Enrique Colmena

Curiosamente, no solo el cine español ha presentado en pantalla a Franco interpretado por un actor. Así, Alan Parker rueda Evita (1996), adaptación al cine del exitoso musical de Broadway de Tim Rice y Andrew Lloyd Weber, y en ella, además del protagonismo del trío Madonna, Antonio Banderas y Jonathan Pryce (como Eva Perón,  Che y Juan Domingo Perón, respectivamente), aparece el actor londinense Peter Hughes como el dictador Francisco Franco, en un rol ciertamente escaso. Hughes tenía en aquella época un parecido más que razonable con el que fuera Jefe del Estado a finales de los años cuarenta (fecha de la visita a España de “la Perona”, como se la conoció en nuestro país), y es evidente que ese parecido (y, por supuesto, su dominio del inglés, su lengua materna, en un film rodado en la lengua de Shakespeare, como el musical original) fue el que decidió a Parker a darle el papel.

Si Evita era un musical oscuro y sombrío, muy dramático, la siguiente ocasión en la que nos encontramos a Franco en la pantalla será, por el contrario, una auténtica astracanada: Operación Gónada (2000) pasa por ser una de las patochadas más groseras que se hayan hecho en el cine español (y eso es decir mucho, porque hemos tenido disparates de muy grueso calibre...). El film, por llamarlo de alguna manera, lo dirigió Daniel F. Amselem, y trataba, en clave alocada y desvergonzadamente cómica, del famoso encuentro entre Hitler y Franco en Hendaya en 1940, imaginando una conspiración de la oposición para espiar al Fürher... ¡mediante unos suspensorios! Del dictador español hizo, muy apropiadamente, un cómico catalán, Xavier Deltell, que hizo lo que se esperaba de él, una histriónica caricatura de Franco. Como curiosidad, de Serrano Súñer, el entonces “cuñadísimo” del dictador gallego, haría el presentador de televisión (y humorista a su manera) Juan y Medio.

En una línea no muy distinta, aunque mucho más costeada (Operación Gónada era el colmo del cutrerío cinematográfico), ¡Buen viaje, excelencia! (2003) era otra astracanada sobre el Caudillo, en este caso centrándose en los dos últimos años del dictador, evidentemente sin mucho interés por la Historia pero sí por echar una risas a base de hacer mofa y befa sobre ese último período en el que un anciano ya medio senil seguía (más o menos...) llevando las riendas del país, y las medidas desesperadas y más bien delirantes de su mujer y su séquito para intentar enderezar la salud del viejo, para utilizarlo en su propio beneficio. La comedia la llevó a cabo la “troupe” de Els Joglars, el célebre grupo de teatro catalán, y de la dirección se encargó el propio Albert Boadella, durante muchos años su director, correspondiendo a Ramón Fontseré, uno de los miembros de la banda teatral, incorporar a Franco, en una composición muy caricaturesca, como correspondía al tono del empeño.

Más interesante y, desde luego, con intenciones de recrear (esta sí) la Historia, sería la TV-movie 20-N: Los últimos días de Franco (2008), película para televisión producida para Antena 3, con dirección del histórico Roberto Bodegas (uno de los directores-estrella  de la Transición, aunque después se apagó sin volver a brillar) y con Manuel Alexandre incorporando a un Caudillo ya en sus últimos tiempos, que preludiaron el mes de agonía en el que se debatió entre la vida y la muerte, hasta fallecer el 20 de noviembre de 1975. Además de Alexandre, que componía un Franco ya muy anciano pero aún con la cabeza clara, aparecía Fernando Cayo haciendo del entonces príncipe Juan Carlos, y Vicky Peña era la esposa del dictador, Carmen Polo, papel que ya había interpretado en Dragón Rapide.

Sería otro producto televisivo, la miniserie Adolfo Suárez (2010), la siguiente ocasión en la que aparecerá Franco en pantalla interpretado por un actor. En esta miniserie que contaba la historia del que fuera presidente del gobierno en los convulsos años de la Transición, Franco tendría el rostro (y no sería la última vez) de Francisco Merino, veteranísimo actor de teatro, televisión y cine. Suárez fue interpretado por Ginés García Millán, con un parecido ciertamente plausible, y Fernando Cayo era, otra vez, el príncipe Juan Carlos. Inserta la miniserie en el largo y cálido homenaje tácito que la sociedad española venía rindiendo ya desde años atrás al artífice del paso de la dictadura a la democracia, se trató de un producto aseado, razonablemente digno, que manufacturó, cosas veredes, el director colombiano Sergio Cabrera.

