guerra del Vietnam es uno de los grandes traumas USA del siglo XX: tras la seminal “Platoon” de Oliver Stone, todo un torrente de filmes ha hablado de ella, en títulos como “Nacido el 4 de Julio”, “Apocalypse now”, “La chaqueta metálica”, “El cazador”…
La dimisión de un presidente, algo inaudito en Estados Unidos, tuvo lugar en 1974, cuando Richard Nixon dejaba su puesto a Gerald Ford: de nuevo Stone, en “Nixon”, llevaba la atrabiliaria historia de este peculiar personaje a la pantalla. En los años ochenta, la revolución conservadora que propugnó Ronald Reagan, tras la pifia de la presidencia de Carter, tendrá su mejor manifestación en petardos patrioteros como la saga de “Rambo”, que parecía querer reescribir la Historia de Vietnam. La Primera Guerra del Golfo, la que Bush I detuvo a las puertas de Bagdad, tiene su plasmación en cine en filmes como “Tres reyes” o “En honor a la verdad”. Los trágicos hechos sucedidos el 11 de Septiembre de 2001 aparecen reiteradas veces en cine, en títulos como “World Trade Center” o “United 93”. Por último, la Invasión de Irak tiene su reflejo en filmes como “Redacted” o “La batalla de Hadiza”, y la ignominiosa presidencia de Bush II la tiene en “W”, otra vez de Stone.
Ciertamente, el cine yanqui no es ajeno a su Historia; no se parece al cine español, al que generalmente se le da una higa su propia Historia (y cuando lo hace con profusión, como ocurrió durante el franquismo, mejor que se hubiera abstenido, y nos hubiéramos ahorrado tanta mamarrachada de “por el Imperio hacia Dios”…). Claro que, si comparamos la Historia de Estados Unidos y la de España, en los dos últimos siglos, habría para sonrojarse: los yanquis tuvieron en el siglo XIX personajes de la talla de Lincoln o Grant, mientras nosotros nos teníamos que conformar con pendones como Isabel II o indeseables como Fernando VII el Deseado… Con decir que los dos mejores políticos españoles del siglo XIX, José I Bonaparte y Amadeo de Saboya, fueron extranjeros… Y en el siglo XX, para que hablar: ellos tienen a Roosevelt y a Kennedy, y nosotros a Primo de Rivera y a Franco…