Hay empeños cinematográficos que caen irremediablemente simpáticos, por más que los resultados quizá no acompañen: he aquí un caso paradigmático, el de este 3 días; filme de producción andaluza, con lo que al autor de estas líneas le llega especialmente, por nacimiento y vocación; nacido de la laudable “joint venture” entre dos productoras andaluzas, la Maestranza Films de Antonio P. Pérez (recuérdese, el “reanimator” del moribundo cine andaluz gracias a su Solas) y la Green Moon España de Antonio Banderas (al que los andaluces en particular, y españoles en general, admiramos por su humildad y bonhomía, a pesar de haber llegado tan alto en el escalafón de Hollywood); es la ópera prima en el largometraje de un cineasta andaluz, cordobés por más señas, autor de un par de cortos, uno de ellos, La habitación de Norman, que aporta una sugestiva nueva visión sobre la famosa escena de la ducha de Psicosis; se trata de un thriller, siendo el cine de género tan escaso en la cinematografía andaluza; está ambientado en un pueblecito perdido de la Andalucía profunda, en un tiempo indeterminado, pero en un momento histórico en el que el mundo está, ahora sí, definitiva, irremediablemente perdido, al anunciarse la llegada de un gigantesco meteorito en el ominoso plazo que enuncia el título de la película.
Muchos elementos para que nos caiga simpático, no tantos, lamentablemente, para que podamos confirmar que estamos ante una buena película. Porque 3 días adolece de algunos defectos de principiante: unos diálogos que distan mucho de resultar realistas, son insulsos y con frecuencia no se corresponden con los que se supone estarían cabalmente en boca de los personajes del filme; una dirección que busca ser original, pero con frecuencia resulta sencillamente inane, sin fuerza; un duelo entre los personajes centrales, el protagonista y el antagonista, que carece de una adecuada progresión en la tensión; unos escasamente aclarados antecedentes de los hechos que explicarían el por qué de la inquina, el rencor, el odio absoluto, que el villano de la película siente hacia el hermano del protagonista y, por extensión, hacia su prole.
Pero, con ser bastantes los elementos del filme que le restan méritos, también es cierto que no carece de cualidades: la atmósfera creada, que transmite con convicción la situación en la que se desarrolla la historia, en un sofocante verano andaluz donde el calor es un elemento más de la trama, donde se puede apreciar, casi físicamente, la sensación de angustia que produce un sol inmisericorde, unas noches que no son suficientemente largas para refrescar el ambiente; hay una rara fisicidad en el filme a la que no es ajena la notable fotografía, que juega con una limitada paleta de colores (ocres claros, grises oscuros y sucios, negros desvaídos, sin apenas lugar para los colores fuertes y puros) con el fin de dar a la película esa pátina de historia intemporal, más allá de cualquier universo conocido, justo cuando el mundo se dispone a un Juicio Final en el que, ¡ay!, no se ve la mano de Dios. O tal vez sí, en forma de meteorito gigantesco…
El enfrentamiento final entre los dos personajes centrales no es mucho mejor que el de cualquier filme al uso de “psycho-killers”, y eso no juega precisamente a favor de la historia; sí lo hace la última escena, resuelta con una admirable sabiduría, la última mentira piadosa, un momento más para vivir en la inocente inopia de lo que se avecina, mientras el cielo es surcado por lo que parece la antítesis de la estrella de Navidad: un heraldo infame que será, a la vez, guadaña definitiva del ser humano.
Es verdad que Eduard Fernández compone un malo muy interesante, un insano de rostro y maneras suaves, capaz de engatusar a la maleable grey del protagonista hasta ponerla en contra de éste. Es cierto también que el personaje central, interpretado por Víctor Clavijo, compone un personaje controvertido pero finalmente positivo, un hombre de vida exangüe a sus escasos treinta años, pero que al final de su existencia tendrá motivos, y redaños, para hacer lo justo, aunque ello sea tan aparentemente incongruente como salvar de una muerte atroz a cuatro niños, sólo para mantenerles con vida unas horas más, hasta la llegada del Apocalipsis.
Filme parcialmente fallido, nos presenta sin embargo a un cineasta de interesantes maneras, un guionista y director que, a poco que madure, puede aportarnos empeños de mayor enjundia y entidad. No es mala noticia, no, aunque esta vez se haya quedado (casi textualmente, dado el tema) a las puertas del cielo…
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