Rafael Utrera Macías

La pérfida acción bélica de Vladimir Putin, jerarca ruso, sobre Ucrania y, en concreto, sobre las principales ciudades de esa nación, desde Kiev a Leopolis, desde Mariupol a Jarkov, y, consecuentemente, sobre sus habitantes, sin distinción alguna entre ellos, ha conmocionado a la mayor parte del mundo. A su vez, un efecto solidario se ha hecho sentir, de muy diversas maneras, tanto por entidades de ámbito mundial, como por otras de alcance europeo, además de naciones y pueblos de aquí y de allá que, por encima de pragmáticas o creencias, se han solidarizado, de múltiples modos, con el pueblo ucraniano y su mandatario Volodímir Zelenski, al tiempo que las unilaterales decisiones del jerarca ruso han sido tildadas, con razón, como equiparables a crímenes de guerra.
 
Los intereses políticos y económicos de Putin no son motivo de análisis en unas páginas dedicadas a cuestiones fundamentalmente cinematográficas, aunque sí puede ser oportuno establecer, desde este ámbito fílmico, algunas referencias donde ciertas cuestiones históricas, oportunamente recordadas, conecten con tan siniestra situación; esa que, en los últimos días, se viene dando a consecuencia de la invasión de un estado soberano por parte de otro cuya ambición no tiene límites y cuya ética desconoce el más elemental miramiento a miles de seres humanos que, a día de hoy y a duras penas, atraviesan fronteras para escapar con vida de sus lugares de residencia.
 
El avance de las tropas rusas se produce fundamentalmente por tierra; aunque al bombardear espacios civiles ha destruido la torre de televisión en Kiev o la central nuclear de Zaporiyia, además de controlar la ciudad portuaria de Mariupol. Uno de los objetivos más inmediatos es Odesa, por su estratégica situación junto al Mar Negro. Putin quiere cerrarle el paso al lugar por donde sale la mayor parte de las mercancías exportadas por Ucrania y, al tiempo, posicionar sus barcos frente al Bósforo y alcanzar, como vía marítima principal, el Mediterráneo.


Odesa y su escalinata

Odesa, que recibió el título de “ciudad heroica” en virtud de su feroz enfrentamiento a los nazis, es hoy un municipio cercano al millón de habitantes que dispone de puerto propio. Al sur se encuentran las Islas de las Serpientes desde donde los barcos rusos vigilan tanto la base naval como la ciudad entera. Sus catacumbas son famosas por su extensión mientras que sus modernas avenidas, hace menos de una semana que se han convertido en vías escasamente transitables por las barricadas que obstaculizan sus principales calles. Uno de los elementos urbanos más conocidos es la escalinata que une la parte alta de la urbe con la más próxima al puerto. Fue construida en 1837 por el arquitecto italiano Francesco Boffo, quien empleó, entre otros materiales, tierra traída de Trieste, aunque, posteriormente, fue sustituida por granito y asfalto. Recibió el nombre de “Escalera  Primorsky” (por su proximidad a la avenida de la zona urbana); en 1955 se convino en denominarla “Escalera Potemkin”, al conmemorarse los 50 años de los sucesos del acorazado.

Sus 142 metros acogen 192 escalones de diferente longitud, segmentados en 10 espacios que funcionan a modo de zonas de descanso. Su visión, desde arriba o desde abajo, proporciona visiones diferentes priorizando en unos casos los escalones y, en otros, las mencionadas zonas. La escalera, vista desde el puerto, termina en la plaza donde se alza el monumento al Duque de Richelieu, noble francés y primer gobernador ruso de la ciudad. Por el contrario, observada desde la plaza, en picado, ofrece curiosidades visuales que funcionan cual curioso trampantojo. La escalinata se ha hecho universalmente conocida desde que el maestro del cine Sergei M. Eisenstein la utilizó como espacio idóneo en su película El acorazado Potemkin. Con posterioridad, la cinematografía de tantos países se ha servido de esos escalones y sus múltiples posibilidades artísticas tanto para películas trágicodramáticas como tragicómicas.

