Enrique Colmena

Documentar es combatir

Aunque Coixet es conocida fundamentalmente por su faceta de directora de largometrajes de ficción, lo cierto es que tiene otra también importante aunque menos publicitada, la de directora de documentales, formato en el que la cineasta catalana tiene ya una dilatada obra, generalmente con un tono reivindicativo, social y comprometido. Como lo fue en su momento darle la palabra en Escuchando al juez Garzón (2011) al popular magistrado español que fue defenestrado de su cargo en una oscura operación política en la que, es cierto, el juez no estuvo fino en el cumplimiento de los protocolos, lo que puso su cabeza en bandeja a sus enemigos; en Aral. El mar perdido (2010), documentará y denunciará el desastre ecológico que ha supuesto la pérdida del famoso mar de Aral, debido a la incuria, la desidia y la inepcia de los gobernantes de turno de la región; en Marea blanca (2012) Coixet nos recordó la titánica lucha de miles de voluntarios para eliminar el chapapote de las costas gallegas, como consecuencia del hundimiento del petrolero Prestige, que causó una de las más grandes catástrofes naturales de la historia reciente de España; en el film colectivo ¡Hay motivo! (2004), Isabel se unió a una miríada de cineastas españoles (entre ellos Aranda, Barroso, Bollaín, Colomo, Cuerda, García Sánchez, Medem y Querejeta) para denunciar las acciones del gobierno Aznar de la época, que culminaría con la participación de España en la Segunda Guerra del Golfo; En Viaje al corazón de la tortura (2003), Coixet da la palabra a las víctimas de tan execrable práctica; en Invisibles (2007), junto a otros cineastas internacionales, como Wenders o León de Aranoa, Coixet hablará de las chagas, una terrible enfermedad infecciosa propia generalmente de países pobres con endebles sistemas de salud; en Spain in a day (2016) Coixet opta por dar la palabra, y la imagen, a un buen número de españoles anónimos, a través de los cuales sabremos qué interesa, qué (pre)ocupa, qué mueve a los españoles del siglo XXI.


Producir mi cine, promover otros talentos

Coixet, que es evidente tiene la cabeza muy bien amueblada, se dio cuenta pronto de que en cine es importante, además de tener buenas ideas para filmar películas, contar con un brazo ejecutor, léase productora, que facilite los proyectos, busque financiación y coproductores, etcétera. Así nace a principios del siglo XXI su productora Miss Wasabi, cuyo primer film será Mi vida sin mí. A partir de ahí, la productora de Coixet ha estado en la gestación y desarrollo de buena parte de los films de la cineasta catalana, tanto de sus largos de ficción como de sus documentales. Pero también la productora de Isabel ha estado en la producción de proyectos ajenos de gente de talento que estaba empezando, siempre en el modesto nivel que tiene Miss Wasabi, que no es la Malpaso de Clint Eastwood ni El Deseo de Almodóvar.

Así, Coixet ha producido a través de Miss Wasabi el corto de Belén Funes Sara a la fuga (2015), germen y antecedente del celebrado largometraje La hija de un ladrón (2019) de esta misma directora, que causó sensación en su estreno. Estará también en la producción de Las distancias (2018), el debut en la dirección de Elena Trapé, formada en la prestigiosa ESCAC, una de las más interesantes propuestas del cine español de ese año, el descubrimiento de una voz propia, tan sólida. A la directora argentina Julia Solomonoff le producirá Nadie nos mira (2017), lacerante drama sobre la inmigración del actor en los USA.

La productora de Coixet no solo se dedica a largos de ficción y documentales: cambiando el cine por el emergente y pujante fenómeno de las plataformas de Vídeo Bajo Demanda, recientemente Miss Wasabi se ha atrevido incluso con una serie, Foodie Love (2019), bajo los auspicios de HBO, una historia seriada de la que la propia Isabel es creadora y directora.


Los peculiares títulos

Una de las cosas que siempre nos llamó la atención en Coixet, y que entendemos trasciende la mera anécdota, como intentaremos explicar, es su gusto por los títulos peculiares, a veces con un punto excéntrico, títulos en los que puede haber algún tipo de contradicción en los términos, o en los que ensaya alguna forma de oxímoron, o en la que mezcla palabras que pudieran parecer antitéticas o que no pueden ir en la misma frase. Quizá el caso más claro sea precisamente su última película, que a la hora de escribir estas líneas aún no se ha estrenado: Nieva en Benidorm (2020), como oxímoron imposible, como si nevara en el Sahara (aunque en Benidorm quizá haya alguna posibilidad...). Ya desde el primer título de su carrera como largometrajista, cuando su voz aún no era firme, se apreciaba sin embargo que Coixet no gustaba de títulos simples, o flácidos, o sosos: Demasiado viejo para morir joven. Pero la cosa no quedaba ahí: A los que aman parece el encabezado de una carta pública, o quizá una romántica epístola privada, a la manera de un Werther; Mi vida sin mí es otro oxímoron, aunque esté perfectamente explicado en el desarrollo de su historia; La vida secreta de las palabras... ¿pueden las palabras tener vida? ¿y, en tal caso, puede esta ser secreta?; en Mapa de los sonidos de Tokio se mezclan dos términos, “mapa” y “sonidos”, que parecieran antitéticos: uno es físico, geográfico, el otro de sensaciones, intangible; el uno es apreciable solo por el sentido de la vista, el otro solo por el del oído, pero Coixet los juntaba en una mixtura quizá no tan imposible; Ayer no termina nunca, o cómo acompasar en una misma oración un concepto temporal y finito, el “ayer” que supone lo ya pasado, lo concluido, con algo indefinido, acaso infinito, como el “nunca”; Nadie quiere la noche, quizá el más abstracto de los títulos coixetianos, a la vez una afirmación y una negación, siendo la noche algo más que la noche, o quizá otra cosa, a modo de metáfora; así las cosas, las dos últimas pelis de Coixet tienen títulos de lo más normal: La librería y Elisa y Marcela no parecen suyos, al menos nominalmente...

Nos parece que Coixet avisa ya desde sus títulos que su cine no es un cine al uso: quien quiera acción aparatosa, o sentimientos banales, o diálogos estandarizados, o historias tópicas, que no vea las películas de Isabel, porque no encontrará lo que busca. Ya los títulos coixetianos nos dicen que su cine es otra cosa. Será mejor o peor, pero desde luego no será un cine que busque la mera taquilla, un cine para la galería. De hecho, cuando, raramente, ha rodado algún producto de género, como Mi otro yo, la operación se ha saldado con un fracaso no solo artístico, sino también comercial: y es que Coixet es Coixet, no puede ser otra cosa que ella misma.

Lo que, dicho sea de paso, es todo un elogio por nuestra parte (y esa era la intención, claro...).

Ilustración: Un momento del rodaje de Nieva en Benidorm (2020), la última película de Isabel Coixet, aún sin estrenar cuando se escribe este texto.