Como estamos viendo, el final de los años cero y el comienzo de los años diez de este siglo fueron prolíficos en cuanto a productos televisivos que buscaban recrear o representar a personajes y momentos históricos de nuestra España reciente, fundamentalmente en torno a la Transición y las personas que en ella estuvieron implicadas. También Tarancón. El quinto mandamiento (2010) iba en esa línea. Esta miniserie televisiva hecha para Televisión Española y Canal Nou ponía en escena el controvertido personaje del cardenal Vicente Enrique y Tarancón, que fuera presidente de la Conferencia Episcopal Española en los convulsos tiempos de la muerte de Franco y la posterior transición a la democracia. Odiado por los franquistas, que lo consideraban un traidor hacia la causa del nacionalcatolicismo, el prelado fue interpretado por el sólido actor José Sancho, apareciendo en la serie también una serie de personajes históricos, de Suárez a Fernández Miranda, de Carrero Blanco a Arias Navarro; y, por supuesto, al Caudillo, encarnado en este caso por dos actores distintos, en diferentes edades: el más joven lo incorporaría Carlos Areces, con cierta tendencia, como parece obvio, hacia la comicidad, en la que este actor es especialista, siendo el Franco más mayor interpretado por Eduardo MacGregor; curiosamente, no sería la última vez que ambos harían del Generalísimo. La miniserie, aunque más centrada en la vida y obra del llamado “cardenal rojo” (se hizo popular entre la ultraderecha el grito de “Tarancón al paredón”), ponía el foco lógicamente en sus tormentosas relaciones con el franquismo. Con realización de Antonio Hernández, experimentado director cinematográfico, la miniserie tuvo una más que aceptable audiencia televisiva en su estreno.

Otro producto televisivo ambientado en la misma época sería Alfonso. El príncipe maldito (2010), miniserie producida y emitida por Telecinco, sobre la figura de Alfonso de Borbón Dampierre, pretendiente a la corona de Francia (que ya es pretender...) y que durante algún tiempo antes de que Franco designara a Juan Carlos de Borbón como su sucesor a título de Rey, fue jaleado por cierta caverna pro-régimen como una forma de dar continuidad a una ilusoria estirpe franquista, al haberse casado Alfonso con Carmen Martínez Bordíu, nieta mayor del dictador. La miniserie ponía en escena la vida de este príncipe que, ciertamente, tuvo más mala pata que la de un cojo (perdón, esto hoy día no es muy políticamente correcto...): perdió el tren de la corona en España, en Francia (allí la verdad es que nunca tuvo mucha “chance”), se divorció de la nietísima, se le mató un hijo en un accidente de tráfico y él mismo moriría en un extraño accidente mientras esquiaba en Colorado. En esa miniserie aparecerá también Franco, en esta ocasión con los rasgos de Francisco Vidal, segurísimo y veteranísimo actor secundario que durante los años sesenta y setenta fue muy popular por sus dramáticos en TVE. La miniserie, dirigida por Álvaro F. Armero y con el sevillano José Luis García Pérez (que estaba muy bien) como el príncipe del título, tuvo cierta repercusión pero no llegó a cubrir las expectativas previstas de audiencia.


Dentro de esta vorágine que aconteció en las televisiones españolas, privadas y públicas, en las dos primeras décadas de este siglo XXI, recreando en series o miniseries algunos de los pasajes o personajes históricos más significativos del siglo XX, también en la miniserie La duquesa, producida para Telecinco, aparecerá la figura de Francisco Franco. Se trataba de contar en dos capítulos la vida y milagros de la que fuera Duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart y Silva, puesta en escena como realizador por Salvador Calvo. A la duquesa, ya madura, la interpretaría convincentemente Adriana Ozores, y Franco, ya como jefe del Estado, aparece en una escena en la que el padre de la noble, Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, mantiene un tenso encuentro con el Caudillo, cuando le comunica que dimite irrevocablemente de su puesto en la embajada de España en el Reino Unido, donde ejercía clandestinas funciones de espionaje. Franco será incorporado por el actor valenciano Voro Tarazona, con cierto parecido con el Caudillo cincuentón.


Por último en este segundo capítulo, en Balada triste de trompeta (2010), la película de Álex de la Iglesia escrita en clave de esperpento, de chafarrinón, de “grotesque”, aparecerá también el llamado Generalísimo, si bien en este caso la aparición tendrá la consistencia casi de figurante. Será el vasco Juan Viadas el que dará vida a Franco en este film, como decimos de forma episódica. Película que no buscaba ningún tipo de aproximación histórica ni mucho menos, la aparición del Caudillo habrá que entenderla más bien como una cierta “boutade” por parte de De la Iglesia, en un argumento ciertamente disparatado pero no carente de interés. Como curiosidad, uno de los dos protagonistas del film, Carlos Areces (el otro era Antonio de la Torre), había interpretado con anterioridad, como hemos visto, al propio Franco, y aún lo hará otra vez más adelante, como veremos en la tercera y última parte de esta serie de artículos.

Ilustración: Fernando Cayo y Manuel Alexandre, como Juan Carlos de Borbón y Francisco Franco, en una imagen de 20-N: Los últimos días de Franco (2008).

Próximo capítulo: Todos los rostros de Franco en la pantalla (y III). 2011-2019