La triste realidad bélica llevada a cabo por el jerarca Putin la observa hoy como un escenario bélico más donde el pueblo ucraniano puede sufrir y morir de modo semejante a como los viandantes de la escalinata en la película citada eran asesinados y masacrados por los cosacos de la monarquía imperial rusa.  


S. M. Eisenstein. El acorazado Potemkin

El acorazado Potemkin, de Eisenstein, fue uno de los ocho títulos que el Comité Central del Partido Comunista Bolchevique encargó, en 1925, a diversos cineastas con el fin de conmemorar el XX aniversario de la tentativa revolucionaria de 1905 y, al tiempo, exaltar dicha gesta. Diversas razones dieron al traste con la total consecución de los proyectos; entre los que sí se llevaron a cabo estaba el asignado a Eisenstein, entonces con el título de “El año 1905” y compuesto por cuatro episodios: la huelga de los obreros del petróleo; la manifestación pacífica ante el Palacio de Invierno, convertida en “domingo negro”; el motín a bordo del Potemkin; y la huelga general en Odesa. Por razones de muy diversa índole, el guion y, seguidamente, la película, quedaron reducidos a los dos últimos episodios.  Así, pues, el levantamiento de la flota del acorazado en aguas del Mar Negro y la huelga general en Odesa convergían en razones y hechos semejantes.

El amotinamiento en el “Potemkin” es uno de tantos actos insurrectos que se produjeron en 1905. Eisenstein aglutina sucesos concretos validados históricamente con otros aspectos que responden a sus ingeniosos y calculados planteamientos relativos a la puesta en escena y, sobre todo, al montaje, a fin de reforzar al máximo los efectos artísticos, en los que, sin duda, era maestro. Así, vemos a los marineros Matiushenko y Vakulinchuk elaborando el plan de insurrección según lo acordado por la organización clandestina a la que pertenecen; el barco acorazado se balancea en las aguas del Mar Negro mientras su contramaestre espía a unos y otros para detectar quienes capitanean la posible huelga; caprichosamente, descarga su ira contra un marinero que, acostado en su hamaca, está con la espalda desnuda.

Los cabecillas de la insurrección consideran que es el momento de actuar dado que campesinos y obreros ya se han enfrentado al zar. Protestan enérgicamente contra el oficial encargado de los suministros porque la carne que les ofrecen está podrida. El médico sentencia que la putrefacción no es otra cosa que larvas de moscas muertas… y ello se resuelve… lavándolas. Los marineros se negarán a comer. Plante en cubierta. Un buque de guerra no puede consentir ese comportamiento, según explica el comandante. La guardia armada hará acto de presencia y actuará según ordenanzas y mandatos. El grupo de marineros rebeldes es cubierto con una lona. El capellán del acorazado, un viejo pope, gran cruz en mano, reclama: “Señor, apacigua los corazones rebeldes y devuelve la razón a los insensatos”.

El oficial da la orden de fuego. Vakulinchuk arenga a sus compañeros. Los armados, quedan indecisos… Algunos dejan de apuntar… El grupo se libera de la lona. Y algunos se apoderan de los fusiles que, alineados, ocupan el cuarto de armas. El marinero rebelde va de un lado a otro perseguido por el oficial hasta que se cruza con el pope quien le increpa: “Teme el castigo de Dios. Sométete, vasallo”. La lucha entre él y el oficial se mantiene… Vakulinchuk es abatido por un disparo certero y en su desequilibrio cae al mar. Es rescatado por sus compañeros y depositado en un barco que lo llevará hasta tierra firme. Su última escala fue en el muelle de Odesa.


