Enrique Colmena

Les supongo al loro de la polémica cinematográfica del verano en España: Vicente Aranda se despachó a gusto en unas declaraciones, diciendo, entre otras cosas, que había desechado la idea de que Penélope Cruz fuera la protagonista de su nueva película, "Carmen", porque era impensable que pudiera estar disponible dos semanas antes de comenzar el rodaje para ensayar el papel. También hizo algunos comentarios sobre los divos de la interpretación y lo difícil que es trabajar con ellos, de ahí que haya preferido a la sevillana Paz Vega.
Después de aquello, y a la vista del considerable vocerío que se armó, parece que alguien debió aconsejar al bueno de Vicente que plegara velas, y varios periódicos publicaron una carta de rectificación en la que Aranda venía a echar la culpa de aquellas manifestaciones a la becaria de turno. El estrambote del culebrón (al menos mientras escribo estas líneas) lo ha puesto la Agencia Efe, que fue quien suministró a los medios la entrevista, afirmando que todo lo escrito por la becaria está recogido en cinta magnetofónica.
Con independencia de que me imagino que, efectivamente, Aranda dijo lo que se escribió (entre otras cosas porque él está ya más allá del bien y del mal, en una posición que se puede permitir casi lo que quiera), aunque probablemente se sacara de contexto alguna frase, lo cierto es que tampoco dijo ninguna barbaridad. Es meridianamente claro que las estrellas (con independencia de que, si se me permite la analogía "cósmica", sean "enanas" o "gigantes blancas") no están precisamente sobradas de tiempo en sus apretadísimas agendas como para dedicar, qué digo dos semanas, ni una, a ensayar una película, cuando ellos cobran por llegar, largar su diálogo e irse a la "roulotte" hasta la siguiente toma.
Pero es que, además, no parece que Cruz fuera la candidata ideal para la "Carmen" de Aranda. Soy de los que piensan que Penélope es un globo hinchado que ha llegado a la alta consideración que tiene hoy en la industria de Hollywood por razones ajenas a las artísticas; no me refiero a su relación con Tom Cruise, entre otras cosas porque en esta web no vamos a hablar nunca de la prensa del bajo vientre, eufemísticamente llamada "del corazón". Pero, si repasamos su filmografía en Estados Unidos, veremos que es como para salir corriendo: "Hi-Lo Country", uno de los pocos fiascos de un cineasta tan seguro como Stephen Frears; "Todos los caballos bellos" (espantoso, a fuer de cacofónico, título español del original "All the pretty horses"), donde su falta de química con Matt Damon era clamorosa; "La mandolina del capitán Corelli", donde hacía de racial griega, en la estela (sólo en el desmelenamiento, que no en el talento) de Irene Papas, en un filme más bien calamitoso; o "Blow", donde ejercía de esposa histérica del primer camello al por mayor de la historia.
Tampoco su filmografía en España ha sido como para tirar cohetes: descubierta por Bigas Luna en "Jamón, jamón", fue evidente entonces que su mérito estaba más en una carnal sensualidad que en unas dotes estrictamente interpretativas; otros filmes laureados, como "Belle epoque", de Fernando Trueba, tampoco confirmaron un talento que sólo intermitentemente ha sabido extraer, tal vez con cuentagotas, Almodóvar, en dos filmes casi sucesivos: "Carne trémula", donde componía una convincente maruja de los años setenta con una barriga hasta la boca, a punto de parir a Liberto Rabal (más pequeño, se entiende), y en "Todo sobre mi madre", en el que hacía el papel de una monja cuasi laica, demediada entre su vocación y su preñez; pero habría que atribuir estos destellos de genio en buena parte al durísimo trabajo actoral que, como se sabe, realiza siempre Almodóvar con sus intérpretes.
Sería injusto no reconocer algunos otros hallazgos aislados, como la chica entre la fantasía y la realidad de "Lluvia en los zapatos", de María Ripoll, o, sobre todo, el ambiguo papel de "Abre los ojos" (no así el de "Vanilla Sky", ya en Hollywood, donde, a pesar de ser exactamente el mismo personaje, resultaba infinitamente inferior).
Es decir, el camino de Penélope, desde una cierta e inicial llamada de atención por un físico de impacto hasta su actual adocenamiento, es diametralmente opuesto al que ha desarrollado la actriz que finalmente protagonizara "Carmen"; Paz Vega, en efecto, ha pasado de una primera (y todavía tan reciente) etapa de novieta o amiga maciza de los protagonistas, en series televisivas como "Al salir de clase" o "Siete vidas", a papeles en cine de mayor enjundia pero aún cortitos con sifón, como en "Nadie conoce a nadie", para hacer todo un máster en interpretación en "Lucía y el sexo", de Julio Médem, uno de esos papeles-bombón donde una actriz de verdad puede lucirse. Aunque de menor envergadura en su carrera actoral, "El otro lado de la cama" le ha permitido ampliar sus registros, a plena satisfacción, a la comedia romántica, de enredo e incluso musical.
Así pues, ¿quién mejor que esta actriz sevillana, joven, sensual y buena actriz, para interpretar uno de los mitos universales como es Carmen la cigarrera, que resultaba ser también sevillana, joven y pasional?
No parece, entonces, que Vicente Aranda anduviera errado (ni siquiera "herrado") en sus declaraciones, siempre entendiendo que no se pretendía meter el dedo en el ojo de esta Penélope que desteje por la noche lo que no tejió durante el día, sino simplemente confirmar que en su cine no tienen cabida las estrellas, so pena de dejar de ser un cine personal, independiente y con cosas de decir, y se convierta en otra de las chorraditas de plástico de usar y tirar a las que tan acostumbrados estamos.