Solas, guión del lebrijano Benito Zambrano, es fruto de su experiencia vital vivida y sentida en un contexto rural que han marcado los sentimientos y comportamientos personales. El proceso de creación y maduración estilística tuvo lugar durante su estancia como estudiante de cinematografía en la escuela internacional de San Antonio de los Baños (Cuba), al igual que su cortometraje El encanto de la luna llena y un guión, futura película entonces, hecha realidad hoy, Habana blues.
Solas, excelente literatura cinematográfica, recorrió diversos despachos madrileños sin resultados positivos; en unos casos, se aconsejó “comercializarlo” más y, en otros, se aseguró que no seguía los discursos de la moda imperante ni respondía al cine solicitado por el gran público
Solas marca un hito en la Historia del llamado “cine andaluz”. Hay un antes y un después de Solas. Sin tener en cuenta los intentos de producir cine en esta región con anterioridad a 1975, parece evidente que en la época democrática el cine hecho desde o en la autonomía se sitúa entre Manuela, de Gonzalo García Pelayo, y Solas, de Benito Zambrano. Es como si las muy diversas películas filmadas entre la fecha citada y el año 2000, cuando se le conceden los cinco Goyas al equipo andaluz (Mejor dirección novel: Benito Zambrano. Mejor guión original: Benito Zambrano. Mejor actriz de reparto: María Galiana. Mejor actriz revelación: Ana Fernández. Mejor actor revelación: Carlos Álvarez-Nóvoa), hubiera sido un tiempo de preparación, de dubitaciones, de lenta maduración, de fomento de la producción y de haberlo hecho en muy diversos campos.
Dicho de otra manera, el milagro de Solas no es un milagro sino el resultado de una diversidad de situaciones que se han cocido a fuego lento durante muchos años, desde la producción de Maestranza y el quehacer internacional de Antonio Pérez, a la sabia interpretación de Carlos Álvarez, curtido en el teatro durante lustros, y de María Galiana, fichada por García Sánchez y Trueba en Pasodoble o en Belle époque, respectivamente, mucho antes de su magistral lección en Solas.
Y allí mismo, como en cualquier rodaje que se prepara con ilusión y preocupación, surgieron las dudas sobre tantos elementos relativos a la puesta en escena, pero sobre todo, las correspondientes adecuaciones entre personajes e intérpretes. ¿Quién, después de haber visto en la pantalla a Ana Fernández y a María Galiana, puede entender “el tipo” de cada una sin su presencia? Sin dudar de la profesionalidad de María Barranco o de Pilar Bardem, o de cualquiera otra sobre las que se pensó para este u otro papel, parece evidente que la elección última no pudo estar más acertada.
La habitual “ópera prima” cargada de elementos autobiográficos está aquí trascendida en una diversidad de valores que remiten a los grandes conflictos humanos pero vistos en la concreción de unos personajes y un contexto muy andaluz: el amor y la soledad, los aspectos sociales vividos y sentidos desde puntos de vista diferentes, la condición de la mujer, maltratada de muy diversas y sutiles maneras, la ruptura generacional entre padres e hijos, etc. Todo ello conformado con múltiples dosis de sensibilidad y abundante poesía.
Uno de los factores más significativos de esta película, “hecha en Andalucía y por andaluces”, ha sido el modo de efectuar su recepción en el público y en la crítica. Su presentación en el Festival de Berlín y su inmediato reconocimiento al conseguir el premio del público le deparó una ininterrumpida proyección durante meses gracias a la publicidad “boca a boca”. Los Goyas y otros muy diversos premios nacionales e internacionales, al guión, a la película, a la interpretación, a la producción, desde Berlín a Tokyo, la han convertido en símbolo de un cine cuya belleza emana de la sensibilidad de su autor y de la puesta en escena conseguida por su equipo antes que de unos sistemas creativos donde los rendimientos económicos y el marketing definen y diseñan la estructura de la película.
De otra parte, la unanimidad de la crítica al enjuiciar sus múltiples valores marca un hito en la apreciación de tan sólida obra. Tomarla como ejemplo para hacer el elogio de lo pequeño, catalogarla como delicioso bocado de realidad, certificar que prescinde de habituales estereotipos, supone reconocerla como insólito producto salido de la factoría andaluza.
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