Odesa: la escalinata cinematográfica

En torno al cadáver de Vakulinchuk se reúnen personas de muy diversa condición. En un papel colocado sobre su cuerpo se ha escrito: “Por una cucharada de sopa”. La escalera se va llenando de gente que baja hacia el muelle; el gentío es cada vez más numeroso y ya ocupa los alrededores de todo el barrio. En la multitud se destacan campesinos y gente humilde como burgueses con sombreros y paraguas. Los títulos nos advierten: “No olvidaremos jamás”, “¡Abajo los verdugos! o “¡Abajo la autocracia zarista!”. Llegan los delegados procedentes de tierra. Un Estado Mayor se ha reunido en el Teatro Odesa. A su vez, la escuadra zarista, en estado de alerta, se dirige al puerto para reducir al acorazado. La multitud no pierde detalle de cómo evoluciona la situación y sus ojos quedan fijos en cuanto se observa en el Potemkin. La bandera zarista es arriada, la bandera roja la sustituye. El público de la parte alta del muelle saluda y aplaude.

El pueblo se ha solidarizado con los marineros sublevados y les suministran víveres, agua potable y otras necesidades. Las barcas de velas blancas transportan las mercancías y las llevan a su destino. Pescadores y marineros se abrazan mientras el numeroso público sigue las operaciones desde la escalinata. Vemos personas de toda condición social. Un inválido, sin piernas, se sirve únicamente de sus manos para saltar escalones y parterres.

El ritmo marcado hasta ahora por el ir y venir de la gente, cambia de rumbo. La composición en diagonal hace ver el paso rítmico, marcado por altas botas de los soldados, con su vestimenta de camisas blancas y pantalones oscuros. Se produce una descarga cerrada. Los personajes que antes hemos visto, huyen aterrorizados alejándose de los cosacos armados. Una segunda fila de soldados repite las descargas sobre la población indefensa. Caen sobre las escaleras hombres y mujeres. Una madre y un hijo intentan la huida, pero el niño es alcanzado y cae sobre los escalones; al darse cuenta la mujer profiere un grito de dolor y compone un gesto enajenado; en brazos, lleva al hijo, escaleras arriba, sorteando a cuantos bajan enloquecidos huyendo de los fusilamientos. El patetismo se combina con la locura. Los cosacos no se detienen ante ningún obstáculo.

Otra mujer, velo negro sobre su rostro, empuja un cochecito de niño, su rostro parece indicar que ha sido alcanzado por un disparo y su cuerpo se inclina ligeramente sobre el vehículo de su hijo… que acabará precipitándose escaleras abajo… y sus ruedas saltarán de un escalón a otro… de escalón en escalón…


El acorazado y la escuadra, frente a frente

El acorazado, por medio de los obuses, responde a lo ordenado por los mandos militares… y disparan sobre los dominios de los verdugos oficiales reunidos en el Gran Teatro. Eisenstein utiliza los tres leones de piedra, en actitudes distintas (dormido, despierto, furioso) de este edificio para componer una acción simbólica y metafórica de múltiple significación y evidente impacto sobre el espectador.

La escuadra zarista se acerca. La cuestión es cómo actuarán y si habrá enfrentamiento. ¿Quién disparará primero?...

No habrá un solo disparo. La escuadra del Almirantazgo deja paso al Potemkin que enarbola la bandera roja…


Coda

El acorazado Potemkin ha sido considerada durante muchos años una de las mejores películas de la Historia del Cine y las secuencias dedicadas por Eisenstein a la escalinata de Odesa una de las secuencias más imitadas, bajo múltiples puntos de vista, del dramático al cómico (como ya hemos dicho). La secuencia de la escalera es pura creación del director dado que las masacres producidas tuvieron lugar, preferentemente, en los arrabales. En esta secuencia hay una distorsión del tiempo pues la posible fugacidad de una situación ha sido ampliada hasta ocupar varios minutos de una más que manifiesta intención. Renunciamos a mayores referencias cinematográficas (incluidas las psicoanalíticas) que se pudieran analizar en la película; no vienen al caso cuando nuestra pretensión en este escrito es de marcado carácter humanista y de dolor y preocupación ante una situación social para un pueblo sometido a la máxima tensión social, militar y bélica. Se cierra el artículo desplegando la bandera azul y amarilla de Ucrania.

Ilustración: La escalinata de Odesa, de S.M. Eisenstein

Puede verse en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=u13TMl9pnZA